La Columna de Don Juan León: “¡Tómatelas! ¿O quieres morirte y tirar a la basura estas medicinas que tanto costaron?”


Abrimos un nuevo capítulo de esta saga o sucesiones de anecdotarios con el octavo y deseo comenzarlo con una cita del gran escritor irlandés Óscar Fingal O’Flahertie Wilde, conocido como Óscar Wilde (Westland Row, Dublín, Irlanda, 1854; París, Francia, 1900), que fue una celebridad en su época por su aguzado ingenio:

“Con la libertad, las flores, los libros y la luna, ¿quién no sería perfectamente feliz?”.

     Y digo yo, si somos libres, numeramos pétalos, interpretamos o desciframos lecturas y nos deleitamos contemplando nuestro satélite… ¿no merecemos ser un poco más felices o sentirnos afortunados?

En otros tiempos, la mayoría de las medicinas se ‘fabricaban’ con infinidad de componentes: diversas cenizas (col, liebre, huevo, ave, cantáridas…), piedra judaica, esponja, piedra de hígado de buey, simiente de malvavisco, salsífraga, goma arábiga, espicanardo, culantro…

Cantáridas (insecto coleóptero, tipo escarabajo); malvavisco (planta milenaria); salsífraga (hierba perenne que encontramos en los bosques); espicanardo (nardo, familia de las valerianáceas); y culantro, no cilantro, ya que el primero vive a la sombra del segundo (hierbas aromáticas de uso gastronómico y medicinal).

     El farmacéutico moderno las llama ‘recetas de escopeta’, que consiste en ‘dispararle’ a la enfermedad con cientos de drogas con la esperanza de acertar con alguna.

     Si a todo esto le añadimos las purgas y las sangrías… el índice de mortalidad estaba plenamente asegurado y garantizado.

     Se le atribuye esta anécdota al noble, político y escritor español, maestro de la prosa satírica, Francisco Gómez de Quevedo y Villegas Santibáñez y Ceballos (Madrid, 1580; Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645). 

     Un médico le prescribió una purga. Él, en vez de tomarla, la arrojó al vaso de noche o bacinilla. Volvió el médico, miró el orinal y exclamó:

     “¡Oh, qué cosa tan pestífera! ¡Qué daño no había de causar dentro de un cuerpo humano! A lo que Quevedo replicó:

     “Por eso no quise yo que entrara en el mío”. 

     Un abogado de una capital de provincia francesa tenía como adversario en una causa a un ilustre abogado de París. La fama de éste era tal que se daba por descontada la derrota del provinciano. Cuando le tocó hablar a este último, empezó diciendo:

     “Con la venia. Cuando en una casa alguien sufre una ligera indisposición, se consulta el caso con el farmacéutico; cuando el enfermo tiene fiebre se llama al médico; pero si el caso es desesperado se recurre a una celebridad”.

     “Así para esta causa: evidentemente la parte contraria cree su caso desesperado y ha llamado a mi ilustre colega parisiense para defenderla”.

     Obviamente, ganó el pleito.

     En el “Noticiero Navarro” del año 1901, según José María Iribarren, se podía leer:

“Purgante de Andrés y Fabia. Corrige inmediatamente: inapetencia, afecciones nerviosas, vahídos, estreñimientos, dolores de cabeza y otros padecimientos de estómago”.

     O lo que es lo mismo… ¡la inmortalidad al alcance de cualquier mortal! 

     Y habrá que comentar algo sobre el precio de los medicamentos:

     No había nada hacer, el enfermo se moría sin remisión, desahuciado por el médico yacía en su lecho y en la mesita de noche ‘reposaban’ un sinfín de medicinas.

     Un amigo que se encontraba a su lado trataba de que tomara una bebida:

     “¡No quiero, tiene un gusto horrible!”, contestó el valetudinario individuo.

     “No seas terco”, replicó el amigo. ¡Tómala! ¿O es que quieres morirte y que haya que tirar a la basura estas medicinas que tanto costaron?

     Se las tomó a la fuerza, consciente y mentalizado del desembolso efectuado.

     Los vocablos facha y rojo, oídos hasta la saciedad y el hartazgo, eran muy utilizados  en la zona republicana y durante la guerra civil española, respectivamente. Lo usaban la gente vulgar y ordinaria de izquierdas para designar a los que no participaban de sus ideales y, del mismo modo, el término coco se empleaba por la gente arrabalera de derechas para calificar a los que no eran de su condición.  

     ‘Facha’ viene del italiano ‘fascista’ y data de los años 30. ‘Coco’ es de origen más moderno y empezó a ser utilizado por los franceses para aludir a los comunistas y, más tarde, a los pertenecientes a los partidos de izquierdas.

     Por cierto, según el Diccionario de la Academia, el palabro falangista se refiere a uno de los componentes de una falange. ¿Ejemplos?: 

     Las primeras fueron las sumerias, después aparecieron las falanges espartanas o macedónicas en la Antigua Grecia y luego fueron imitadas por varias civilizaciones mediterráneas, como la romana. ¡Ay, esa historia, tan denostada!

     No debemos obviar a las familiares falanges, falanginas y falangetas, que configuran los dedos de nuestras manos y de nuestros pies. Todos ellos presentan tres falanges proximales, menos los pulgares que tienen dos.

     Y cierro el capítulo con una cita del genio de la pintura Vincent Willen van Gogh (Zundert, Países Bajos, 1853; Auvers sur-Oise, Francia, 1890), el autor de “Los girasoles”, “El dormitorio en Arlés”, “La noche estrellada”, “Lirios”, “Los comedores de patatas”, “Trigal con cuervos”, “Terraza de café por la noche”, “Almendro en flor”, “Autorretratos” …

     “Siempre estoy haciendo lo que no puedo hacer, con el fin de aprender cómo hacerlo”.

Juan de León Aznar… esperando las lluvias de las cabañuelas’2023


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