La Columna de Don Juan León | “Sin responsabilidad, no hay dos días iguales. Con ella, el tiempo ‘vuela’, por la rutina y la monotonía de lo cotidiano”


Someter a nuestra mente a una vida rutinaria implica llegar a perder agilidad mental, ya que la monotonía, que proviene del griego y se define como la falta de variedad en cualquier cosa, atrofia el cerebro. Por tanto, debemos mantener activa la mente para evitar su envejecimiento prematuro

     Por ello, muchas veces se aconseja romper con la rutina y la zona de confort y atreverse a hacer cosas nuevas para así evitar nocivos efectos como ansiedad, angustia, desmotivación, estrés, falta de concentración o pérdida de creatividad.

     Obviamente, se relaciona muy directamente con el aburrimiento, la regularidad, la rutina y el tedio, ya que todos los días ocurren de igual o similar forma, con las mismas obligaciones, la visualización de los mismos personajes, la repetición de las tareas y con idénticos horarios.

     Una escapada de fin de semana en un delicioso enclave, la salida a un restaurante para degustar una íntima y romántica cena, el regalo de un ramo de flores o una entrada para acudir al teatro, pueden ayudar a romper la monotonía en el seno de la relación de pareja.

     Pues, con lo expuesto, nos adentramos en el anecdotario cincuenta y siete. ¡Qué paciencia la de vosotros/ustedes!

     Por eso, la escritora y ‘salonnière’ (salón literario parisino) francesa Anne-Louise Germaine Necker, baronesa de Staël Holstein, conocida como Madame de Stël (París, 1766 – 1817), se refirió al tema tratado de esta guisa: 

     “Cuando alguien se ha habituado en ciertos lugares a una dulce monotonía, no apetece ningún género de distracciones, ni aun por una sola vez, con el fin de no llegar a descubrir que se aburre todos los días”.

     Creía en una inteligencia femenina tan potente como la masculina, pero dotada de una sensibilidad superior, exigió que la mujer fuese educada con igualdad respecto a los hombres, que la relación marido – mujer se desarrollara en un marco de homogeneidad y detestaba las convenciones.

     En las Cortes de la Segunda República (1931 – 1939), el diputado socialista aragonés José Algora Gorbea (Magallón, Zaragoza, 1884; Zaragoza, 1952) enfatizó su alocución diciendo: 

     “Eso está más claro que la luz que nos alumbra”.

     Y en ese momento se fue la luz. ¿Casualidad?

     En las mismas Cortes, y presidiendo la sesión el catedrático Julián Besteiro Fernández (Madrid, 1870; en la cárcel de Carmona por una infección, Sevilla, 1940), éste pidió a un diputado que no interrumpiera al orador, diciendo aquél: 

     “Es que hace tanto calor que no se puede seguir. Pido al señor presidente nos autorice a quitarnos las americanas”, a lo que respondió Besteiro:

     “Permiso concedido, a condición que cada uno se limite a quitarse la suya”.

     En una reunión con sus ministros, el primer canciller de la Alemania Occidental Konrad Hermann Joseph Adenauer (Colonia, Alemania, 1876; Rhóndorf, Bad Honnef, Alemania, 1967) opinó sobre una importante cuestión de forma diametralmente opuesta a como lo había hecho en una reunión anterior. Uno de sus ministros se lo hizo saber y el gran político respondió:

     “¿Me va a impedir usted ser hoy más inteligente que ayer?”.

     Para defenderse de la recriminación de la que era objeto por desatender la política exterior para dedicarse a la interior, el estadista francés de la Tercera República, Joseph Marie Auguste Caillaux (1863 – 1944), dijo:

     “Es que con la política interior ocurre lo mismo que con el amor: no se puede pensar en otra cosa cuando se está haciendo”

     Dos jóvenes diputados ven pasar por la Cámara de los Comunes al colosal estadista inglés Winston Leonard Spencer- Churchill (1874 – 1965), de quien ya me he ocupado en anteriores anecdotarios, y uno susurra al otro:

     “Se dice que el viejo está perdiendo agilidad mental”.

     Rápido como el rayo, el gran político se vuelve y les espeta:

     “También se dice que el viejo se está quedando sordo”.

     Al igual que ocurre con Churchill son geniales muchas de las frases y definiciones atribuidas al gran político del siglo XIX, artífice del régimen de la Restauración o el regreso de los Borbones, Antonio Cánovas del Castillo (Málaga, 1828; Mondragón, Guipúzcoa, 1897), amén de su proverbial galantería.

     Murió asesinado por tres disparos en el balneario guipuzcoano de ‘Santa Águeda’, donde se trataba de sus achaques de glucosuria (glucosa en la orina), cuando contaba 69 años. 

     El criminal anarquista respondía al nombre de Michele Angiolillo, aunque se hizo pasar por corresponsal del periódico ‘Il Popolo’ con el falso nombre de Emilio Rinaldini

     Al señalar los lugares en la mesa, una duquesa cuyo esposo estaba ausente, dijo a Cánovas:

     “Esta noche va usted a ocupar el puesto de mi esposo”.

     El político respondió presto: “¿Hasta qué hora señora?”.

     En presencia de José María de Salamanca Mayol (1811 – 1883), primer marqués de Salamanca, también malagueño como él, respondió Cánovas a una dama que le preguntaba si era cierto que los de Málaga eran tan inteligentes como se decía:

     “¿Qué si lo son? Figúrese usted, señora, que a éste y a mí nos echaron de allí por tontos”.

     La residencia de nuestro ’invitado’, llamada ‘La Huerta’, era un magnífico palacete rodeado de un bello jardín y situado en pleno Paseo de la Castellana, regalo de boda de sus suegros.

     La primera vez que lo visitó su íntimo amigo, el político, historiador, periodista y escritor, que fuera presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República entre 1873 y 1874, Emilio Castelar y Ripoll, (Cádiz, 1832; San Pedro del Pinatar, Murcia, 1899), viéndolo entre toda esa magnificencia, y en el jardín lleno de palmeras, le dijo:

     “Antonio, tú no eres Antonio, eres Cleopatra”

     Y cierro con una inmodesta frase de propio cuño:

     “Sin responsabilidad, no hay dos días iguales. Con ella, el tiempo ‘vuela’, por la rutina y la monotonía de lo cotidiano”

     A edades tempranas no es muy usual vivir dos días de la misma guisa. Más tarde, los hijos, el trabajo, la economía familiar y el torrente mundano… ¡lo absorbe todo! 

Juan de León Aznar … oteando en el horizonte el Día de Andalucía de febrero’2025


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