El papa Gregorio Magno, Gregorio I o San Gregorio, ocupó el solio pontificio desde 590 hasta 604, siendo el 64º papa de la Iglesia católica, uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia latina u occidental, junto a Jerónimo de Estridón, Agustín de Hipona y Ambrosio de Milán, y fue el primer monje que alcanzó la dignidad pontificia.
Este pontífice, a finales del siglo VI, fue el ‘inventor’ de los ‘siete pecados capitales’, llamados así porque son la fuente de otros muchos pecados. A saber: lujuria, ira, soberbia, envidia, avaricia, gula y pereza, que se corresponden con las siete pasiones del alma y que están muy arraigadas en la psique humana. Me voy a detener en la última de ellas, que me da pie para comenzar el treintaiún anecdotario.
La pereza es la representación externa de una persona que es incapaz de responsabilizarse de sus actos y aparcar esa mentalidad pasiva, que le acumula un sinfín de problemas. Sus correspondientes sinónimos no nos dejan indiferentes ni dan lugar a la duda: apatía, dejadez, desgana, desidia, galbana, gandulería, flojera, haraganería, indolencia, negligencia o vagancia.
¿La virtud que contrarresta este vicio?: la diligencia o la laboriosidad.
Mucho se ha escrito sobre este pésimo defecto de la naturaleza humana, pero me voy a quedar con el poeta británico, creador de himnos, William Cowper (1731 – 1800): “Una persona perezosa es un reloj sin agujas, siendo inútil tanto si anda como si está parado”. Todo acaba siendo una carga.
Aunque no hay que dejar de lado al escritor, humorista y periodista francés Charles Alphonse Allais (1854 – 1905): “Mi holgazanería no me deja tiempo para nada”. Y es que consume todo el tiempo.
Empezamos las anécdotas de este capítulo con una triada ‘felipista’:
Decidió nuestro rey Felipe II, llamado “el Prudente”, casar a uno de sus cortesanos y así se lo hizo saber.
Éste, hombre de ingenio preguntó: “¿Dónde me encontraréis mujer, majestad?”.
“¡En Madrid!, fue la solemne respuesta. A lo que el avispado servidor contestó:
“Os tengo, majestad, por hombre entendido en mujeres y, pues vos os habéis ido a casar a Inglaterra, Francia, Alemania y Portugal, será porque algo sabréis acerca de las mujeres de Madrid. Conque no me caso”.
Efectivamente el monarca contrajo matrimonios con María Manuela de Portugal (1543 – 1545), María I de Inglaterra (1554 – 1558), Isabel de Valois (1559 – 1568) y
Ana de Austria.
Fue el que consiguió la unión dinástica con Portugal y los Algarbes, que duró sesenta años y llegó a ser rey de Inglaterra e Irlanda ‘iure uxoris’ (locución latina, que significa ‘por el derecho de su mujer’).
Al ser informado Felipe III, conocido como ‘el Piadoso’, de que un grave incendio se había producido en El Pardo, preguntó muy inquieto si se había quemado la ‘Venus dormida’ de Tiziano. Al informársele que el cuadro había resultado indemne, dijo muy tranquilo:
“Entonces no hay que preocuparse, todo lo demás puede volverse a hacer”.
Un grupo de cortesanos, entre los que estaba el lamentable Felipe IV, apodado ‘el Grande’ o ‘el Rey Planeta’, pidió al gran escritor del Siglo de Oro Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Ceballos que les hiciera un verso. “Dadme pie”, solicitó el poeta, y el rey, seguramente creyendo hacer un notable chiste, le alargó su pierna. Tuvo lo que se merecía porque la cogió Quevedo e improvisó:
“Paréceme, gran señor, // que estando en esta postura, // yo parezco el herrador // y vos la cabalgadura”. Y es que hacer chanza ante tan mordaz y sarcástico personaje conlleva riesgos.
El gran escritor de la generación del 98, Pío Baroja y Nessi (San Sebastián, 1872; Madrid, 1956), se doctoró en medicina y abandonó esta profesión para dedicarse a la literatura.
Cuando finalizó el acto de su ingreso en la Academia, notaron sus amigos que tenía los ojos húmedos. Conocedores de la rigidez de su carácter, ya que lo creían incapaz de impresionarse o conmoverse por nada, le preguntaron si tanto le había emocionado el honor que se le había conferido.
Gruñó el donostiarra y dijo: “Lo que me emociona es la conjuntivitis que tengo”.
Estando en cierta ocasión por tierras zaragozanas, se sorprendió de que mozos de pueblos vecinos sostuvieran verdaderas batallas campales a pedradas. Cuando preguntó el motivo le dijeron: “Es la costumbre”.
Y él comentó: “Esa misma respuesta dieron a los exploradores europeos los primeros antropófagos que encontraron”.
Preguntada la novelista austríaca Vicki Baum de origen judío (Viena, Austria, 1888; Hollywood, California, Estados Unidos, 1960) si creía que una mujer era capaz de guardar un secreto, contestó:
“Sí, siempre que no supiera que era un secreto”.
Vivió gran parte de su juventud en Alemania hasta su exilio en 1931, tras el cual se trasladó a Estados Unidos.
Algunas de sus exitosas obras fueron llevadas al cine: Grand Hotel; Amor y muerte en Bali; Hotel Shanghai; Hotel Berlín…
Volviendo al encabezamiento, un proverbio bíblico nos dice:
“Para no trabajar el perezoso pretexta que en la calle hay un león al acecho”.
Aunque el actor David Dunham lo resume con tino: “La eficiencia es la pereza inteligente”.
Juan de León Aznar… con la vista puesta en la final de la Champions’2024
