Habiendo repasado brevemente las leyendas que dan cuenta de su origen, la explicación más plausible de su nombre es bien sencilla
“¡Niño qué calor, ya parece 15 de agosto!” ¿15 de agosto? ¡La Patrona! Y así fue cómo, mientras iba por la Puerta Graná haciendo unos mandaos, una simpática y característica vecina me saludó sin saber que me acaba de dar una idea para la siguiente Tribuna del Paseo.
De nuestra Patrona se pueden contar muchísimas cosas: podríamos contrastar la leyenda de su aparición con la hipótesis más aceptada sobre la verdadera llegada de la Imagen, su posible lugar de procedencia, por qué va revestida con un traje de plata al estilo de la Corte de los Austrias escondiendo su verdadera iconografía del Virgen del Rosario, cómo fue proclamada Patrona o salvada de la destrucción en la Guerra Civil y hasta, si esta Imagen, es la auténtica Patrona de Almuñécar y no otra Virgen de la Antigua cuya descripción no se asemeja a la actual.
Son temas tan interesantes como ya debatidos una y otra vez, en cambio, nunca hemos reparado en su nombre: “Antigua”. Que ni es nombre de mujer, ni es un lugar, ni se menciona como tal en la Biblia. Nos encontramos frente a frente ante un simple adjetivo… y a la vez, una advocación muy común en España y Latinoamérica (siendo incluso la Patrona de Panamá), ya que los navegantes solían encomendarse a ella en sus viajes. Poco se sabe de su nombre a ciencia cierta, que se suele corresponder a imágenes marianas cuyo autor se desconoce y su origen se pierde en la antigüedad.
Existe una leyenda, seguramente elaborada posteriormente para dotar de mayor realce y solemnidad a esta advocación de «la Antigua», que dice que fue creada por el Papa San Silvestre en el S.IV y que el nombre viene dado porque María es la consumación de las profecías del Antiguo Testamento. Sí, tan poético como rebuscado, ya que la realidad parece ser mucho más práctica y menos mística.
Santa María de la Antigua (hoy también Ntra. Sra. de la Antigua), es una advocación ancestral de la cristiandad que fue muy común en la Edad Media, sobre todo en zonas de Castilla, donde sólo entre las provincias de Palencia, Burgos, Valladolid y Zamora, hay más de 600 pueblos que la tienen por Patrona. Esto vendría a confirmar de nuevo que, efectivamente, nuestra Reina sexitana llegó con las huestes castellanas durante la Reconquista. Pero este es otro tema.
Se ha tratado de rastrear el origen de la advocación por esta vía, la de Castilla. Allí existe, en la provincia de León, un pueblo llamado La Antigua, ya mencionado en crónicas desde el S.IX que tiene por Patrona a una Virgen de la Antigua del S.XII. Pero también se ha recorrido un camino más al sur para investigar el origen de la advocación, pues cuenta una leyenda que, durante el asedio a la ciudad de Sevilla, el Rey Fernando III de Castilla se postró ante la Virgen de los Reyes para pedirle auxilio. La Virgen lo escuchó y lo llamó por su nombre, diciéndole: “Tienes una constante protectora en mi imagen de la Antigua, a la que tú quieres mucho y que está en Sevilla”, prometiéndole la victoria. Prosigue la leyenda contando que después, un Ángel le ayudó a penetrar en la ciudad hasta llegar a la mezquita mayor, en cuyo interior le fue mostrada la pared que ocultaba la Imagen, que se volvió transparente permitiendo a Fernando III contemplar a la Virgen tal como había sido pintada siglos atrás.
Pues bien, habiendo repasado brevemente las leyendas que dan cuenta de su origen, la explicación más plausible de su nombre es bien sencilla: Cuando los pueblos empiezan a nombrar abogados para su protección (lo que hoy conocemos por Patrones/as), lo hacen escogiendo una Imagen de un Santo, de María o de Cristo, en una época en la que aún no existía la rica variedad de advocaciones de la Madre de Dios, siendo nombrada entonces por el título de «Santa María», a secas. Al principio de la cristiandad, había únicamente 2 fiestas marianas: la de la Asunción (15 de agosto) y la de la Expectación del Parto (advocación homóloga de Ntra. Sra. de la Esperanza, 18 de diciembre).
Posteriormente se fueron añadiendo los nombres de los lugares a los nombres de las Imágenes de María (Virgen de Fátima, de Lourdes, de Guadalupe…) o simplemente adjetivos que definen el momento que representa la imagen (Virgen de los Dolores, de las Angustias, de la Esperanza…), creándose así multitud de nuevas advocaciones y fiestas. Los fieles añadieron entonces el adjetivo «antigua» a las Imágenes que aún conservaban el simple título de Santa María, para diferenciarlas de las más modernas, dando lugar a la advocación de «Santa María la Antigua» o en su defecto «de la Antigua».
Una prueba más del inmenso valor histórico de nuestra Patrona, motivo de orgullo para todos los sexitanos.
