Que la lectura es uno de los actos más importantes de la vida es algo palmario, ya que a través de ella podemos adquirir conocimientos, aprender, aumentar nuestra curiosidad, informarnos, mejorar tanto personal como profesionalmente, fortalecer la ortografía, optimizar la memoria, hacernos reflexionar o entretenernos; pero, sobre todo, persigue que nos cultivemos
Y lo que más destaco es que ninguno de los aspectos, antes citados, son excluyentes entre sí, al contrario, se complementan porque tienden a un objetivo común y hacen converger en nosotros un cúmulo de variopintas emociones, sensaciones o sentimientos como el amor romántico, la aventura, el entusiasmo, la inquietud, los sueños, la imaginación, la risa, el llanto…
Pero, necesitamos de un vehículo para que esas obras de gran extensión, manuscritas o pintadas, impresas en papel, pergamino, vitela u otro material, protegidas por cubiertas y que son publicadas en unidades sueltas, en tomos o en volúmenes, lleguen a nosotros… y es aquí donde nacen y se manifiestan los libros.
Bueno, ya hemos arrancado el anecdotario sesenta y tres, así es que vamos a intentar darle forma haciéndonos eco de una breve, pero maravillosa, selección de citas, obviamente orientadas a la afición por la lectura y los libros, y en riguroso orden cronológico, que sin duda alguna ustedes/vosotros pueden/podéis ampliar:
“Si tienes una biblioteca con jardín lo tienes todo” (romano)… Marco Tulio Cicerón (106 – 43 a.C., asesinado).
“No hay libro tan malo del que no se pueda aprender algo bueno” (romano)… Cayo Plinio Segundo, ‘el Viejo’ (23 – 79 d. C., en Pompeya en la erupción del Vesubio).
“Para saber hablar es preciso saber escribir” (griego)… Plutarco de Queronea (46 – 120 d.C.).
“El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho” (español)… Miguel de Cervantes Saavedra (1547 – 1616).
“La lectura es una conversación con los hombres más ilustres de los siglos pasados” (francés), René Descartes (1596 – 1659).
“Los libros tienen orgullo. Cuando se prestan, no vuelven nunca” (francés)… Jean de La Fontaine (1621 -1695).
“La lectura es un viaje de los que no pueden tomar el tren” (francés)… Jean Croisset (1656 – 1738).
“El que sabe leer sabe ya la más difícil de las artes” (francés)… Charles Pinot Duclos (1744 – 1749).
“Sigue leyendo. Es una de las más maravillosas aventuras que cualquier persona puede tener” (estadounidense)… Lloyd Alexander (1924 – 2007).
“Un libro es un sueño que tiene usted en sus manos” (británico)… Neil Gaiman (1960, 64 años).
La escritora y ‘salonnière’ francesa de origen ginebrino Anne Louise Germaine Necker, conocida como madame de Staël (1766 – 1817), era algo bizca y el estadista francés de gran relevancia Charles- Maurice de Tayllerand- Périgord (1754 – 1838), cojo.
En una recepción preguntó la dama al político: “¿Cómo andáis, Tayllerand?”.
Y respondió éste: “Señora, torcido como bien veis”.
Durante un banquete al que asistían representantes de varios países, el jefe de protocolo observó que uno de los invitados deslizaba un salero de oro en su bolsillo.
Al tratarse de un importante personaje prefirió comunicar el hecho al primer ministro inglés Winston Leonard Spencer-Churchill (1874 – 1965).
El político le dijo que lo dejara de su cuenta y de inmediato se guardó él mismo un pimentero de oro en el bolsillo, susurrando después al oído del ‘otro’ descuidero:
“El jefe de protocolo nos ha visto. Será mejor que los devolvamos”.
Una hermosa demostración de piedad fue la que protagonizó Isabel de Hungría (1207 – 1231), después canonizada, cuando entró en la iglesia de Eisenach (Alemania). Ante la imagen del ‘Cristo Crucificado’ se quitó la corona, diciendo:
“No debo yo, pobre criatura, ostentar una corona de oro ante mi Dios, que sólo la tuvo de espinas”.
En los comienzos de su carrera, y durante un ensayo, decía José Luis López Vázquez (Madrid, 1922 – 2009):
“¡Margarita de mi alma…!”.
Y lo interrumpía el director una y otra vez: “¡No, no!”.
Hasta que el actor, profundamente fastidiado, le hizo saber que mejor no lo podía decir, y explicó el director:
“No se trata de decirlo mejor, sino de decir Eloísa y no Margarita”.
Mariano Benavente González (Murcia, 1818; Madrid, 1885), conocido como ‘el médico de los niños’, pasó a la historia, ya no por ser el padre del gran escritor y Premio Nobel de literatura en 1922, Jacinto Benavente Martínez (Madrid, 1866 – 1954), sino por haber sido un gran pediatra, que amaba a los niños, y los curaba con mucho más que medicinas.
Prueba de ello es que en la base del monumento que el pueblo de Madrid consagró a su memoria puede leerse la frase que siempre estuvo en su boca:
“Medicación sencilla, amor fraterno, devuelven la salud al niño enfermo”.
Este proverbio árabe nos muestra la sabiduría y el calado de los adagios:
“Un libro es como un jardín que se lleva en el bolsillo”
Y qué mejor cierre que el del colosal estadounidense Walt Disney (1901 – 1966):
“Hay más tesoros en los libros que en todo el botín de ‘La isla del tesoro’”.
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