La Tribuna del Paseo: “Pasión en la legendaria Sexi”


Cuando hablamos de “lo nuestro”, yo pienso en 3.000 años de historia propia que abrazan el mar al paso de un drama sacro en la plaza principal. Una Semana Santa marinera, de belleza árabe y sabor tropical

Estimado lector: bienvenido. Permíteme que te tutee, pues seguramente ya nos conozcamos, pero si no sabes quién soy, me presento: simplemente un joven enamorado de su patria chica. 

Si estás aquí conmigo es porque quieres compartir nuestra pasión por la Semana Santa sexitana y adentrarte en ella como nunca antes lo habías hecho. Así que, sin más rodeos, te invito a que te subas conmigo a la Tribuna del Paseo del Altillo. Desde este mirador privilegiado veremos pasar todas las Cofradías a lo largo de la historia y podremos contemplar su desfile con un prisma diferente, que nos dé pie a hablar de arte, curiosidades, música, religión, gastronomía, orígenes… La Tribuna del Paseo fue un lugar que muchos recuerdan con melancolía y añoranza, pero como dice Alaska en uno de sus temas: el pasado no es siempre mejor. La nostalgia es una droga dura y adictiva

Por eso, para mí, que ni siquiera la recuerdo, la Tribuna del Paseo no es un lugar sino un concepto. El fundamento de un sentir transmitido de generación en generación, materializado en un legado preciso y que se vive a través de nuestra identidad e idiosincrasia, así como de la historia y el porvenir que tenemos en común. Porque la Semana Santa de Almuñécar no es ni más ni menos que lo que los sexitanos hicieron, hacemos y harán. Pero, para que sea auténtica y no impostada, debe estar asentada en nuestra forma característica de entender la piedad popular.

No nos perdamos en discusiones vacuas sobre la horquilla o el costal, cuyas conclusiones jamás van a representar nada más que un gusto particular. Aquí nunca hubo tradición de tronos ni pasos, misterios ni palios; aquí tuvimos andas que se fueron ampliando con el impulso de la juventud tras una grave crisis que a punto estuvo de acabar con la Semana Santa. Ya en los años 80 y 90, la influencia malacitana se hizo notar cuando las comunicaciones, el turismo y también las migraciones dejaron su huella en aquella Almuñécar proveniente de la Costa del Sol oriental. Después, nuestros televisores sintonizaron Canal Sur y el Registro Civil constató más Macarenas o Rocíos que Dolores o Angustias. Ahora, con internet, hemos descubierto el grato sabor de lo añejo al compartir las fotos antiguas que guardábamos celosamente en casa.

Cuando hablamos de “lo nuestro”, yo pienso en 3.000 años de historia propia que abrazan el mar al paso de un drama sacro en la plaza principal. Una Semana Santa marinera, de belleza árabe y sabor tropical. Podemos decir que es nuestro porque ningún otro lugar puede presumir de algo similar ni nadie nos puede copiar. La Pasión en la legendaria Sexi promete una experiencia única recorriendo un tortuoso paraje, mezcolanza natural de un torbellino de empinadas callejuelas y modernas avenidas, donde se apostan testigos milenarios para ser una parte más del desfile procesional que entrevén espectaculares atardeceres anaranjados y que se regocijan en un clima privilegiado. 

Antaño, por los ventanucos de las humildes casas de los jornaleros y marineros, asomaba la vigilia y la penitencia, mientras muy cerca, en la mar, las traíñas descasaban. Hoy, los balcones de flamantes hoteles y apartamentos acogen a forasteros de culturas ajenas, entre los que, como en la antigua Jerusalén, hay paganos y curiosos que se asoman y vislumbran con asombro y admiración, como queriendo entender, pero con temor a inmiscuirse, nuestra más querida tradición. Pienso en el mañana, e inevitablemente me desconcierta la ya palpable falta de relevo generacional. A veces, el futuro se construye desde los orígenes y resuena en mi mente la antigua “Hermandad”: seremos menos y será menester la unidad, pero hay formación, talento e ilusión. Harán falta recursos… ya sabéis que “imposible es sólo una opinión”. Observo que avenidas Juan Carlos hay muchas y más bonitas en cualquier ciudad, pero la extraordinaria conjunción de la playa y el casco antiguo son un regalo que nos hace Hins Al-Munakkar.


Sobre el autor