La Columna de Don Juan León: “Una colección de anécdotas es el mayor tesoro para el hombre de mundo”


El gran poeta alemán Johann Wolfgang von Goethe (Fráncfort del Meno, Alemania, 1749; Weimar, Alemania, 1832)escribió: “Una colección de anécdotas y máximas es el mayor tesoro para el hombre de mundo que acierte a intercalar las primeras en su lugar debido, y a recordar las segundas en el caso oportuno”.

  Anecdotario según la RAE es una colección de anécdotas. La temática de éstas es variopinta, ya que pueden tratar de personajes famosos, de hechos históricos, de curiosidades numéricas o de cuestiones triviales sin mayor trascendencia. Generalmente se leen en libros o en revistas especializadas o se escuchan en conferencias. Y sin más dilación vamos con el primero de ellos.

     Se trata de ‘rebuscar’ algunas, que sean del agrado del lector con el único fin de pasar un rato agradable y desenfadado. Y si encima enriquecen nuestro saber… ¡mejor que mejor!, porque indica el nivel de satisfacción… ya de por sí favorable. 

     El cardenal Mariano Rampolla del Tindaro (Polizzi Generosa, Italia, 1843, Roma, Italia, 1913), cuando era secretario del papa León XIII, Vicenzo Raffaele Luigi Pecci, el número 256 de la Iglesia católica y quien promulgó la primera encíclica social “Rerum novarum”, recibió la visita de un joven de la vetusta nobleza francesa que dijo querer confesarse con él.

     La confesión fue extensa y los pecados, especialmente y en su mayoría, agredían al sexto mandamiento y eran incontables.

     ¡Hijo mío!, le dijo el cardenal, ¿qué te ha impulsado a venir al tribunal de la penitencia? 

     “Eminencia, contestó, es que voy a casarme dentro de unos días”.

     “Entonces, hijo mío, no te voy a imponer ninguna penitencia: ¡ya es bastante con la del matrimonio!”. Algo misógino, ¿no?

     Un día el cardenal Jacques Davy du Perron (Saint-Lô, Francia, 1556; Bagnolet, Francia, 1618) ante Enrique III de Francia (1551 – 1585, asesinado) pronunció una elocuente disertación probando la existencia de Dios. Cuando terminó su parlamento dijo: “Acabo de probar la existencia de Dios. Mañana, si vuestra majestad me lo permite, probaré que no existe”

     Al rey no le agradó tanto cinismo y expulsó al purpurado de la corte.

     Un soldado del ejército del mariscal Mauricio de Sajonia, al servicio de Luis XIV de Francia fue encontrado culpable de haber robado gallinas por valor de seis francos y condenado a muerte

     El mariscal, que estaba presente, le espetó: ¡Eres un idiota! ¡Jugarte la vida por seis francos!

     A lo que el soldado replicó: “Mi general, en el frente me la juego cada día por veinticinco céntimos”.

     Ni que decir tiene que al gerifalte le cayó en gracia y fue indultado.

     La ‘peluca’ de Carlos II de Inglaterra configura una truculenta, disparatada y sórdida historia no apta para ojos y oídos castos, según sea leída o escuchada. Nació este caballero el 29 de mayo de 1630, falleció el 6 de febrero de 1685 y ambos hechos sucedieron en Londres. Fue el primer rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda después de la República de Oliver Cromwell. Su padre, Carlos I, fue ejecutado en 1649, una vez acabada la Guerra Civil inglesa.

     Los republicanos solían llevar el pelo corto y los realistas lucían melenas. Las extravagantes pelucas ocultaban la tendencia parlamentaria, donde la largura y el color tenían su porqué.

     Mientras estuvo exiliado en Francia llevaba una peluca especial, porque entre sus largos rizos abundaba el vello púbico de sus decenas de amantes. Llegaba a encargar retratos oficiales de sus “reinas” en poses provocativas y el ‘preciado’ objeto fue enviado como presente al conde de Moray, que vivía en Escocia, como recuerdo de un pasado repleto de fiestas y orgías con máscaras y mujeres. 

     La peluca acabó en un Club de caballeros escoceses dedicado a la ‘celebración de la sexualidad masculina’ y permaneció allí hasta 1775. El propio conde la llevó a su nuevo club sexual.

     Actualmente, se encuentra en una pequeña caja en el museo St. Andrews (Escocia).

     Reinando Felipe IV, “el Grande o el Rey Planeta” (Valladolid, 1605; Madrid, 1665), Gaspar Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, IX duque de Medina Sidonia, obsequió al matrimonio real en el lugar conocido como Coto de Doñana con un ‘ligero’ ágape, que el “doctor Thebussem”, seudónimo de Mariano Pardo de Figueroa, explica a la perfección:

     200 jamones; 100 tocinos; 300 quesos; 400 melones; 1000 barriles de aceitunas; 8000 naranjas; 3000 limones; 2400 barriles de ostras y lenguados en escabeche; 1400 pastelones de lamprea; 1000 gallinas; 10000 huevos; 600 cabras paridas, que daban 20 arrobas de leche diarias; amén de pavos, cabritos, conejos, faisanes, perdices y pescados frescos.

     800 fanegas de harina y 1500 de cebada; 80 botas de vino y 10 de vinagre; 400 arrobas de aceite, 300 de fruta, 600 de pescado, 50 de manteca de Flandes, 50 de miel, 200 de azúcar, 200 de almíbares y 400 de carbón; y 10 carretadas de sal y 250 de paja.

     Todos estos abastecimientos surtían a cocinas de 120 pies de largo cada una. Si sumamos a lo expuesto el rico menaje, las viviendas, los vestidos de los pajes, monteros y señores, los aderezos de coches y caballos, las partidas de caza, pesca, las comedias, bailes, música, castillos de fuego y los valiosos regalos de telas, armas y joyas a cada uno de los asistentes… nos da un ‘pastizal’… ¡los 300000 ducados de la época que le costó al duque! 

     ¿Han entendido el por qué escribía en el primer párrafo del artículo lo de ‘curiosidades numéricas’?

     Ya lo afirmaba el griego Plutarco de Queronea o Lucio Maestrio Plutarco, una vez conseguida la ciudadanía romana: “A veces una broma, una anécdota, un momento insignificante, nos pintan mejor a un hombre ilustre, que las mayores proezas o las batallas más sangrientas”.

Juan de León Aznar… ¡ya de vuelta!


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