¡Cómo cambia un significado con el uso de tres palabros! Me refiero a ser o no tener, o lo que es lo mismo, ser escrupuloso o no tener escrúpulos.
Veamos. Una persona escrupulosa (jamás ‘escrupulose’) tiene dos lecturas:
O se trata de un individuo que controla sus impulsos y que realiza un trabajo con celo, cuidado, esmero y minuciosidad, o nos referimos a una enfermedad, conocida como ‘TOC’ (trastorno obsesivo compulsivo).
En el segundo supuesto se trata de un problema psicológico, caracterizado por un sentimiento de culpa asociado a cuestiones éticas, morales o religiosas, que conlleva angustia y nos acarrea desadaptación o desajuste, ya que no respeta ni leyes ni normas. Lo peor es que esas personas viven atormentadas y si esos pensamientos intrusivos inundan pequeñas mentes les crean sentimientos de culpa, confusión e inseguridad.
En cambio, cuando una persona no tiene reparos en hacer daño a alguien y lo hace a sabiendas de que sus actos no serán considerados ni buenos ni correctos, decimos que carece de escrúpulos.
La escrupulosidad es, en definitiva, el temor obsesivo de no ser lo suficientemente bueno y con ella aprovecho para destapar este anecdotario setenta y dos.
“El fin justifica los medios” es una frase hecha que significa que cuando el objetivo final es importante cualquier medio para lograrlo es válido, en clara referencia a la falta de escrúpulos.
Principalmente, se atribuye al filósofo y político italiano Nicolás Maquiavelo (Florencia, Italia, 1469 – 1527), aunque también se le imputa a san Ignacio de Loyola (1491 – 1556, guipuzcoano y fundador de la Compañía de Jesús), Thomas Hobbes (1588 – 1679, filósofo inglés), Napoleón Bonaparte (1769 – 1821, emperador francés) o Hermann Busenbaum (1600 – 1668, teólogo jesuita alemán).
En una función teatral a la que habían asistido no más de una docena de espectadores, a pesar del gran nombre del primer actor, se presentó éste en el escenario y dijo a sus contados oyentes:
“Me llamo Orson Welles: soy actor, escritor, director, empresario, columnista y, claro está, conferenciante. Y me pregunto ¿por qué yo soy tantos y ustedes tan pocos?”.
George Orson Welles nació en Wisconsin, Los Ángeles, California en 1915 y falleció, también en Los Ángeles, en 1985.
Es bien sabido que Antonia, ‘la Menor’, madre del emperador romano Tiberio Claudio Druso, Claudio I (Lugdunum, Galia, Lyon actual, 10 a.C.; Roma o Sinuessa, Italia, 54 d.C. a los 63 años) y famoso por la serie televisiva “Yo, Claudio”, cuando quería anatematizar o maldecir a alguien, decía:
“Es tan imbécil como mi hijo Claudio”.
Subió al trono ya cincuentón, cojo, tartamudo y pasaba incluso por discapacitado mental, pero fue un brillante estudiante, gobernante y estratega militar.
Asistió a la construcción de numerosas obras públicas, tanto en la capital como en las provincias, fue el primer emperador nacido fuera de la península itálica y se cree que fue envenenado (setas) por su esposa y sobrina Julia Agripina, ‘la Menor’, madre del futuro emperador Nerón Claudio César Augusto Germánico.
Preguntado el cardenal de la iglesia católica estadounidense y vicario apostólico de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos Francis Joseph Spellman (1889 – 1967), a su regreso de un viaje al Japón, qué era lo que más le había llamado la atención en Tokio, dijo:
“Un letrero en el escaparate de una librería que decía: “Hablamos inglés y entendemos el norteamericano”.
¿Les apetece leer una ‘curiosidad curiosa’ que resulta, a la vez, hilarante, llamativa y peculiar? Pues, ¡ahí la dejo!:
Tres jóvenes madrileños, a principios del siglo XX, alborotaban, vestidos de árabes, en la noche barcelonesa, y fueron llevados a la comisaría. El jefe del departamento, con un humor de perros o de todos los diablos, empezó a interrogarlos:
“¿Nombre?”, exigió al primero de ellos.
“Antonio Maura”, fue la respuesta.
“¡Qué bien! Igualito que el presidente del Consejo… ¿Y usted?”.
“Alfonso Dose”. Y aquí estalló el comisario:
“Graciosos, ¿eh? ¡Al calabozo con ustedes dos!”.
Y con cara que presagiaba lo peor, se volvió al tercero, que lo contemplaba con terror y le espetó: “Y tú, ¿también eres gracioso? “No… no”, contestó.
“¡Nombre!”, fue un rugido más que una pregunta:
“Bueno, yo… Me llamo Cristóbal Colón”.
Imposible describir o reflejar con palabras la cara y la reacción del policía… hasta que se aclaró el entuerto.
Efectivamente, Antonio Maura Gamazo era hijo del presidente del Gobierno; Alfonso Dose, un deportista sudamericano… y Cristóbal Colón, pues era Cristóbal Colón de Carvajal y Maroto, duque de Veragua y marqués de La Jamaica y, como es bien sabido, descendiente del Gran Almirante.
Antonio Maura y Montaner (Palma de Mallorca, 1853; Torrelodones, Madrid, 1925), fue presidente del Consejo de ministros hasta en cinco ocasiones durante el reinado de Alfonso XII … y padre del ‘encarcelado’.
Y con los escrúpulos acabamos lo que empezamos:
El gran santo italiano San Felipe Neri (Florencia, Italia, 1515; Roma, 1595), escribió:
“Procura rechazar los escrúpulos, porque turban el alma y engendran la tristeza”.
Juan de León Aznar … pasado San Antonio, felicita a tod@s l@s Juanes’2025
