Qué razón tenía ZENON DE ELEA cuando dijo aquello de: “Recordad que la naturaleza nos ha dado dos oídos y una sola boca, para enseñarnos que vale más oír que hablar”

Son dos concepciones, diferentes, ni mejores ni peores, ¡distintas!:
Unas casas pregonan una religión o un culto por el “no ruido”, mientras que otros hogares, representan todo un exponente defensor del “no silencio”.
Una pincelada histórica nunca viene mal. En tres reinados se dieron otras tantas variedades de “despotismo” (ya saben, aquello de “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”). Concretamente fueron: el ilustrado de Carlos III; el ministerial de Godoy, primer ministro de Carlos IV; y el plebeyo de Fernando VII.
El tema que nos ocupa, el decibelio, esa unidad que sirve para medir la intensidad de los sonidos, también presenta tres variedades ‘despóticas’, bien notorias y diferenciadas: el rural; el cotidiano; y el urbano. ¿O no?
Existen plataformas, anónimas unas (no entiendo el porqué) y con nombres y apellidos otras, de las que yo sería miembro ‘adherido y permanente’, para erradicar el ruido exacerbado, por desproporcionado, y contribuir a su educación. Defendemos con rabia el segundo puesto del ranking mundial (subcampeones del mundo), solo detrás de Japón. ¡Ya falta menos!
Desmenucemos las dos primeras variedades antes citadas, porque la tercera, la urbana, estridente, motorizada o mecanizada ella (ferias de día y de noche, coches, motos con escape libre, hormigoneras, radiales, camiones de la basura, incívicos ciudadanos…) es archiconocida y sufrida por todos:
R U R A L
(estío en cualquier lugar de nuestra bella campiña andaluza)
Desde que, con nocturnidad, alevosía y una fuerte dosis de masoquismo (porque habría que acostarse antes), intentas acomodar el esqueleto sobre el lecho, con la sana y firme (en principio) intención de reposar primero y dormir después, te echas en brazos de una gama de expectativas, condicionantes o variantes tan diversas, que harán del descanso toda una aventura programada, planificada y ‘organigramada’. Se trata de la “lucha cuartelera contra el reloj”, con el solo afán o propósito de llegar a las ocho horas de sueño (aunque sea por etapas), reglamentarias e imprescindibles para que el físico se vea emparentado directamente con la psiquis.
De madrugada, allá por cualquier punto cardinal, son habituales las algarabías caninas. Una perra en celo, famélica y casi anoréxica, pero calenturienta y salaz, emana sus efluvios de manera que al contonearse sensual y pérfidamente compone una pasarela de machos, no ibéricos precisamente, pero sí pulgosos ‘revoloteadores’ empedernidos que pretenden sus favores o contar entre sus elegidos, por mor de sus espermatozoides reprimidos y ávidos de entrar en acción. Arrastra la buena dama, tras ella, una cohorte de congéneres del sexo opuesto, que provocan ladridos de satisfacción en cadena y toda clase de aullidos, quejidos y echadas de menos.
Ya sabemos que estos cánidos tienen un sexto sentido para ‘olfatear’ terremotos u otras catástrofes naturales; pero no, ¡no hay peligro!, se trata de flirteos galantes y nocturnos acompañados de coros. La pregunta que se hacen es la del millón: ¿Seré yo, por ventura, el escogido? ¡Qué desmadre!
Hablando de perros y de coros, añadiré las “perras” y los gimoteos incesantes de infantes que, por ventura para su capacidad pulmonar, no dejan de plañir desde que un buen día abrieron sus ojitos a la vida. No son precisamente odas bucólicas al son de liras. El “sistema” se refuerza con este aderezo, que dista tan solo unos metros más allá de las almohadas; es decir, un tabique.
Cerca del amanecer los clásicos gallos (casi de pelea por su potencia) anuncian el alba desaforadamente, aunque es de justicia reconocer que estas aves, criaturitas del Señor, también están sufriendo el “síndrome decibeliano” porque, como la meteorología, están cambiando sus hábitos y no saben cuándo entonarse o la hora en que deben hacerlo. Les da igual un sol cenital que una luna romántica. Se trata de ‘pollos funerarios’ (en servicio las 24 horas) o, simplemente, aves de carúnculas rojas despistadas que tienen el sueño cambiado y habría que bañarlos como a los recién nacidos.
Sobre las siete de la mañana tiene lugar una loa al alba. Se trata de un cántico ‘poético, bucólico y lúdico’, interpretado por ‘gurripatos golondrinescos’. Cientos de siringes emiten ‘gorgoritos’, que al son de un ritmo desenfrenado y monocorde saludan al nuevo día. Frenéticos vuelos, arrumacos, cucamonas y un piar incansable son las consecuencias de unos padres que un buen día, ávidamente, sentaron sus reales posaderos en aquellos nidos primaverales, elaborados con tanto entusiasmo y esmero. Estos edificios, que los acogen en su seno, constituyen el mayor reclamo turístico para esas aves emigrantes. ¡Qué fachadas, qué espectáculo!
C O T I D I A N O
(lo clásico del día a día)
Por los patios y terrazas colindantes comienza ya la actividad matutina. Proliferan los cánticos, reyertas y pendencias a gritos; protestas por la cesta de la compra; anuncio de defunciones; esputos de ancianos con males de garganta, bronquios o, simplemente, afectados de silicosis; ensayos con tambores (si se aproxima la Semana Santa, aunque hay quien ‘entrena’ todo el año); radios, que al Eustaquio, el de la trompa, lo pone en su sitio; regañinas de modosas madres a sumisas proles; avances del tiempo y estudios meteorológicos pormenorizados (sequías, diluvios, ‘cabañuelas’…); notas necrológicas; accidentes laborales; o matrimonios en plena edad de oro que se pelean con puntualidad suiza. No es de extrañar que cuando se reintegra uno a la sociedad, un par de horas antes del meridión tenga un acusado complejo del “Diario del Día”. ¡Me lo sé todo! ¡Qué me pregunten!
Si seguimos “decibeleando” podemos convertirnos en críticos musicales. ¿Prácticas?, ¡todas! Duchos en horarios discotequeros nos dormimos, o lo intentamos, con los (¿acordes?) “bum, bum” de la tecnológica música actual y con el deleite de esas letras (algunas son de Darío; otras, de Hernández; y las menos, de Neruda) que “descifran” ese “bum, bum”, que no sé por qué no entiendes, ¡con lo claro que está! Los viernes, en algunas localidades, acaba el ‘martilleo decibélico’, digo la música, a las tres de la madrugada; los sábados, a las cuatro; y los días de feria, amigo mío, ¡ni se sabe!
Se pueden juntar con algo de suerte (esto va con la alineación de los astros) distintos ‘sonidos’ en la pieza en la que pernoctas, ajeno e inocente a lo que va a acontecer: “El gafas ÁFRICA KING”; “el RAÚL de los Cogollos”; la “gorila MELODY”; DIEGO, el “Cigala”; el “GEORGIE DANN del Bimbo”, “la Macarena de los DEL RÍO”; el SEVILLA; “la Tusa de KAROL G y NICKI MINAJ”, los excéntricos BAD BUNNY y BECKY G ( esta última “Sin pijama”) o “el Despacito de LUIS FONSI”, amén del apoyo logístico procedente de las Casetas Municipales, van a penetrar en tu alcoba; es decir, donde íntimamente te amodorras. ¡Todos! Divertido, ¿no?
La pregunta aflora fácil: ¿Quién ha invitado a tanta gente? Ni que decir tiene que las córneas están adheridas a la lámpara del techo de la habitación y las pupilas están dilatadas como tratadas por gotas oftalmológicas. Vamos, una midriasis de dos pares de c…, o como se diga eso.
Nuestros vástagos, entendidos ellos, ‘como sus padres’, en ritmos modernos, no discordantes y perfectamente adaptados a este siglo, alumbran al ‘nuevo día’ a horas variopintas (bendito sueño).
Pero, como se trata de sacar lecturas positivas, qué decir del placer de no usar despertador y saber en todo momento la hora que es por las manecillas luminosas de ese rutilante reloj de cuarzo digital que nos regala esta ‘dichosa’ tecnología punta actual.
Estás despierto e inmerso en una política de puertas abiertas por el estío (aposento y balcón) para no perecer por asfixia. En invierno, todo es más llevadero. Por eso, a la consabida pregunta de qué prefieres, ¿invierno o verano?, respondo: ¡Escoge tú mismo!
Ya en casas propias, a eso de las ocho, hora totalmente intempestiva, el ‘gatillazo’ del calentador de gas (bendito sea el eléctrico), como si del ‘chupinazo sanferminiano’ se tratara… ¡desata las hostilidades!
No estoy bien seguro si se toca generala, ataque del 7º de Caballería o retreta en diáfana retirada. Y es que a esa hora en pleno verano y con lo que ha caído durante la noche…
Despierta la familiar cisterna, inconfundible, cantarina y casquivana ella; brota la ducha, que te extrapola a las cataratas del Iguazú (ejercicio mental para obviar el fragor y el estrépito de las tuberías); y, a veces, un transistor, metafóricamente bautizado como ‘chicharra trashumante’, vaga o deambula impunemente por todas las piezas domiciliarias e indefectiblemente finiquita sus servicios a escasos metros de nuestros castos oídos.
El aire acondicionado, artificial él, está instalado, pero el natural, el genuino, el auténtico, el sui generis, responde al nombre de ‘ciclón Elsa, Loly, Victoria, Andrea’… ya que sabemos que a estos huracanes o tifones se les asignan nombres de féminas (también varones, pero no vienen al caso). Me refiero a las empleadas del hogar, si las hubiere, que utilizan los artilugios modernos a tal velocidad que van a precisar de cursillos intensivos de Circulación Vial, ya que frenan con lo primero que se ponga a su alcance y, por mor de ese ritmo desenfrenado, se antoja imprescindible el uso del tres en uno que lubrifique debidamente sus cojinetes o mecanismos internos, tales como sus ‘bisagras rotulianas’; azotan las puertas con los latiguillos de la fregona, flagelando; sacuden con fruición, castigando; ‘taconean’ de manera rítmica, compulsiva y rabiosa (veinte nudos es su velocidad de crucero); los objetos se desploman por doquier, habida cuenta las ráfagas huracanadas que los ‘cimbrean’; la tapadera del inodoro se deja caer sin amortiguación alguna (menos mal que algunas originales de manera maciza han sido remplazadas por las de plástico); y las puertas, que presentan unos tiradores, pomos o picaportes al uso, las cierran mejor a presión, al portazo y a cualquier hora. Y no se lo pierdan… ¡a todo esto seguimos durmiendo como si nada!
El teléfono, mal utilizado, conlleva o monopoliza el uso de dos aumentativos (‘azos’), el timbrazo y el bocinazo, siempre a escasas distancias del factor común de todo el sistema… ¡la almohada!
¡Charlas!: ‘conversaciones o diálogos’ de todo el que entra, prácticamente ‘a gritos’, amplificadas por esos pasillos de Dios y que configuran un eco insoportable. ¿Dónde estamos? ¡Hay que trasladarse, viajar, realizar el trasvase mental consiguiente! ¿Adónde vamos?: A esos funiculares utilizados en la estación de Sierra Nevada, que van desde Prado Llano a Borreguiles y en los que, asomando la cabeza fuera del habitáculo, le gritas a pleno pulmón a la madre naturaleza con fuerza inusitada. ¡Cuestión de imaginación y de descargar energía negativa!
Qué razón tenía ZENON DE ELEA cuando dijo aquello de: “Recordad que la naturaleza nos ha dado dos oídos y una sola boca, para enseñarnos que vale más oír que hablar”.
El resumen de todo lo expuesto presenta unas consecuencias que, a modo de escalonada síntesis, serían: estrés, ansiedad, hipertensión, aislamiento, paupérrima audición, ‘surmenage’, especialistas en crucigramas, sudokus o solitarios’, y ‘gilipollez’ progresiva… ya en el tramo final.
Hay que poseer una gran fuerza mental y una enorme capacidad de adaptación o abstracción para, sin tener casi nada que hacer, evadirse o buscar situaciones idílicas que transformen estos aberrantes decibelios en orquestaciones celestiales, que seden y sosieguen el espíritu.
Debemos echar mano, ¡otra vez!, de la madre tecnología y construir una sosegada y revitalizadora paz interior a base de evasión relajada, confort moderno, cierre centralizado de puertas, aire acondicionado en todo el piso, colchones de látex para el descanso prolongado y programado, blindaje con el exterior, independencia absoluta, GPS para los visitantes (así irán, indefectiblemente, al lugar más alejado de nuestra almohada), elevalunas que insonoricen… ¡y qué sé yo!
Con ella lograremos respetar el descanso de los demás, el saber escuchar y el no tratar de convencer al ‘otro’ por la fuerza de la voz.
Y para terminar una petición… ¡recapaciten sobre lo tratado!:
Todos y cada uno de nosotros puede aportar su granito de arena para evitar que a nuestro “vecino” le alcance nuestras “iras decibélicas”. Protegeremos nuestra intimidad y, a la vez, aumentaremos nuestra comprensión por los demás. ¿Creen que merece la pena intentarlo?
No hagan caso de NAPOLEÓN BONAPARTE. Se le ocurrió decir: “Si no puedes con tu enemigo, únete a él”. ¡Lo que faltaba! Es más ejemplarizante lo escrito por RAINER MARÍA RILKE: “¿Quién, si gritara yo, me oiría entonces entre los coros de los ángeles?”.
Juan de León Aznar – febrero’2022
