La Columna de Don Juan León | “Recuerda que de la conducta de cada uno depende el destino de todos”


A lo largo de la Historia han proliferado fascinantes personajes, que han dejado su impronta o huella en nosotros a través de sus excepcionales proezas o conquistas y que han captado la atención de historiadores, investigadores, directores de cine o escritores que, deslumbrados por sus fabulosas hazañas a lo largo de sus vidas, han tenido asaces y sólidos argumentos para sus series televisivas, películas o libros, plasmando sus existencias en hojas o cintas y proyectado un mayestático legado para la posteridad. 

        ¿Ejemplos?… ¡Incontables!, pero señalaremos a algunos, que destacaron por sus sonados logros: los egipcios Ramsés II y Cleopatra; el macedonio Alejandro el Magno; el cartaginés Aníbal, los romanos Publio Cornelio Escipión “el africano” y Cayo Julio César; el carolingio Carlomagno; el castellano Rodrigo Díaz de Vivar “el Cid Campeador”; el genovés (?) Cristóbal Colón; el francés Napoleón Bonaparte; la rusa Catalina II “la Grande”

        Obviamente no me olvido de pensadores, humanistas, músicos, pintores, escritores, escultores, científicos… como Aristóteles, Platón, Sócrates, Sófocles, Virgilio, Horacio, Séneca, Avicena, Galileo Galilei, Leonardo da Vinci, Rafael, Miguel Ángel, Murillo, Velázquez, “El Greco”, Van Gogh, Rembrandt, Alonso Cano, Berruguete, Cervantes, Shakespeare, Beethoven, Mozart, Verdi, Strauss, Bach, Pasteur, Madame Curie, Darwin, Gandhi, Buda, Confucio, Edison, Newton, Einstein, Dalí… ¡dejo a su elección completar el listado, según sus preferencias!

        Y voy a optar por descubrir particularidades o peculiaridades, menos conocidas, del tercer personaje del segundo párrafo. Sí, me estoy refiriendo al gran Alejandro y la que sigue… es una breve biografía:  

        Su abuela paterna, Eurídice, reina de Macedonia durante veinte años, estaba casada con el rey Amintas con quien tuvo tres hijos: Alejandro, que solo reinó unos meses; Pérdicas, que murió en el campo de batalla a los 25 años y ordenó el asesinato de Ptolomeo, segundo esposo de Eurídice (solo llevaba tres años en el poder, después de suceder a Alejandro); y Filipo, padre de Alejandro III, que intentó matarla. Acusada de urdir la muerte de su hijo Alejandro fue exiliada a Calcidia (península a la derecha de Macedonia, que albergaba a la familia de Aristóteles), pero los enemigos de Filipo le hicieron creer a este que murió de una enfermedad infecciosa e incinerada. Conspiró para acuchillar a Filipo y coronar a su nieto Alejandro. El médico de Amintas era Nicómaco, padre de Aristóteles, asistió en el nacimiento de Alejandro III y vivía en Estagira, provincia de Macedonia.

        Nació en Pella (actual Pela, capital de Macedonia) el día seis del mes de hecatombeón, al que los macedonios llamaban Loo (últimos días de junio y primeros de julio) en el año 356 a.C., murió en Babilonia el 10 o 13 de junio de 323 a. C. y era hijo de Filipo II, que falleció en el 336 a.C. y de Olimpia

        Alejandro subió al trono a los veinte años y reinó casi trece; ladeaba la cabeza hacia el lado derecho como rasgo característico debido a un estrabismo vertical en el ojo izquierdo y una tortícolis; sus cabellos eran rubios y pálidos; poseía un ejemplar, que reposaba debajo de su almohada, de la Ilíada de Homero, quien junto a Jenofonte y Eurípides eran sus autores favoritos; tenía un ojo azul y otro marrón (particularidad ocular denominada heterocromía, en la cual un iris es de un color diferente al otro); las comidas eran frugales, su ropa ligera y hacía mucho ejercicio físico; examinaba y a veces trataba las heridas recibidas por sus soldados; adquirió de su madre una profunda religiosidad; solía ir bien afeitado en contraste con la barba macedonia; aprendió el arte militar en las campañas contra los tracios y los ilirios y en las campañas siempre luchaba en primera línea; participó en la batalla de Queronea (338 a.C.) y en el juramento de Corinto (315 a.C.), creó la Liga Panhelénica (Macedonia, Grecia y Tesalia) y se nombró ‘estratega de los helenos’; sometió a los bárbaros del norte de Macedonia; reprimió rebeliones de ciudades griegas, como la de Tebas que fue destruida; y sometió a toda Grecia.

        Llevó la acción al Asia Menor para proteger a las colonias griegas y derrotó a Darío III en las batallas del Gránico (334 a.C.) en Misia (al norte de Sardes y de Mileto, noroeste de Turquía) y de Issos (333 a.C.), a la izquierda del norte del Eúfrates, conquistó Egipto, se proclamó “hijo de Zeus” en el oasis de Ammón y fundó la maravillosa Alejandría. Con la victoria de Arbelas en el 331 a.C., en la llanura de Gaugamela (cerca del actual Mosul, en Irak) venció definitivamente a los persas.

        Dejó en su día esta frase: “Recuerda que de la conducta de cada uno depende el destino de todos”.

Relación de personas que acompañaron a Alejandro o tuvieron una relación directa con él en su gran aventura: ¡la de llegar a la India!

Amante: la noble persa Bersine, viuda de los hermanos Mentor y Memnóm de Rodas, con sus hijos ilegítimos Eteocles (también llamado Heracles de Macedonia) y Phraates. El abuelo de los niños era el sátrapa Artabazo II de Frigia

Esposas: Roxana, “Pequeña estrella resplandeciente” (abril del 327 a.C., ella 20 años y él 29) hija de Oxiartes de Bactria, señor de la llamada ‘Roca sogdiana’; Barsine-Estatira, hija mayor de Darío III (matrimonio celebrado según el rito macedonio de cortar el pan con la espada y ofrecérselo a la esposa), que le recordaría a su gran amor Bersine; y la princesa Parysatis, hija menor de Artajerjes III.

Hijo: Alejandro IV (póstumo), que fue causa de disensión entre el ejército macedonio antes de haber nacido. Unos pensaban proclamar rey a Filipo Arrideo, hermano con discapacidad intelectual de su padre; y otros, como Pérdicas, esperaban al varón que diera Roxana, que reinaría junto a su tío Filipo. Su madre y él fueron asesinados por orden de Casandro, antiguo general y nuevo soberano de Macedonia. Anteriormente, y para que él reinara, su madre había ordenado matar a las dos esposas de su padre.

Hermana: Cleopatra, viuda de Alejandro de Epiro. No participó, pero los hermanos se tenían adoración.

Preceptor: el gran pensador Aristóteles, un regalo para su viva inteligencia, lo tuvo a su cargo durante cuatro años y siempre lo recordó con respeto y afecto. 

Ayo: Lisímaco, al que llamaba Fénix, que era el tutor de su héroe legendario Aquiles.

Pedagogo: Leónidas, contratado por su madre y que modeló su educación militar con costumbres espartanas, aunque no guardó un grato recuerdo de este duro maestro.

Príncipe heredero: Amintas de Lincéstide, primo suyo.

Generales: Parmenión con sus hijos Héctor (murió ahogado en un río), Filotas y Nicanor; Hefestión; Clito ‘El Negro’; Tolomeo; Seleuco; Pérdicas; Lisímaco; Crátero; Leonato; Meleagro; Simias; Nearco (almirante de la flota); y Antípatro, que se quedó como regente en Macedonia.

Otros militares relevantes: Poliperconte, Koinos y Onesícrito (vicealmirante).

Secretario general: Eumenes de Cardia.

Administrador: Hárpalo, segundo del anterior.

Historiador del viaje: Calístenes, sobrino de Aristóteles.

Ingeniero jefe: Diadés.

Adivino: Aristandro.

Médico personal: Filipo, al que en ocasiones lo llamaba “iatré”. El maestro Nicómano, padre de Aristóteles, ayudó en su nacimiento.

Intérprete favorito: Tésalo.

Sirvienta personal: Leptina.

Concubina: Campaspe, retratada por Apeles, su pintor favorito y que sirvió de modelo a “Venus saliendo del mar”.

Confidente: Eumoldo de Solo, reina de las amazonas raptada por los cimerios y vendida.

Bailarina: Tais, ateniense.

Eunuco personal: Bagoas, regalo de su esposa Estatira, que también sirvió a Darío III y que fue nombrado uno de sus trierarcas (hombres de capacidad administrativa y carácter que supervisaban y financiaban la construcción de barcos).

Titulares exclusivos: Apeles, pintor; Lisipo, escultor; y Pirgóteles, lapidario.

Caballo: Bucéfalo, de color negro y gran planta.

Perro: Peritas.

Enemigos: Darío III, el gran emperador persa asesinado en Persépolis por su segundo, Beso, cuando contaba 50 años, y Marceo, griego, sátrapa de Babilonia, pasado finalmente al bando de Alejandro. 

Madre de Darío III: Sisigambis, “Gran Madre”.

Hermano del rey e hijo de Marceo: Oxatres, posteriormente cortesano de Alejandro.

Gastronomía: Bocado de Néstor (reconstituyente a base de miel, harina, vino y queso).

Consejo de los Compañeros: convocaba a sus generales ante un asunto urgente o especial.

Medidas: parasanga (legua europea, alrededor de 5 km.), estadioso furlong (0,2 km), pies (30,5 cm) y codo (0,5 m).

Moneda: estátero de oro, el primero acuñado por Filipo con la imagen de Alejandro.

Bandera: estandarte rojo con la estrella argéada, emblema de la dinastía macedónica, estrella o sol simbólico de dieciséis rayos y que representa los cuatro elementos (agua, tierra, fuego y aire) y los doce dioses del Olimpo. Fue encontrada en Vergina (Macedonia) en 1977.

Bandos: los persas con sus famosos carros falcados y la guardia especial “Los Inmortales”, medos, bactrianos, sogdianos, escuadras de hircanios (su capital era Zadracarta), gedrosios, escitas, arios (su capital era Artacoata), sacas y cadusios.

Falanges macedónicas: hoplitas griegos, agrianos, tesalios, tracios, escuadrones de los hetairoi (caballería pesada), tribalos, batallones de pezetairoi (infantería) y “La Punta”, caballería de Alejandro.

Reyes persas: Cambises I fue derrotado por los etíopes; Darío I por los 

escitas; y Altajerjes I, por los ‘Cien mil de Jenofonte’

Muerte: creencias de envenenamiento en un banquete (por ‘ballestera’) o malaria (navegó por aguas pantanosas unos días antes), pero fue por una enfermedad neurológica, llamada síndrome de Guillain-Barré (dolor muscular y parálisis), tras sufrir una infección bacteriana por haber ingerido algún alimento en mal estado o mal cocinado.

Testamento (tres deseos):

1.- Que los médicos porten mi ataúd y carguen con mi cadáver para que ellos y todos sepan que ni los mejores entre los médicos de los hombres tienen nada que hacer ante la muerte.

2.- Que todos los tesoros que había acumulado en sus 13 años de conquista, que formaban varias fortunas en forma de oro, plata, piedras preciosas, joyas… debían ser esparcidos por el camino que llevaba a su tumba.

3.- Que mis manos, las manos del rey macedonio, deben quedar fuera del sepulcro y a la vista de todos, colgando.

        Vaticinó su futuro cuando dijo: “Preferiría vivir una vida corta y llena de gloria, que una larga sumida en la oscuridad”. Como así fue… ¡a los 33 años!


Juan de León Aznar… arranca marzo’2023


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