La Columna de Don Juan León | “O no han sido presentados, o son marido y mujer”


¿Quién no ha escuchado o leído el aforismo?: “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Se le adjudica al gran erudito del siglo XIX, el estadounidense Benjamín Franklin (1706 – 1790), que aportó otros como: 

     “El trabajo, la persistencia y la diligencia son las madres de la buena suerte” o “La pereza camina tan despacio que la pobreza no tarda en alcanzarla”.

     Aunque un siglo después de su muerte, el escritor, orador y humorista, también estadounidense, Mark Twain (1835 – 1910), se burló en una revista de estos dichos tan popularizados y construyó el adagio: “Nunca dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana” … por simpatizar con los ‘indolentes’. ¡Pelillos a la mar!

     Lo expuesto, que me sirve para iniciar el anecdotario sesenta y seis, está relacionado directamente con esa virtud llamada diligencia, pero no la del famoso western “La diligencia”, que se estrenó en Madrid el 16 de octubre de 1944, dirigida por John Ford y protagonizada por John Wayne y Claire Trevor, si no la que lleva aparejada o está cohesionada con la prontitud, la inmediatez o la rapidez de acción

     ¿Su antónimo?, la pereza, que lleva consigo la negligencia, el tedio o el descuido, coloquialmente conocida como ‘ñáñara’.

     ¿Qué es ser diligente? Pues, sencillamente, ser activo, aplicado, aprovechado, cuidadoso, cumplidor, dispuesto, eficaz, eficiente, hacendoso, laborioso, oficioso o solícito… ¡casi ‘na’, ahí queda eso! 

     “Apresúrate con calma” es una frase atribuida al primer emperador romano, el autócrata Cayo Julio César Augusto (63 a.C. – 14 d.C.), conocido como ‘Octaviano’; pero, como quiera que el dictador y ‘Divino Calvo’, Julio César (100 – 44 a.C.), que perteneció al anterior gobierno de la República, dijera: “Apresúrate despacio”, es fácil suponer que la primera cita es un plagio de la segunda. 

     En el artículo 64 me prodigué en anécdotas sobre el sabio Albert Einstein; y en éste, también lo va a iniciar el mismo personaje, que destacaba por ser bondadoso y más bien tímido, aunque en esta ocasión no lo demostró:

     Una señora le preguntó qué era para él la eternidad, y le respondió:

     “Eternidad es el tiempo que tardaría usted en comprender mis teorías”.

     Se cuenta de Robert Heinrich Hermann Koch (1843 – 1910), otro gran científico alemán, famoso por descubrir el bacilo de la tuberculosis en 1882, que era tan perezoso durante sus años escolares que uno de sus maestros le ordenó como castigo que redactara un trabajo titulado: “¿Qué es la pereza?”, y que no podía tener menos de tres folios.

     El muchacho cumplió el correctivo, entregando a la mañana siguiente tres folios al profesor. 

     En el primero había puesto “Esto”; en el segundo “es”; y en el tercero, “pereza”. ¡Sanción cumplida!

     Observando durante una comida que una pareja no se habían dirigido la palabra, pese a estar sentado uno junto al otro, comentó el doctor Carlos Jiménez Díaz (Madrid, 1898 – 1967), fundador y presidente de la Sociedad Española de Medicina Interna:

     “O no han sido presentados, o son marido y mujer”.

     Explicaba el químico y microbiólogo francés Louis Pasteur (1822 – 1895) a un grupo de amigos y discípulos con los que se hallaba comiendo que las uvas debían de ser lavadas, porque su natural humedad las hace campo propicio para los gérmenes que quedarían en el recipiente con el agua en las que habían sido enjuagadas.

     Mientras daba su explicación, limpiaba sus uvas en el vaso de agua que para tal menester había pedido y, cuando terminó de comérselas, se bebió de un trago el agua con el que, previamente, las había ‘saneado’.

     Con lo cual queda demostrado que Pasteur hacía honor a la fama de despistados o distraídos que tienen los sabios. 

     De ahí que algunos alumnos le preguntaran al ilustre navarro Santiago Ramón y Cajal (1852 – 1934) qué era lo más difícil para llegar a ser sabio y el genio de la neurología, que compartiera el Premio Nobel de medicina en 1906 con el italiano Bartolomeo Camillo Emilio Golgi (1843 – 1926), contestara:

     “Desde luego, lo más difícil son los pequeños detalles, tales como salir con paraguas cuando brilla el sol, no saludar a los más íntimos amigos, olvidar el sombrero. En una palabra, ser distintos”.

     Discutiendo en la Academia de Medicina sobre la mejor medicación para el tratamiento de la gripe, dijo el doctor especialista en medicina interna y también navarro, Antonio Simonena y Zabalegui (1861 – 1941):

     “Lo mejor para la gripe son las naranjas”, y comentó en voz baja al ‘vecino’ de al lado, que no era otro que Ramón y Cajal:

     “Pero lo que nos interesa es saber lo que es mejor contra la gripe”.

     Y tratando sobre la diligencia no podía faltar a la cita el gran filósofo chino Confucio (551 – 479 a. C.): 

     “La sabiduría se preocupa de ser lenta en sus discursos  y diligente en sus acciones”.

     Aunque nuestro mallorquín Raimundo Lulio o Ramón Llull (1232 – 1316), el creador de la lengua literaria catalana, no se queda atrás y utiliza la tan hispana ‘retranca’:

     “La diligencia pronto compra y de prisa vende”

Juan de León Aznar… deseando que hayan disfrutado de las Cruces de mayo’2025


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