“Más vale una vez colorado que cien descolorido”. ¿Quién no ha escuchado este refrán alguna vez? ¿Y quién no se ha puesto ’colorao’ en ciertas y puntuales ocasiones?
El adagio tiene otras interpretaciones como el numeral mil o las tonalidades verde, amarillo o rosado, pero se refiere a la vergüenza, que es un sentimiento doloroso por tratarse de una mezcla de pesar y odio para consigo mismo, aunque sea cual fuere la exégesis del proverbio se nos recomienda afrontar con decisión las situaciones difíciles, con el palmario objetivo de no arrepentirnos después por no haber hecho lo correcto en el momento oportuno.
En definitiva, se trata de una emoción que nos mueve a ocultar defectos, rasgos o acciones propias, que no deseamos que sean reveladas, por si provocan tanto aceptación como rechazo, ya sea interno o externo.
Algunos de sus sinónimos son: apocamiento, bochorno, retraimiento, rubor, sofoco, sonrojo, timidez…
“Cuando un hombre estúpido hace algo que le avergüenza, siempre dice que cumple con su deber”. Si lo dice el magistral George Bernard Shaw (1856 – 1950), ¡por algo será!
Y lo refrenda Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia (1929 -2009) (¡vaya con el nombrecito!), con lo sencillo que resulta Mario Benedetti:
“No te avergüences de ninguna pregunta, si es sincera. Generalmente son las respuestas las más acreedoras de vergüenza”.
Me da sana vergüenza advertirles que vamos a intentar completar un número redondo de anecdotarios, el sesenta, múltiplo del cinco y equivalente a seis decenas.
Actuaba en Barcelona el que fuera considerado el mejor tenor de su época, Julián Gayarre Garjón (Roncal, Navarra, 1844; Madrid, 1890) y una tarde, paseando por Las Ramblas, vio a un pobre ciego que se desgañitaba intentando con sus cuerdas vocales entonar una romanza, mientras que con sus manos rasgaba las cuerdas de un violín.
Se puso a su lado y el insigne cantante le dijo:
“Usted toque, yo canto”.
Así lo hizo y, en pocos minutos, el necesitado ciego recibió más dinero que en muchos años.
Toreando Francisco Arjona Herrera, “Curro Cúchares” (Madrid, 1818; La Habana, Cuba, 1868) ante Napoleón III Bonaparte (1808 – 1873), y no estando seguro de cómo dirigirse a un monarca francés, le saludó de esta guisa:
Brindo por ‘vú’, por la mujer de ‘vú’ y por todos los ‘vuesesitos’ que podáis tener”.
Fue el único presidente de la Segunda República Francesa y, posteriormente, emperador y último monarca de los franceses desde 1852 a 1870.
Contaba y afirmaba el célebre matador que en París nadie entiende el español, aunque diga que lo entiende, y se basaba en lo que a él mismo le había ocurrido:
“Perdido en los bulevares, preguntaba a todos si entendían el español, hasta que un chaval me dice que sí, que lo entiende. Entonces yo le hablo sencillo y le digo: “Hombre, grasia a Dió, y bendita sea la mare que te parió: ¿quieres hacerme el favó de decirme ónde hay un figón pa jamá, que tengo una carpanta que no diquelo”?
“Y va el chaval y me dice: “No comprendo, no comprendo”.
Hablando del afeitado de los toros, preguntaron a Juan Belmonte García, ‘el Pasmo de Triana’ (Sevilla, 1892; Utrera, Sevilla, 1962), probablemente el torero más popular de la historia y considerado como el fundador del toreo moderno, si en sus tiempos se utilizaban esas prácticas. El gran diestro respondió: “No, porque en mis tiempos los toros no se dejaban”.
Se suicidó el 8 de abril de 1962, a punto de cumplir los 70 años, al dispararse en la sien con el revólver que guardaba en su mesilla.
Una tarde, el orador, jurista y político Antonio Sánchez del Río y López de la Rosa (Ronda, Málaga, 1812; Madrid, 1873), que cambió sus apellidos por los de Antonio de los Ríos Rosas y que fuera presidente del Congreso, dormitaba en un diván del Salón de Conferencias del Congreso, cuando fue despertado por otro diputado, que le dijo:
“Don Antonio, estaba usted dormido”. El despertado le corrigió:
“No, estaba durmiendo”. “Pues es lo mismo”, replicó el otro.
Le explicación llegó a renglón seguido: “No, no lo es. No es lo mismo estar bebido que estar bebiendo”.
Negándose a acceder a las pretensiones de un amigo dijo, el por entonces, Subsecretario de Instrucción Pública Natalio Rivas Santiago (Albuñol, Granada, 1865; Madrid, 1958), abogado, político liberal y escritor:
“Por un amigo llego yo hasta las puertas de la cárcel, pero no entro”.
Conviene recordar que este granadino fundamentó su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia con su tesis: “El alcalde de Otívar, héroe de la Guerra de la Independencia” del 29 de junio de 1940.
A Juan Fernández Cañas le llamaban “el tío Caridad”, “el alcalde de Otívar” o “el coronel”, nació en Gabia (Granada), en su juventud se colocó de guarda en la finca de Cázulas y contrajo matrimonio con María Pérez, una joven del pueblo vecino de Otívar, con quien tuvo dos hijos (varón y hembra).
Volviendo al enunciado: “Prefiero ponerme colorado una vez que rosado muchas veces”, quiero decir que hay que tratar los asuntos, superficiales o espinosos, con claridad y a la cara para así evitar los molestos y nada deseables malentendidos.
Y Pericles (495 – 429 a.C.) lo cierra: “No poder soportar la pobreza es una vergüenza, y no saber rechazarla por medio del trabajo es más vergonzoso todavía”.
Juan de León Aznar … felicitando a los Josés, Josefas, Pepes, Pepas y ‘papis’2025
