La Tribuna del Paseo | “Ojalá fuésemos nosotros los otros de la Semana Santa de Almuñécar”


El mundo cofrade es el movimiento cultural más amplio, influyente y heterogéneo de nuestra región. Es espacio de encuentro entre personas muy distintas entre sí, donde conviven ideologías opuestas, sexualidades diferentes y clases sociales tradicionalmente enfrentadas. Esta quimera es posible gracias a la vivencia de lo que nos une: la fe, compartida en cada una de las Cofradías, es mucho más fuerte que lo que nos separa, generando un vínculo extraordinario, fuera de lo común y genuino del ámbito cofrade. Compartir el amor y la pasión con personas distintas releva lo diferente a indiferente.


De las Cofradías es perfectamente conocido su ámbito religioso y función evangelizadora, esencia y razón de ser. También su ámbito cultural, tan impregnado en la sociedad española, principalmente en el sur y zonas de Castilla. No pasa desapercibida su labor social, lo acabamos de observar tras el temporal que ha asolado el levante español donde las Cofradías y Hermandades se han volcado enviando ayuda.


Sin embargo, poco se habla de la fraternidad, una de las funciones más sobresalientes y útiles de las cofradías como lugar de encuentro, donde los hermanos establecen relaciones sociales entre ellos. Y no me refiero a la cerveza tras la reunión (o durante), ni al choto de la cuadrilla, ni a la cena de hermandad. Todas las empresas tienen sus cenas y en cualquier trabajo se hacen amistades (tanto como enemistades).


Sabéis de lo que hablo. Porque todos conocemos a alguien a quien le cuesta relacionarse o convive con algún tipo de diversidad funcional o discapacidad. Cofrades que no aspiran a complicarse tomando las riendas de la hermandad, sino a disfrutarla sanamente. Hablo de las personas a las que ni les va ni les viene el acompañamiento musical o el exorno floral. Quienes no se fijan en cuántas blondas tiene el tocado, el tisú o el moharé, ni lo bien o mal puesto que está. Que no se frustran si el Altar de Cultos no queda como en el dibujo y no se enfadan si se hace alguna catetá. (Reconozcamos que, como diría un viejo amigo, siempre hacemos alguna catetá).


Son los cofrades que se entusiasman cuando llega una Cruz de Mayo o una Feria sin cavilar el beneficio que se obtendrá, sólo por disfrutar. Los que ansían el momento de salir a la calle con ilusión y no llegarán a casa decepcionados porque el cortejo no iba correctamente ordenado y hubo cortes. Los que desconocen el nombre de la mayoría de marchas, pero las tararean todas. Los desinteresados en cotilleos sobre vestidores y rivalidades entre petalás, porque su interés está en saludar al llegar y hablar con sus hermanos, esos que te dan la mano pronunciando tu nombre y sonríen con cariño. Los que vienen de otros pueblos a participar en los Cultos con devoción y ganas, porque así es su vida ¡su vida es vivir en hermandad! Es lo que les motiva e ilusiona cada día.

Las Cofradías y Hermandades son lugares seguros para personas con pocas habilidades sociales, donde pueden interactuar con todo tipo de gentes e integrarse en un colectivo que les hace sentirse útiles y queridos. En ellas, el carpintero y el alcalde están al mismo nivel: el de los hermanos. Las Cofradías y Hermandades son religión, caridad, cultura, folclore y… autoestima.


Me encantaría vivir la Semana Santa como la viven ellos. Quizá “los otros” seamos nosotros.


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