La Tribuna del Paseo | “El Cristo del Castillo: de un juego de niños en los noventa a una bonita tradición”


Desde 1851 hasta 1977, el Castillo de San Miguel fue el Cementerio de Almuñécar. Allí había una Capilla, como en cualquier camposanto, presidida por la Imagen de un Crucificado, lo normal… Pero la historia que vamos a contar a continuación es la de un Cristo profanado que acabaría siendo el Cristo de todo un barrio: el Cristo del Castillo

Cuando en 1977 el cementerio municipal se traslada desde el Castillo de San Miguel hasta “El Magnífico”, en el Barrio de San Sebastián, la mudanza no fue todo lo rigurosa que debiera. Aun hoy muchos adultos se recrean contando las anécdotas de aquellos niños jugando entre nichos, lápidas y huesos de los que nadie se había hecho cargo, en un monumento abandonado que sólo suscitaba el interés de vándalos y curiosos intrépidos.

Una tarde cualquiera de la década de los 90, un grupo de niños que jugaba por allí se topa con lo que en cualquier relato podría haber sido una aparición mística… pero al revés: “Lo que más recuerdo aún en la actualidad, es el Cristo del Castillo sujetado por una cuerda rodeándole los brazos y el cuello atado a uno de los cipreses, como ahorcado, y con las manos rotas”, relata Mercedes Medina, una de las niñas que lo encontraron jugando con sus amigos. Ni cortos ni perezosos (bajar al Cristo del árbol no fue tarea fácil), “rescatan” la figura del Cristo que, sin ellos saberlo, era la misma que sus propios padres y vecinos habían adquirido en 1965 ex profeso para el Altar de la Capilla. 

Tras arreglarlo, deciden que, como el Cristo era del Castillo, debía quedarse en el barrio. Debido a que la única Capilla de la zona había sido desmantelada, el Cristo es custodiado cariñosamente en casas, sacándolo en procesión sus vecinos cada primero de noviembre, Festividad de Todos los Santos, en recuerdo de los difuntos del pueblo. Primero, por el interior del Castillo, y más tarde, por las calles del barrio, cuando el monumento comienza a tener actividad turística y nada queda de aquel descanso no tan eterno de los fallecidos que allí reposaban.

Un juego de niños fue el principio de una bonita y entrañable tradición que la Asociación de Amigos Cueva Siete Palacios se encargó de fomentar, haciéndose cargo de la procesión hasta que (se dice el pecado pero no el pecador), uno de los sacerdotes que pasó por nuestra Parroquia sentenció que no subiría más la cuesta para una procesión a la que no iba nadie. La desmotivación y el escaso apoyo hizo mella en sus organizadores, que tras la procesión de 2014 no se volvieron a organizar y el Cristo del Castillo quedó nuevamente bajo los silentes muros de piedra… del antiguo lavadero, que se había reconvertido en Capilla para que todos los vecinos pudieran acercarse al Cristo en cualquier momento.

Es tal el arraigo que consiguió esta procesión en el sentir de los sexitanos, que durante los ocho largos años en los que el Cristo no ha salido, la melancolía de su recuerdo ha ido fraguando una vuelta por todo lo alto, y el uno de noviembre de 2023, la fiesta de Halloween de la plaza quedó eclipsada por la esperada vuelta del Cristo del Castillo. 

La Cofradía del Descendimiento y Santa María del Alba, con el apoyo de la Asociación Cultural Cruz Alhambra, nos hicieron revivir el Día de los Santos más auténtico y característico de Almuñécar. Y como el tiempo avanza y las cosas cambian, pudimos ver al Cristo del Castillo sobre un trono de cuatro candelabros y un monte calvario de flores autóctonas, cedido para la ocasión por la Cofradía del Santo Entierro que otrora portó en él a la Santa Vera Cruz; con un elegante universo donado por la Junta de Gobierno de la Cofradía del Descendimiento y un paño de pureza textil; a los sones de la sobria capilla musical de Granamusic y, como no podía ser de otra forma, con la participación del pueblo rezando el Rosario por los difuntos, elemento fundamental que da sentido a la procesión en la que varios cientos de sexitanos se volcaron con esta renovada tradición de pedir por los seres queridos que ya no están con nosotros. 

Y finalizar comiendo roscos y brindando con anís, claro que sí.

Sirva este artículo de homenaje y agradecimiento a Antonio Medina, José Jiménez y Manuel Moral. Tres de los Amigos de la Cueva Siete Palacios a quienes me encontré en la procesión, con la sensación de que el pasado y el presente se habían fusionado para caminar juntos hacia el futuro.

Javier Medina, noviembre de 2023


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