Recorriendo y repasando las cualidades del ser humano, hoy le toca el turno a la resignación. Hacer acopio de esta virtud es prepararnos para esos avatares, desagradables, pero inevitables, que, indefectiblemente, nos van a suceder a lo largo de nuestra existencia y que debemos saber asumir. Es lo que quiso decir San Juan de la Cruz, de nombre Juan de Yepes Álvarez (1542 – 1591), cuando escribió:
“Me parece que el secreto de la vida consiste simplemente en aceptarla tal cual es”.
De paso, aprovecharemos esta parrafada para dar comienzo al veinticuatro anecdotario, haciéndole un hueco a Honoré de Balzac (Tours, Francia, 1779; París, Francia, 1850), dramaturgo francés, novelista y autor de la monumental obra “La comedia humana”. Fue un gran crítico social y escribió: “La resignación es un suicidio cotidiano”. Esta gran figura de las letras cuando agonizaba dijo: “Me matan las veinticinco mil tazas de café que he tomado” … y es que era tan adicto que, incluso, masticaba granos de café (el turco era su preferido) crudos, sin agua y en ayunas.
José María Pemán y Pemartín (Cádiz, España, 1897 – 1981), periodista, dramaturgo y poeta, fue un escritor que cultivó todos los géneros literarios y era un magnífico orador.
Charlaba en cierta ocasión con el conde Galeazzo Ciano, político y aristócrata italiano, y éste mostraba una encendida admiración por su suegro, el dictador Benito Amilcare Andrea Mussolini (Predappio, Italia, 1883; Giulino, Azzano, Italia, 1945, fusilado junto a su pareja Clara Petacci) ensalzando sin cesar su capacidad de trabajo y el que pasara las horas ‘laborando, laborando’.
Nuestro escritor, que era un seguidor incondicional de Francisco Franco Bahamonde (El Ferrol, Galicia, España, 1892; Madrid, 1975), se cansó de tanta alabanza al “Duce” y replicó, en italiano macarrónico:
“Pues, il nostro caudillo é fenomenale, quando se mete a laborare, non se levanta ni per meare”.
La carne de burro, asno, jumento, borrico o pollino de la familia de los ‘équidos’, estaba más considerada en Francia que la carne de caballo, allá por los comienzos de la Edad Moderna, que arranca en el siglo XV con la caída del de Constantinopla en 1453 o con el descubrimiento de América en 1492 y acaba en el XVIII con la Revolución francesa en 1789.
De todos modos, lo que más se utilizaba era la leche de burra, a la que se atribuían grandes cualidades medicinales ya conocidas por egipcios y griegos, que le daban un uso cosmético. A principios de siglo en Barcelona eran famosas las de la calle Robador, que eran paseadas por la ciudad y ordeñadas a la vista de todos, pero sobre todo del cliente.
Cuenta la leyenda que la belleza legendaria de la faraona Cleopatra VII (Alejandría, Egipto, 69 a.C. – 30 a.C.), última gobernante de la dinastía ptolemaica del Antiguo Egipto, procedía de sus baños con leche de burra.
También es sabido que la emperatriz romana Popea Sabina (Pompeya, Italia, 30 d.C. ; Roma, Italia, 65 d.C.), esposa del emperador Nerón Claudio César Augusto Germánico (Antium, Italia, 37 d.C.; Roma, Italia, 68 d.C.), contaba con un rebaño de trescientas burras que le proporcionaban la leche suficiente para sus cotidianos baños.
El novelista y dramaturgo francés Alejandro Dumas Davy de la Pailleterie (Villers-Cotterèts, Francia, 1802; Sena-Marítimo, Francia, 1870), autor de “Los tres mosqueteros”; “El conde de Montecristo”; o “El tulipán negro”, entre sus más de 1200 obras, vivió una infancia que estuvo marcada por una escasa educación escolar, llegando a trabajar de vendedor de tabaco, mensajero y pasante de notario. Murió refugiado en casa de su hijo huyendo de sus acreedores, ya que dilapidó una gran fortuna por su carácter despilfarrador (amantes y fiestas). Murió con 68 años de un ataque al corazón.
Junto a su ilegítimo hijo homónimo, también escritor, iban a pasar la noche en una posada cuando se dieron cuenta de que no tenían las llaves para abrir los baúles en los que tenían sus pertenencias. El padre comentó:
“Vaya dos idiotas, olvidarnos las llaves”. A lo que contestó el hijo:
“Papá, no hace falta que nos metas a los dos en esto, di que idiota eres”.
Entre sus loas a la vida figuran dos magníficas citas:
“La vida es tan incierta, que la felicidad debe aprovecharse en el momento en que se presenta”.
“La vida es fascinante: sólo hay que mirarla a través de las gafas correctas”.
El escritor romántico estadounidense Washington Irving (Nueva York, Estados Unidos, 1783 – 1859) adoraba Europa y gustaba de visitar pueblos españoles para impregnarse de su esencia. En cierta ocasión, recorriendo las calles de uno de ellos y observando con todo detalle a sus gentes, sus viviendas, sus costumbres y sus fiestas, se topó con un vecino a quien preguntó:
“Buen hombre, ¿qué es lo más curioso que existe en este pueblo?”.
El lugareño se lo pensó dos veces, pero respondió:
“¿Lo más curioso dice usted? Pues… mi mujer, que de todo quiere enterarse”.
El cierre de este anecdotario lo va a echar Stephen Edwin King o su seudónimo Richard Bachman (Portland, Estados Unidos, 1947).
Cuenta con 76 años y su principal obra es una aventura épica: “La torre oscura”, a la que se califica de obra magna con siete entregas a lo largo de veinte largos años:
“El mundo gira y así son las cosas. Uno puede resignarse y girar con él o levantarse para protestar y seguir girando de todos modos”.
Juan de León Aznar… llegando a la mitad de este lluvioso abril’2024
