En el artículo anterior hablábamos del retablo original del Altar Mayor, cuya desaparición fue motivada por la “culta barbarie”,esta historia prosigue cuando en 1969 Almuñécar cambia de párroco, tomando posesión D. Nicolás Calvo, quien había sido Rector del Colegio del Sacromonte
Continuamos hoy desgranando los secretos de la Iglesia Mayor de La Encarnación: erigida en un promontorio sobre un depósito de agua, siendo el primer Templo proto Barroco de la provincia de Granada y del que, se cuenta, llegó a ser Colegiata. En el artículo anterior hablábamos del retablo original del Altar Mayor, cuya desaparición fue motivada por la “culta barbarie”, según nos contó un anónimo escritor que pasaba por aquí. Esta afirmación puede hacernos pensar que fue suprimido a causa de las modas que consideraban desfasado y anticuado el Barroco ¡Cuánto patrimonio hemos perdido por la estúpida ignorancia!
Pues bien, esta historia prosigue cuando en 1969 Almuñécar cambia de párroco, tomando posesión D. Nicolás Calvo, quien había sido Rector del Colegio del Sacromonte. Al llegar, debió quedar muy sorprendido por el escandaloso vacío del presbiterio, motivo por el que se pone en contacto con el insigne escultor granadino D. Domingo Sánchez Mesa, el último gran imaginero de la Escuela Granadina y padre de la Semana Santa actual de Almuñécar. Sánchez Mesa, guiado por la propia advocación de la Parroquial y, casualmente o no, rememorando el misterio que antaño presidió el retablo, presenta un boceto en barro tomando como modelo el tondo de la Encarnación de la Catedral de Granada, obra en mármol blanco de 1717 del magnífico escultor granadino José Risueño.

El elevado coste del proyecto, presupuestado en dos millones y medio de pesetas, impidió que este prolífico artista dejara su última impronta en Almuñécar. Sólo el polvo de un cajón y el desmotivado cariño de su creador admiraron la belleza de Dios haciéndose hombre a través del barro… Y de nuevo, el vacío. Descartado el tondo de Sánchez Mesa, una enorme pared blanca saca a relucir lapidariamente día tras día la “culta barbarie” que privó a los sexitanos de una pieza principal de su patrimonio.
Albert Einstein afirmó que “en los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”. ¿Qué podemos hacer? Sin retablo, sin escultura… ¿y una pintura? ¡Una pintura! Y qué pintura… El motrileño Carlos Moreau Gisbert y el sexitano Antonio Domínguez de Haro plasmaron la Encarnación mano a mano inspirándose en “La Anunciación” de El Greco, lienzo realizado hacia 1600 custodiado en el Museo del Prado. Añadieron además algunos elementos locales, dotando de personalidad propia aquel fresco, compuesto por un paisaje marinero con una barca y unos cultivos en primer plano y el mar y las montañas en segundo, dejando el pertinente espacio para el Sagrario en el centro del Altar. Ni más ni menos que la unión de Dios y la tierra a través de María y Almuñécar.

Pasados los años, ya bajo la dirección espiritual del por todos conocido y querido D. Eugenio Valero, vuelve a rondar por la feligresía la necesidad de un retablo que, sin desmerecer el fresco, consiga dignificar y realzar el Altar Mayor con un valor artístico y monumental que la pintura realmente no poseía. D. Eugenio se pone manos a la obra y contacta con el Delegado de Patrimonio del Arzobispado de Granada, sugiriéndole que, si tenía conocimiento de algún retablo que fuera a quedar en desuso, se lo hiciera saber. Puede parecer una idea un tanto descabellada, pero es una práctica común el recuperar retablos de iglesias que quedan sumergidas en pantanos o simplemente son abandonadas dándoles una nueva vida.
No obstante, hay cosas que están de Dios que ocurran. Veréis: el Delegado tenía conocimiento del boceto de Sánchez Mesa y metafóricamente lo puso sobre la mesa, queriendo sacarlo del cajón para, ahora sí, hacerlo realidad, aunque para ello tuviera que convencer a D. Eugenio, muy consciente del motivo por el que fue rechazado anteriormente. El boceto estaba en manos del profesor D. Domingo Sánchez-Mesa Martín, hijo del escultor, que puso como condición que la obra fuera llevada a cabo por el discípulo de su padre D. Miguel Zúñiga Navarro. Y así fue como se materializó el “rosetón” de Zúñiga de La Encarnación, basado en un boceto de Sánchez Mesa inspirado en el tondo de Risueño de la Catedral de Granada.
Probablemente tengamos ante nosotros la mejor obra del moderno escultor granadino que, en un futuro, espero y deseo tenga la consideración que merece. Y quién sabe también si, en un futuro, veamos de nuevo un retablo que integre dicho tondo y complete la deslucida pared del Atar, devolviendo a nuestra Parroquia una parte de la majestuosidad con la que fue levantada.
