Si concatenamos esa serie o conjunto de principios, creencias y convicciones, que guían o marcan nuestra conducta, y que asumimos a lo largo de nuestra vida, ¿a qué estamos aludiendo?
Obviamente, a los valores, ésos que estamos dilapidando a marchas forzadas y que se advierten cada vez menos. No valoramos la realidad, lo que debemos exigirnos o lo que estamos obligados a no hacer, y su falta nos acarrea sensaciones de angustia y malestar. Lo contrario; es decir, actuar de manera coherente, nos produce satisfacción y la limpia y serena conciencia de haber hecho lo correcto.
¿Amabilidad, amor, amistad, altruismo, armonía, autodisciplina, coraje, cortesía, creatividad, empatía, honestidad, humor, justicia, lealtad, paciencia, respeto, seguridad, solidaridad, tolerancia …? ¿Qué son estas memeces o menudencias, este fárrago de sentimientos o esa caterva de sensaciones? ¡Valores!, ni más ni menos.
Nuestra sociedad actual se caracteriza por una gradual pérdida o ausencia de valores, ya que la corrupción, la mentira, el miedo, el robo y la violencia son la realidad cotidiana, que abraza o se ha instalado en todos los sectores: familiar, social, político, religioso, cultural y económico.
Cabría hacerse la pregunta del millón para adentrarnos en el cuarentaiún anecdotario, ¿cuándo los hemos perdido?
“Procure no ser un hombre con éxito, sino un hombre con valores”, escribía el genio alemán de origen judío Albert Einstein, nacionalizado después suizo, austríaco y estadounidense, para que no persigamos solamente el éxito o la riqueza.
El que fuera secretario de Estado de los Estados Unidos, desde 2013 hasta 2017, John Kerry, que actualmente cuenta con 80 años, también se suma a la causa:
“Los valores no son simplemente palabras, los valores son por lo que vivimos. Son las causas por las que defendemos y por lo que lucha la gente” … ¡aunque no sean compartidos!
Un amigo que visitaba en su hermosa casa de campo, próxima a Helsinki, al gran compositor y violinista finlandés, registrado al nacer como Johan Julius Christian Sibelius (Hämeenlinna, Finlandia, 1865; Ainola, Finlandia, 1957), se emocionó al oírle decir, mientras señalaba el jardín y los bosques y los lagos cercanos:
“Esta es la música más bella del mundo”.
Y pasó del entusiasmo a la risa cuando, señalando a un buitre que sobrevolaba sus cabezas, completó el maestro: “Y allí va el crítico musical”.
En una reunión, el famoso dramaturgo, poeta y novelista, perteneciente a la corriente literaria del Modernismo, Ramón María del Valle – Inclán (Villanueva de Arosa, Pontevedra, Galicia, 1866; Santiago de Compostela, La Coruña, Galicia, 1936), quería hablar y no lo conseguía.
En vano intentaba meter baza y los demás seguían hablando como si él no existiese.
De pronto, sacó un revólver y realizó un disparo debajo de la mesa. Se hizo un silencio sepulcral y él, muy tranquilo, dijo:
“Pues como intentaba decirles…”.
Un millonario contrató al gran tenor italiano Enrico Caruso (Nápoles, Italia, 1873 – 1921) para que diera un concierto privado en su residencia de Nueva York. Como quiera que el caché era elevado y los emolumentos no le iban a la zaga, el gran tenor aceptó.
Cuál no sería su sorpresa al comprobar que su auditorio sólo lo componían el contratante y su perro. No obstante, y aunque molesto, empezó a cantar, pero pronto tuvo que dejar de hacerlo, ya que los ladridos del can le habían puesto histérico.
Entonces, mientras de todas las puertas salían sonrientes hombres y mujeres, dijo el dueño de la casa:
“No se ofenda. Es que había hecho una apuesta con mis amigos, a que mi perro era capaz de hacer callar con sus ladridos al mismo Caruso”.
¿Mofa de un epicúreo, voluptuoso o sibarita personaje? ¡Opinen ustedes!
Un individuo, medio misógino, definió a una mujer muy alegre, dicharachera, graciosa y simpática, pero muy vieja, de esta guisa:
“Es como una colección de cuentos amenos encuadernada en pergamino”.
Al conde Amalio Gimeno y Cabañas (Cartagena, 1852; Madrid, 1936), médico, científico y político español, que llegara a ser ministro de la Gobernación durante el reinado de Alfonso XIII, un magnate de las finanzas, queriendo influir en su ánimo para la resolución de cierto asunto que le era favorable, le envió dos magníficos frascos de cristal tallado.
El conde los hizo llenar con el mejor de sus vinos y los devolvió, diciéndole al criado que se los había entregado:
“Diga usted a su señor que mi bodega está a su entera disposición”.
Francisco de la Torre (¿Torrelaguna, Madrid? ¿1534 – 1594?), poeta perteneciente a la poesía renacentista española y del que no existen muchos datos acerca de su vida, dio este consejo a un joven, que quería dedicarse a la literatura:
“Dios de los libros te libre; // deja estudios, busca hacienda, // no tengas cuentas de libros, // sólo ten libros de cuentas //.
Un doctor y un líder espiritual cierran este artículo con dos preciosas citas, que intentan esclarecer este polémico, por controvertido, concepto tratado. Una es del doctor Assegid Habtewold: “Tus valores definen quién eres realmente. Tu identidad real es la suma total de tus valores”; y la otra, pertenece al Dalai Lama: “Abre tus brazos al cambio, pero no dejes ir tus valores” … ¡así sabremos quiénes somos!
Juan de León Aznar… deambulando, según marca la ruta, por este 2024
