La Tribuna del Paseo | “¿Qué será lo próximo que perdamos y que podremos mantener?”


La Semana Santa es cíclica. Si tuviéramos que contar sus cinco siglos de historia de somera manera, podríamos compararla fácilmente con una montaña rusa. Independientemente de los factores externos que puedan incidir en su normal desarrollo, como fue la Guerra Civil o ahora es la pandemia, la historia cofrade se caracteriza por las subidas y bajadas: un año estás de moda, luego caes en declive y otro te quedas a medio gas saliendo adelante. Además, los preparativos siempre producen una extraña pero casi biológica mezcla de emoción y dolor de cabeza. Y para muestra un botón: Almuñécar.

Tras la desaparición de la Semana Santa por la destrucción de sus Imágenes en 1936, la década de los 40 está marcada por la ambición de recuperar lo perdido, y así, entre 1946 y 1947, el considerado como el último gran escultor de la Escuela Granadina, Domingo Sánchez Mesa, hace las Imágenes que van a conformar nuestra Semana Mayor recreando lo perdido: Ntro. Padre Jesús Nazareno, Cristo Yacente del Sepulcro, Santas Verónica y María Magdalena y San Juan Evangelista. Así mismo, restaura a Ntra. Sra. de los Dolores, salvada de la quema por la señora Cándida del Castillo según relató Victoriano del Moral.

Tal es la ilusión cofrade que se respira en Almuñécar, que en la década de los 50 se fundan las Hermandades, extinguiéndose la antigua “Hermandad” y dando paso a la Agrupación de Cofradías. ¡Oh, sorpresa! Entre finales de los 60 y principios de los 70, una grave crisis está nuevamente a punto de acabar con la Semana Santa. Ya no hablamos de una guerra, sino del desinterés y la desidia. La celebración de las procesiones prácticamente se impone: el Ayuntamiento, dirigido por José Antonio Bustos (más conocido con el nombre de un artilugio de fuego de artificio cargado de pólvora), reúne en la Casa Consistorial a los responsables de las Cofradías y les exige buscar una solución para que, un pueblo que empezaba a despuntar turística y socialmente como Almuñécar, no se quedara sin una de sus mayores festividades.

No sería necesario repetir tal cónclave en los años 80 y 90, cuando el impulso de la juventud moderniza y amplía las Hermandades, llegando incluso a fundar nuevas y configurando la Semana Santa de nuestros días. De los 2000 a hoy, el mantenimiento de lo conseguido en las décadas mencionadas, adaptándonos a las tendencias, estilos y movimientos de nuestra época, es la tónica general. Pero, igual que se pueden caer los accesorios si uno se sube en una montaña rusa y no los lleva bien sujetos, nosotros también nos hemos dejado elementos por el camino.

Muy pocos recordarán a los judíos

Todos conocemos El Paso. Todos sabemos que lo forman cuatro Imágenes articuladas. Todos tenemos en mente a los romanos alzando sus lanzas para evitar que la madre se encuentre con el hijo y la famosa orden para que la dejen pasar respondiendo a la oportuna pregunta de “¿¡Es que no tenéis madre?!”. Pero muy pocos recordarán a los judíos. Porque si bien es cierto que los romanos mataron a Jesús, no es menos cierto que lo hicieron a instancia de los judíos, y como tanto monta monta tanto, en El Paso no pudieron faltar… Hasta que faltaron. Hasta que nuestros vecinos que se caracterizaban de tan pintorescos personajes dejaron de hacerlo y, quienes los buscaban, dejaron de buscar. Ni judíos para El Paso ni acompañando al “Entierro Cristo” junto con los romanos y los apóstoles cuando caía la noche del Viernes Santo. Apóstoles, por cierto, caracterizados con unas singulares máscaras a las que también les perdimos la pista tiempo ha. 

Incluso menos aún sabrán que esto es exactamente lo mismo que ocurrió con el propio Paso. Que quienes representaban también los pasajes de la Crucifixión y el Desenclavamiento, hubo un día que dejaron de hacerlo y al año siguiente nadie lo hizo. Nunca más se clavó al Cristo Yacente del Sepulcro en la Vera Cruz y se desenclavó de ella bajo la atenta mirada de la Virgen de los Dolores… y ya no se hará, puesto que se suprimió la articulación de sus hombros en una restauración llevada a cabo por Francisco Marín en los años 90. 

“¿Quién me compra esta corona que la Virgen va vendiendo para librar a su Hijo que está muerto en el madero? Se entonaba sosteniendo la presea mientras tocaban las campanillas, aludiendo a la tradición sexitana que cuenta que la Virgen vendió su corona para poder pagar el entierro de su hijo. Afortunadamente, es un gesto que se mantiene, aunque hayamos olvidado la cancioncilla.

Las cosas no pasan, hasta que pasan

Ya sabéis lo que dicen, que las cosas no pasan hasta que pasan, de la misma manera que no desaparecen hasta que desaparecen. En 2021 volvimos a ver cómo tristemente desaparecía otra costumbre local que, durante años, había permanecido como signo de identidad de nuestra cultura cofrade sexitana, por encima incluso de las influencias devastadoras que trajeron consigo quienes quisieron mal entender el Concilio Vaticano II y sus recomendaciones artísticas. Me estoy refiriendo a que Ntro. Padre Jesús Nazareno y Ntra. Sra. de los Dolores no fueron cubiertos con una tela durante la Cuaresma. Tampoco lo hemos visto este año. ¿El que viene…?

Lo que fue una costumbre arraigada en todos los Templos de la Iglesia Católica: tapar las Imágenes durante la Cuaresma para suscitar en nosotros un anhelo del Domingo de Resurrección, centrando toda nuestra atención en el ayuno, la penitencia y la oración que se nos pide para la Cuaresma, se acabó convirtiendo en signo de identidad almuñequera y más concretamente de estas dos Cofradías, al perderse por completo esta costumbre y mantenerse casi únicamente en nuestro pueblo, me atrevería a decir, como un privilegio. Y permitidme considerarlo así, pues son mayoría los sacerdotes que ven innecesario seguir haciéndolo. Así las cosas: sin judíos, sin Desenclavamiento, sin apóstoles en el Entierro y sin velos sobre las Imágenes, encaramos un futuro donde la pandemia parece habernos acomodado de nuevo. No querría acabar este artículo preguntando qué será lo próximo que perdamos, así que, dicho de otro modo, os pregunto: ¿qué será lo próximo que mantengamos?


Sobre el autor