La Columna de Don Juan León | “¡Y por fin llegaron los cristianos a Almuñécar!”


 ¡Y al fin llegaron los cristianos! ¡Ya los echábamos de menos! Corría el 29 de junio de 1490 y se estaba completando la Reconquista, que se inició en el 722 con la victoria del rey godo Pelayo en Asturias con la batalla de Covadonga. Desde la conquista omeya de Hispania en el 711 por el general Tarik ibn Ziyad, llegado desde Tánger, hasta el 2 de enero de 1492 habían transcurrido 780 años, casi ocho siglos. 

          Su importancia ya fue recogida por el escritor francés François – Marie Arouet, más conocido como Voltaire: “Los españoles tuvieron una clara superioridad sobre los demás pueblos: su lengua se hablaba en París, en Viena, en Milán y en Turín; sus formas de pensar y de escribir subyugaron a las inteligencias italianas y, desde Carlos V hasta el comienzo del reinado de Felipe III, España tuvo una consideración de la que carecían los demás pueblos”. ¡Ahí queda eso!

        Claro que el alemán Alexander von Humboldt, geógrafo, astrónomo, naturalista y explorador, no se queda atrás: “La humanidad debe gratitud eterna a la Monarquía española, pues la multitud de expediciones científicas que ha financiado ha hecho posible la extensión de los conocimientos geográficos”.

        En la costa y durante la Reconquista teníamos quince fortalezas (torres-vigías), que defendían nuestro litoral con estancias (torreones) y guardas (para observación).   

Las señales consistían en ahumadas durante el día e iluminarias por las noches, fueron construidas después de 1764 y sus materiales eran la piedra caliza y el mortero de cal. Un cabo de torre y dos torreros configuraban su guarnición y estaba provista de dos cañones, que se llevaron nuestros aliados ingleses durante la Guerra de la Independencia. 

        En la playa del Tesorillo se encuentra la conocida por Torreón de Taramay, Fortín de Velilla o Torre del Conde Guadiana. Las otras tres que se hallan dentro del término municipal son Cerro Gordo, Cantarriján y Punta de Levante.

      Reinando en España Carlos I se redactó la Cédula Real (despacho real en el que se concede alguna merced o providencia) mediante la cual se le otorga a Almuñécar su escudo (siguiente foto). Sucedió el 6 de octubre de 1526, un año antes del nacimiento de su heredero, en agradecimiento por la victoria naval que tuvo lugar en las playas de Velilla contra los piratas berberiscos, representados en el escudo por las tres cabezas flotando en el mar.

         Además de la citada cédula concedida por el emperador Carlos I cabe añadir otras prebendas, albalás, privilegios o mercedes concedidas a nuestra localidad por Felipe II, III y IV, Carlos II, Felipe V y Carlos III.

         Felipe II envió a esta plaza a D. Lope de Valenzuela. Había muerto Muley Muhammed Aben Humeya, D. Hernando de Córdoba y Válor, caudillo alpujarreño rebelde que se decía descendiente de los Omeyas y que fue eliminado de mala manera por sus partidarios. Le sucedió Abdalá Aben Aboo, D. Diego López de Abenabó, quien atacó con tres mil hombres la ciudad de Almuñécar y fue vencido por el enviado del rey.

         Felipe III expulsó a los moriscos y estos se refugiaron y se concentraron en nuestro pueblo. Se le encomendó su reducción a D. Juan de Mendoza, marqués de San Germán, el 19 de enero de 1610.

         Carlos III, mandó reforzar y organizar la protección militar de las costas y sus puntos estratégicos. De este tiempo es el Castillo de la Herradura (1760), fantástico fortín artillado denominado “batería para 4 cañones” y situado en la margen izquierda del río Jate a unos 150 metros de la playa. Bien de Interés Cultural desde 1985.

         Cinco anécdotas históricas relacionadas con Almuñécar fueron:

1.- El día 30 de enero de 1559, siendo alcalde mayor Francisco Castellón y bajo el reinado de Felipe II, se libraron diez ducados para realizar un pilar en la calle Real. Es de estilo renacentista donde se aprecian volutas, mascarones de leones y una diosa de la fertilidad característica de los pueblos mediterráneos (fenicios, griegos y romanos). Se descubrió una canalización en buen estado, que traía agua al pilar desde la galería de Las Angosturas en Jete. Fue la primera canalización romana encontrada en el interior de la población.

2.- La Armada Naval Española sufrió el aciago lunes del 19 de octubre de 1562 los efectos de un tremendo temporal del que solo 3 galeras (‘Mendoza’, ‘Soberana’ y ‘San Juan’) de 28 pudieron resistir los embates del viento y las olas. Estas naves tenían 43 m. de eslora y 6 m. de manga con, aproximadamente, 225 tripulantes cada una. De ellos, 125 eran ‘galeotes’, que cumplían condenas y movían remos de 60 kg. Murieron unas 5000 personas de las más de 7000 embarcadas. El capitán Juan de Mendoza mandaba la escuadra del Mediterráneo, que saliendo de Málaga con destino a Orán y Mazalquivir (Argelia), naufragó en La Herradura (Peñón de las Caballas), pereció en el desastre y su cadáver apareció en Adra (Almería) a sesenta millas del naufragio. Su esposa era Dña. Juana de Cárdenas.

3.- Carlos III concedió una amnistía general para piratas y corsarios, que anclaron sus barcos en los Peñones y fundaron numerosos hogares.

4.- Los prisioneros franceses heridos en la batalla de Bailén (Jaén, 19 de julio de 1808) fueron curados en nuestro hospital (plaza de la Victoria) y encarcelados en el Castillo. Lucharon las victoriosas tropas españolas al mando del general Castaños contra las francesas del general Dupont.

5.- En verano de 1823 y camino de Cádiz llegaron hasta nuestra localidad las unidades francesas del Duque de Angulema, que mandaba los Cien mil hijos de San Luis”, ejército enviado por la “Santa Alianza” europea para reponer en el trono de España al monarca Fernando VII, “El Deseado”.

         Nuestra parroquia merece un punto y aparte:

         La Iglesia Parroquial de la Encarnación fue construida en el siglo XVI, sobre el antiguo depósito terminal del acueducto romano que abastecía la ciudad, tenía categoría de Colegiata y tuvo hasta doce sacerdotes a su servicio.

         Anteriormente, los fenicios utilizaron esta pequeña meseta en la que está asentada como necrópolis, ya que se han encontrado tumbas del siglo II a.C., con restos de ajuares y vasos de alabastro.

         El templo actual es obra significativa del arte granadino, por la cronología y características de su construcción. Su interés e importancia radica en que es la primera que se construye en la provincia granadina, siendo su estilo contrarreformista o protobarroco. La nueva arquitectura, definida en Italia por Serlio y Vignola, es introducida en España por Juan de Herrera y Bartolomé Bustamante.

         La proyectó y dirigió el primero de ellos, arquitecto de Felipe II, y de ahí su estilo herreriano y renacentista. Se trata de un edificio con planta de cruz latina, una nave de cuatro tramos, capillas laterales separadas por pilares, abiertas con arcos de medio punto y cubiertas con bóvedas de cañón, y hornacinas entre los contrafuertes. El conjunto es sólido, macizo, de pocos vanos y de modesto material. El crucero se cierra con una cúpula rebajada sobre pechinas sin otra decoración que las ménsulas manieristas de los arcos torales. 

         Tenemos pocas noticias de su construcción, pero suficientemente significativas. Hizo la obra el maestro albañil Jerónimo Hernández, vecino de Almuñécar, estando documentada su intervención entre los años 1595 y 1597. La terminación de su estructura está marcada en el frontón que remata la fachada con la inscripción IHS AÑO 1600. La Torre, que también se alzó en ese año, es obra de Diego Siloé, se eleva hacia poniente, posee una balaustrada superior, cuatro pirámides cuadrangulares adornando los ángulos de sus aristas y está rematada por un cuerpo cilíndrico con cúpula apuntada, decorada con azulejos vidriados y una sencilla cruz de hierro, como la que domina el atrio, obra del que era considerado un artista de la fragua, Francisco Martín Fernández. Al lado derecho de la puerta hay un gran reloj de sol.

         Presenta un parecido notable con Santa María de la Alhambra, trazada inicialmente por Herrera.

         Fue profanada y destruida durante la Guerra Civil y se perdieron cuatro joyas de gran relieve: 

a) un órgano, ejemplar en su género. 

b) el altar, con un retablo de gran valor artístico. 

c) la reliquia de Santa Catalina (cabeza), situada al lado del Sagrario de plata, y traída el 22 de marzo de 1590 por el soldado almuñequero combatiente en Flandes, Juan de Almaraz Montalvo, que fue enterrado en la Parroquia. 

d) un grupo escultórico de admirable talla, que casi tocaba la bóveda, representando a Jesucristo en la Cruz y a su Madre y San Juan a su lado.       

             El arquitecto granadino Francisco Prieto-Moreno y Pardo restauró el templo.

          A lo largo de nuestra historia han sido proverbiales la intrepidez y firmeza de nuestros hombres y mujeres, características innatas o consustanciales con todo lo español, amén de una férrea voluntad por conseguir hitos o logros casi imposibles.

          Ya se refería el gran historiador romano Tito Livio al carácter del hombre hispano de esta guisa: “Ágil, belicoso, inquieto. Hispania es distinta de Itálica, más dispuesta para la guerra a causa de lo áspero del terreno y del genio de sus hombres”.

          Pero si he de escoger un prototipo, escojo al almirante Blas de Lezo y Olavarrieta, todo un ejemplo de entereza, hombría e integridad. En el verano de 1704, frente a las costas de Málaga y con solo 15 años le amputaron la pierna izquierda (sin anestesia) al ser alcanzado por una bala de cañón; en 1707 en Tolón (Francia) perdió el ojo izquierdo por una esquirla de metralla; y ya en plena Guerra de Sucesión al servicio del primer borbón Felipe V y durante el sitio a Barcelona, sufrió una herida en el brazo derecho, que quedó inservible.

          El quedarse cojo, tuerto y manco propició los alias de ‘mediohombre o patapalo’, por eso dijo aquello de: “Me gusta saber que dejo una parte de mí mismo en cada campo de batalla, a cambio de un poco de gloria”

                      Juan de León Aznar… ya en pleno otoño del 2022


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