¿Miedo o fobia? A pesar de que parecen conceptos similares hay que saber diferenciarlos
Así, miedo es una reacción natural o una experiencia adaptativa ante situaciones u objetos que implican un peligro real, mientras que fobia es un temor a situaciones o cosas que no son peligrosas y que la mayoría de las personas no las encuentran molestas.
Ambas no son heredadas, pero sí pueden ser copiadas. El miedo se basa en la supervivencia, aunque presente un componente irreal. La fobia, por su parte, obedece a respuestas que parecen exageradas, pero que no pueden controlarse.
Existen hasta 470 tipos de fobias, ya que se pueden tener a cualquier cosa; pero, mezclando las usuales con las más raras, nos sale este curioso y extenso listado, dando por hecho que, con algunas y a buen seguro, nos sentiremos ‘identificados, identificadas, identificades’ (?):
Acrofobia (alturas), aerofobia (volar), agorafobia (lugares abiertos y ausencia de ayuda), amaxofobia (conducir), brontofobia (tormentas), claustrofobia (lugares cerrados), crematofobia (dinero), dentofobia (dentista), eisoptrofobia (verse en espejos), enoclofobia (multitudes), glosofobia (hablar en público), halefobia (contacto físico), hematofobia (sangre), macrofobia (largas esperas), necrofobia (muerte), ombrofobia (lluvia) y la zoofobia (animales, y entre estos, la aracnofobia, arañas, o la cinofobia, perros).
Y pasamos, a continuación. a relatar unas anécdotas que les distraigan un rato y que, de paso, den vida a este modesto anecdotario cincuenta y cinco.
Georges Benjamín Clemenceau, apodado ‘el Tigre’, (Mouilleron-en-Pareds, Francia, 1841; París, Francia, 1929) fue un médico, periodista y político francés, que llegó a ser primer ministro y jefe de gobierno durante el régimen de la Tercera República Francesa (1870 – 1940).
En vísperas de la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918), le preguntó al embajador británico:
“En caso de que Alemania invadiera Francia, ¿qué haría Inglaterra?”. A lo que el diplomático contestó: “Quedaría tremendamente impresionada”.
Le preguntaron al acabar la Gran Guerra si había estado muchas veces en Alemania para odiar tanto a los alemanes, y respondió:
“Yo nunca he estado en Alemania, pero los alemanes han estado dos veces en Francia y, francamente, no me gustaría que volviesen por tercera vez”.
Por desgracia, volvieron en 1940 en el marco de la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945).
Siendo Clemenceau presidente del Consejo, falleció uno de sus ministros. Un político, que se consideraba ‘ministrable’, se permitió decirle:
“Al haber desaparecido el compañero, creo que soy yo el más indicado para ocupar su puesto”.
‘El Tigre’ replicó: “Nada más fácil. Sólo tiene que ponerse de acuerdo con los de las pompas fúnebres”.
Muchos en el mundo creían que cuando el octavo presidente de Estados Unidos, Thomas Woodrow Wilson (Staunton, Virginia, Estados Unidos, 1856; Washington D.C., Estados Unidos, 1924) promulgó los ‘Catorce Puntos’ que asegurarían una paz duradera, comentó con sorna:
“Dios no ha conseguido hacernos cumplir los Diez Mandamientos, y Wilson espera que cumplamos catorce”.
Lo que narro a continuación se le atribuye al célebre político, militar y escritor británico Winston Leonard Spencer-Churchill (Palacio de Blenheim, Reino Unido,1874; Kensington, Londres, Reino Unido, 1965); pero, si así no fuera, no por ello dejaría de ser una suculenta anécdota.
A punto de divorciarse de una de sus hijas, un tal Vic Olivier, yerno de Churchill, cenó con él en un intento por solucionar los problemas conyugales. Durante la cena, se habló de la guerra que, por entonces, estaba en sus momentos más álgidos, y el yerno le preguntó, imaginando la respuesta, quién creía que pasaría a la historia como el hombre más extraordinario de la contienda: “¡Mussolini!”, fue la inmediata y sorprendente respuesta del gran político.
“¿Por qué?”, quiso saber Olivier.
A lo que el suegro replicó: “Porque tuvo la excelente idea de hacer fusilar a su yerno”.
Churchill ofreció seguridad y calor paterno a los ciudadanos de su país durante la Segunda Guerra Mundial, pero distaba mucho de ser un padre ejemplar, según libros editados de su vida, aunque no fue nada fácil ser hijo suyo.
El alcohol, los suicidios y las detenciones de sus hijos fue la maldición del gran estadista.
El único varón, Randolph, era terco, fanfarrón, maleducado y a menudo iba ebrio, protagonizando espectáculos lamentables, como propasarse con damas o aullar obscenidades, que acababan, indefectiblemente, con expulsiones puntuales (yate de Onassis, recepciones…).
Su madre, Clementine Hozier, le tenía miedo y llegó a pedir a los criados que no la dejaran a solas con él. Se bebió durante veinte años dos botellas de güisqui al día, amén de consumir cuatro o cinco paquetes de cigarrillos.
Estaba en la cama con una mujer, mientras su esposa, Pamela Digby, daba a luz a su primogénito llamado Winston en honor a su abuelo. Su segunda esposa fue June Osborne.
Diana estuvo ingresada varias veces, la sometieron a electroshocks y murió a los 54 años por una sobredosis de barbitúricos.
Mary Soames fue una mujer extraordinaria y distinguida dama que falleció a los 91 años.
Ellas dos fueron las dos primeras hermanas del ínclito personaje.
Sarah fue la hija que se casó con el Olivier, arriba citado, que era un cómico austríaco mucho mayor que ella. Por escándalo público estuvo unos días encerrada en una cárcel de mujeres, bebía demasiado y murió de cirrosis a los 67 años, aunque llegó a ser actriz junto a Fred Astaire en la película ‘Boda Real’, actuó en teatro y tuvo su propio programa de televisión.
Marygold, la cuarta hija de los Churchill, falleció a los dos años de una septicemia.
Y bajamos la persiana de nuestros temores, pavores o terrores, infundados o no, con el magnate empresarial estadounidense Steve Jobs (1955 – 2011): “Ni siquiera la gente que quiere ir al cielo, quiere morir para llegar ahí”.
Aunque este anónimo también aporta los suyo: “El valiente no es el que no siente miedo, sino el que a pesar de tenerlo actúa”, el fabulista griego Esopo lo remata:
“Mejor morir de una vez que vivir siempre temiendo por la vida”.
Juan de León Aznar … deseándoles mucho amor por San Valentín’2025
“No ha aprendido las lecciones de la vida quien diariamente no ha vencido algún temor” …Ralph Waldo Emerson.
