La RAE define el consejo como “la opinión que se expresa para orientar una situación de una determinada manera”. Modestamente pienso que es una forma de intercambiar opiniones, creencias, valores o recomendaciones personales con un individuo o con un grupo y que se ofrece como guía, tanto para una acción como para una conducta
Fray Antonio de Guevara Noroña (Villa de Treceño, Valdáliga, Cantabria, 1480; Mondoñedo, Lugo, 1545) fue un escritor, historiador y eclesiástico español, perteneciente a la ‘orden de los hermanos menores de la regular observancia’.
Escribió: “El aconsejador es un oficio tan común que lo usan muchos y lo saben hacer muy pocos”.
Aunque el poeta griego Solón (Atenas, Grecia, 638 a. C.; Chipre, 560 a.C.), considerado uno de los ‘Siete Sabios de Grecia’, lo explica más coloquialmente: “El consejo de un amigo es como vino generoso en copa de oro”.
Este preámbulo nos sirve para meternos de lleno en el undécimo anecdotario, que arranca con dos consejos del gran escritor satírico del Barroco español, Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (Madrid, 1580 – Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645).
En su “Libro de todas las cosas”, podemos leer:
“Para que cualquier mujer u hombre, que bien te pareciese, sea hombre o mujer, luego que te trata muera por ti: sé el médico que le cures; y es probado, pues cada uno muere del médico que le da el tabardillo, o el mal que le dio.”.
Pero, no satisfecho continúa: “Para no morirse jamás: no seas necio, que estos solos son los que se mueren, que a los desgraciados mátanlos las heridas; a los enfermos mátanlos los médicos; y los necios sólo se mueren a sí mismos.”.
Desde luego no podía negar la animadversión que sentía por el gremio de facultativos, comandados por el padre de la medicina, Hipócrates de Cos, y su colega Claudio Galeno Nicon de Pérgamo (Turquía).
Cuando Carlos II, ‘el Hechizado’ (Madrid, 1661 – 1700) se casó con María Luisa de Orleans (París, Francia, 1662; Madrid, 1689), quiso el rey que la ceremonia fuera íntima, se celebrase en la capilla del Palacio Real y sólo asistieran los Grandes de España.
El mariscal duque de Villors, a la sazón embajador de Francia en Madrid, quiso asistir argumentando que María Luisa era la sobrina del rey de Francia y que él, personalmente, había intervenido en los esponsales.
Se presentó en el recinto y se sentó en el taburete que consideró mejor colocado y que estaba destinado al condestable de Castilla. Al llegar éste, le dijo:
“Perdón, señor embajador, pero este taburete está reservado para mí”.
“Si me indicáis otro más preferente os lo cederé”, respondió Villors.
En una vista fue llamado, entre otros, un testigo que, no hacía mucho, había salido del manicomio. El abogado de una de las partes, a quien la declaración de ese testigo le era perjudicial para sus intereses, observó:
“¿Cómo se puede dar crédito, señores, al testimonio de este señor que hace sólo tres meses que ha salido del manicomio?”.
A lo que el testigo contestó: “Es exacto, hace poco que he salido del manicomio; pero, en realidad, ello quiere decir que soy el único de los que se encuentran aquí que puede presentar un certificado que me declara sano de mente”.
Moraleja: ¡No solamente los jueces y abogados pueden ‘tirar’ de ingenio!
El que fuera cirujano de Napoleón III, el doctor Philippe Abel Ricord (Baltimore, Maryland, Estados Unidos, 1800; VI Distrito de París, Francia, 1889), prestó grandes servicios a la medicina en el campo de la urología y las enfermedades de transmisión sexual (gonorrea, sífilis, herpes genital…). Después de examinar a una paciente, le dijo:
“Usted no tiene nada; pero creo que ya está en la edad en la que una señorita tiene necesidad de casarse”. Casi ofendida, responde: “Pero, doctor, ¡si estoy casada desde hace seis meses”. “Entonces, divórciese”, fue la concisa respuesta.
Y vamos a finiquitar esta enumeración de anécdotas, la que configura este modesto capítulo, desafiando o poniendo a prueba a Samantha Vallejo-Nájera, Pepe Rodríguez y Jordi Cruz. Sí, el jurado de ese multitudinario programa, récords de audiencias, seguido por menores y mayores, que se denomina “MasterChef” y donde participan niños, abuelos, celebrities y ciudadanos de a pie.
Le permitiremos freír, hervir, pochar, saltear y cocinar al vapor, en seco, al horno o a baja temperatura. También pueden deconstruir, gelificar, texturizar y hacer esferificaciones, amén de utilizar el aire, la cocción al vacío, el nitrógeno líquido, el sifón, el rotavapor, la olla a depresión, la parrilla inversa, el horno anti gravitatorio, la espuma y la pistola de ahumado.
¡Todo ello se lo concedemos! Ahora bien, como en esos espacios dan recetas y se señalan los ingredientes para elaborarlas, nosotros les impondremos una. Así es que espero que cojan sus mandiles y desarrollen todas sus cualidades culinarias.
Encontramos una de ellas en el “Lucayos Cook Book” de 1660 y podemos leerla; aunque, vaya por delante, que sabemos de su dificultad… ¡pero con estos maestros!:
“Para aumentar sus ‘facultades’. Toma un gorrión macho y desplúmalo vivo. Échalo luego a diez avispas, que lo matarán a picaduras. Añade los intestinos de un cuervo negro, aceite de lila y manzanilla. Cuécelo todo en grasa de toro hasta que la carne se deshaga. Ponlo en una botella y lo usas cuando lo necesites. Es maravilloso.”.
Cuestión ésta que no pongo en duda, pero no sé si sabrán preparar un plato tan ‘sabroso’ y que al acabarlo digan aquello tan repetido de “¡pónganle sabor a la vida!”.
Como escribió la escritora británica Georges Elliot: “Nadie puede ser sensato con el estómago vacío” … qué gran verdad… ¡y es otro consejo!
Juan de león Aznar… saboreando lo que queda de noviembre’2023
