¡Hay gustos como colores! Esta muy conocida expresión, con sus variopintas tonalidades, da pie a nuestro anecdotario ochenta y siete. Es el dicho más genérico de todos los relacionados con el tema y nos indica la gran diversidad de pareceres
Desde que el mundo es mundo, los colores han representado una fuerte carga de simbología para las múltiples civilizaciones y religiones, que desfilaron a lo largo de esos tiempos. Se identificaron con alegorías, atributos o cualidades, nigromantes poderes, supersticiones, temperamentos, toda serie de virtudes o, simplemente, con estados de ánimo.
Unos, considerados cálidos, como el rojo, el naranja o el amarillo, tenían la etiqueta de agresivos; y otros, como el verde, el turquesa o el azul, fueron catalogados como fríos, y se asociaban con la distensión o relajación.
En nuestro argot coloquial o popular, el del día a día, son harto conocidas las expresiones como:
“¡Se ha quedado blanco como el papel!”; “¡Estoy negro”; “¡Lo ha puesto verde!”; “¡Lo ve todo de color de rosa!”; “¡Prefiero el cine negro!”; “¡Se pone ‘morao’ cada vez que sale!”; “¡Está rojo como un tomate!”; “¡Tiene los labios morados!”; “¡Qué mala cara tiene, está amarillo!”; “¡Ese escritor tiene un buen negro!”; “¡Vaya marrón que le ha caído!”; “Es el garbanzo negro” … Podríamos llenar el folio, ¡qué duda cabe!
En la antigua Roma eran muy aficionados a los carros y a los combates. Las cuadrigas se repartían por equipos y se diferenciaban por colores, que en un principio fueron blancos y rojos (‘albata y russata’) y a los que más tarde se sumaron los azules y los verdes (‘veneta y praesina’). Como ejemplos, los emperadores Vitelio y Caracalla eligieron los azules y Calígula, Nerón y Domiciano los verdes, que han sido, todos ellos, reconocidos por la historia como verdaderos ‘hooligans’ de la época.
El color amarillo es considerado ‘gafe’ por muchos, sobre todo por la gente del teatro, dado que el gran dramaturgo francés Molière, seudónimo de Jean – Baptiste Poquelin, vestía de amarillo cuando murió durante su última representación teatral “El enfermo imaginario” en 1673.
También añade unas connotaciones históricas relevantes:
Fue asociado este color en la tradición cristiana con el azufre infernal dándole un significado peyorativo, convertido en imagen de falsedad, orgullo y traición, y símbolo de adulterio.
En la Edad Media los apestados y herejes vestían de amarillo, amén de que las ciudades asoladas por la epidemia (peste bubónica) debían mostrar una bandera gualda.
Cuando los barcos o los reinos izaban una bandera amarilla era señal de peste u otras enfermedades y así las personas no se acercaban.
El rey aragonés Jaime I “El Conquistador”, otorgó a los judíos de Barcelona en diciembre de 1268 el privilegio de no llevar la roseta amarilla que los distinguía y que era obligatoria llevar cosida al sombrero o al hombro.
En inglés, amarillo (yellow) significa cobarde, y en Francia la risa amarilla se considera una risa falsa.
El pañuelo de cuello y las franjas laterales de los pantalones del famoso 7º de Caballería eran de color amarillo (según Hollywood), al igual que la línea vertical amarilla que se dibujaba en la espalda con pintura y brocha, como marca por degradación y expulsión del ejército tras ser condenado en un juicio militar por traidor, desertor o cobarde.
Durante la Inquisición se les colocó a muchos cómicos el “San Benito”, una túnica ambarina de penitente con una cruz de San Andrés sobre sus espaldas con la que deambulaban por las calles sufriendo el escarnio público.
También era signo de prostitución, herejía y traición. En Hamburgo en 1400 los pañuelos amarillos eran para marcar a las prostitutas y a los herejes.
Combinado con el rojo encontramos uno de los apodos de los jugadores o seguidores de la Associazione Sportiva Roma, conocidos como I Giallorossi (“Los rojiamarillos”).
Cuando éramos pequeños dedicábamos muchas horas a completar nuestras ilusionantes colecciones de cromos futbolísticos. Recuerdo, con añoranza, a aquellos jugadores que posaban en las láminas de aquellos álbumes ataviados con sus inmaculados conjuntos y calzados con borceguíes negros, semienterrados en un tupido césped con una hierba de rabioso verde. ¡Qué contraste colorista! ¡Qué estética! Hoy, me causa estupor comprobar el mosaico de colores desplegados por las botas, tacos incluidos, de los futbolistas: azules, naranjas, rojas, rosas, verdes, policromadas, fluorescentes… ¡y hasta tonalidades distintas para cada pie! Los árbitros también se apuntan a la moda… ‘tiñendo o pigmentando’ sus azabaches uniformes tradicionales.
Descubrimos mares y paseamos por ríos, que se disfrazan o adoptan nombres de colores; figuran y se hacen notar en los títulos de libros y películas; pero, ¿y nuestras alertas (climatología) o nuestras pistas de esquí (desniveles) o nuestros emoticonos (estados de ánimo) o los volcanes que se clasifican por sus erupciones (efusivas o rojas y explosivas o grises)?
¿Y qué me dicen de nuestros adagios? La lista sería interminable, pero ahí van algunos, a modo de ejemplos y que conciernen a lo aquí tratado. Obviamente, las interpretaciones son muy subjetivas y quizá discrepen de la mayoría de ellas:
“Más vale una vez rojo que ciento amarillos”: hacer o decir las cosas en su justo momento.
“Prefiero ponerme colorado una vez que rosado muchas veces”: hay que tratar los asuntos, superficiales o espinosos, con claridad y a la cara. Sobre todo, para evitar los molestos y nada deseables malentendidos.
“A quien lo quiere celeste, no le cueste”: teoría de Maquiavelo sobre el fin y los medios. Es decir, no se deben escatimar esfuerzos hasta alcanzar el bien ansiado.
“La cabeza blanca y seso por venir”: ciertos ‘abuelos’ que, en lugar de ser juiciosos o ponderados, obran de manera irreflexiva.
“Duelos me hicieron “negra, que yo blanca ya era”: los padecimientos deterioran una enormidad.
“El que está a las verdes está a las maduras”: en todo proyecto diseñado por los hombres se participa tanto de los beneficios como de las pérdidas.
“Verde las has segao”: lo que en la naturaleza se recoge antes de madurar, en la vida real supone adelantarse a lo que va a suceder.
“A buenas horas mangas verdes”: la tardanza se manifiesta en su máxima expresión. Demorarse en demasía implica el no llegar a tiempo para resolver un problema. También se decía que los cuadrilleros de la Santa Hermandad creada por los Reyes Católicos con su uniforme verde llegaban siempre tarde al lugar de los crímenes.
“Vayan las verdes por las maduras”: Debemos aguantar las situaciones que vienen mal dadas, así como disfrutar de las buenas. Evitar que nos engañen es una apreciación que también puede ser tenida en cuenta.
“Regostose el asno a las berzas, no dejó verdes ni secas”: puede estar relacionado con el egoísmo o la avaricia, porque es indudable e innegable que cuando algo nos gusta o apetece solemos tener pocos miramientos por conseguirlo. Otra postura maquiavélica.
“Por Todos los Santos, campos verdes y montes blancos”: estamos superando el periodo otoñal y ya se atisba el invierno contemplando los altozanos próximos.
“San Juan brevas, verdes o maduras, seguras”: esta fruta está en su punto por esa época del año y si por San Juan (24 de junio) están apetecibles… por San Pedro (29 de junio) están mejores.
“Es más raro que un perro verde”: equivale a encontrarse un ‘cisne negro’ o un ‘mirlo blanco’. Del primer color citado ha nacido en Golspie Sutherland (Escocia) un ejemplar. La madre, una ‘golden retriever’ que responde al nombre de “Río”, tuvo una camada de nueve cachorros y, entre ellos, a “Forest”. Del segundo color, sabemos que habitaban en Australia cuando fueron descubiertos por los europeos. Del tercero, el blanco… seguimos esperando.
“Reverdecer viejos laureles”: retomar la senda del triunfo que se tuvo, volver a cobrar notoriedad.
“Quien se viste de verde, a su rostro se atreve”: alude a personas engreídas o a las mujeres dadas a engalanarse con colores llamativos. Este color no le sienta bien a todo el mundo, ya que es poco favorecedor para algunas teces. Se menciona en “La Dorotea” de Félix Lope de Vega y Carpio.
“La mancha de la mora con otra verde se quita”: el mal que algo causó sólo lo puede reparar algo de la misma especie. Generalmente, se refiere al ‘mal de amores’, un desengaño se cura con un nuevo amor, más verde, más vital o joven. O lo que es lo mismo, después de una relación sentimental que se ha terminado, el dolor desaparece cuando se inicia una relación con otra persona.
“Jurado ha el baño, de negro no hacer blanco”: nadie puede sustraerse a su manera de ser.
“A la oveja negra, el lobo es la primera que ve”: en clara alusión al protagonista, al que pretende destacar o hacerse notar.
“Al mal panadero hasta la harina le sale negra”: ¡el que no sabe, no sabe! La incompetencia es su principal ‘virtud’.
“Pon tu culo en consejo; uno te dirá que es blanco, otro que es bermejo”: no es aconsejable solicitar opiniones a muchos sobre cualquier asunto, porque luego es prácticamente imposible tomar una determinación.
“De noche, todos los gatos son pardos”: en este refrán, oriundo de España, “pardo” es sinónimo de oscuro. Es en la falta de luz (penumbra) cuando no se distinguen las tachas de lo que se vende, no se perciben las imperfecciones o se disimula lo que se hace.
Se escuchan también locuciones como:
“Estar sin blanca”: una expresión que sigue formando parte del acervo lingüístico español muchos años después de que las monedas correspondientes (perra, cuarto, blanca…) dejaran de tener curso legal. La que nos ocupa es una antigua moneda castellana de plata (vellón), que estuvo circulando por primera vez desde 1334 hasta 1369 en tiempos de Pedro I y que dejó de acuñarse en tiempos de Felipe II.
“Pasar la noche en blanco”: el origen viene cuando ciertas órdenes de caballería exigían al aspirante pasar una noche de vigilia velando sus armas, antes de ser nombrados caballeros. Dicha noche era vestido con una túnica de color blanco y de ahí el dicho.
“Hay que poner negro sobre blanco todas las posturas”: expresar algo con claridad y sobre todo por escrito.
“Verde y con asas, alcarraza (*)” o “Blanco y en botella”: se refieren a cuando la solución a un problema o cuestión cae por su propio peso. Resulta evidente o una obviedad, algo palmario y sin equívocos.
“Busca su príncipe azul (amor anhelado) o “Es de sangre azul” (aristocracia).
“Tiene carta blanca” (del francés ‘carte blanche’): cheque en blanco o libertad total para actuar (persona o grupos).
Existen un sinfín de refranes muy ligados a la climatología, que auguran drásticos cambios meteorológicos (lluvia, viento, buen tiempo…) y en ellos se apoyan muchas de las predicciones populares (‘cabañuelas’, ‘día de la estrella’, ‘noche de San Juan’…):
“Atardecer rojo, mañana gris: viajero te puedes ir”; “Atardecer gris, mañana rojo; saca el paraguas que te mojas”; “Luna con cara roja viento sopla”; “Blanco hielo es de lluvia mensajero”; “Blanca helada, mensajera es del agua”; “Norte, claro, sur oscuro, aguacero seguro”; “Sol amarillo, agua o granizo” o “Cielo rojo al amanecer es que el mar se ha de mover”.
Hasta nuestro insigne Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Ceballos aludió a los colores cuando escribió: “La envidia es tan flaca y amarilla porque muerde y no come”, refiriéndose a este mal nacional y al más común e importante de los siete pecados capitales.
Una cita del gran dramaturgo, poeta y novelista alemán Johann Wolfgang Goethe resume todo lo escrito:
“Al entrar en contacto con un color determinado, éste se sincroniza de inmediato con el espíritu humano, produciendo un efecto decidido e importante en el estado de ánimo” … aunque yo me quedo con la poetisa inglesa Leight Hunt:
“Los colores son la sonrisa de la naturaleza” … ¡qué gran verdad!
Juan de León Aznar … pide perdón por si ha ‘coloreao’ en demasía.
* Alcarraza (vocablo árabe ya olvidado). Se trata de una vasija verde con asas (especie de botijo), que seguía la tradición de los alfareros cordobeses de la época califal. Se fabricaba en arcilla porosa y poco cocida, la cual dejaba salir cierta cantidad de agua y esta, al evaporarse, enfriaba la que quedaba dentro. En definitiva, mantenía fresca el agua.

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