Como escribió Amiel: “El tiempo no es sino el espacio entre nuestros recuerdos”.
¡Me jubilo! Fue sin duda alguna, la alocución más emotiva o la misiva más entrañable que me ha tocado vivir en mis 40 años de vida pública para agradecer el íntimo ágape-homenaje (‘top secret’) por su cargado grado de complicidad, exornado de un afable clímax de amistad y compañerismo.
Este artículo pretende ser un modesto homenaje a todos los que hemos pasado por el umbral de la ‘vicaría de la jubilación y pertenecemos, desde ya, al club de los viejos decrépitos, dicho esto, obviamente, de manera coloquial, desenfada y preñada de cariño’.
Gracias a los que acudís a estas despedidas, gracias a los que no pudisteis estar en su momento; y un recuerdo, también entrañable, para los familiares, amigos o compañeros que ‘no llegaron’ y que, a buen seguro, hubieran querido compartir esos momentos de felicidad con nosotros.
Abrumado, desbordado, emocionado, superado… Son muchos los participios que ambicionan explicar nuestro estado de ánimo, ante tantas e inmerecidas muestras de afecto.
Citaré a nuestro aragonés universal Baltasar Gracián y Morales, que conlleva o implica brevedad y da nombre al colegio de mi segundo destino (1975) en Oujda o Uxda (Marruecos), cerca de la frontera de Argelia: «Lo bueno, si breve, es dos veces bueno». Es una cita de sobra conocida, pero la segunda parte de la frase, menos popular y, seguramente escrita para mí, dice: «Lo malo, si breve, es menos malo». Así es que tened paciencia y soportadme.
Cualquier manual de Filosofía recoge la teoría del “devenir” del griego Heráclito: «Todo fluye, todo llega y pasa, nada permanece». Y en esa estamos, ‘esto’ llega, ya está aquí y como diría un castizo: “¡Hay que coger al toro por los cuernos!”.
Siempre he considerado la enseñanza como un recorrido abrupto, inextricable y laborioso, jalonado y tachonado de altozanos. Ahora, acabamos de escalar el último repecho. Conlleva mucha responsabilidad, otorga satisfacciones y no pocos sinsabores, pero impera el sentido vocacional al que relaciono con Antón Chéjov: “Cuando pienso en mi vocación no temo a la vida”.
Por todo ello, me permito dar un consejo a mis compañeros que empiezan o que llevan poco tiempo en este ‘circo’: “Que esas exiguas alegrías junto a vuestras familias, se conviertan en el faro, guía, motor o timón que os lleve a conseguir todos los sueños o metas que merecéis y que tenéis trazados en la mente. No dudéis, ni por un instante, en que las conseguiréis, así como todos los éxitos posibles, tanto a nivel individual como colectivo”.
Y para muestra basta un botón.
Llegué a Almuñécar en el 77 con pelo y me he ido sin él; era un mocetón y me he ido hecho un carcamal; tenía buena vista y me he ido viendo menos que un gato de yeso; había sido futbolista y me he ido como diplomado en petanca y rayuela; pertenecía a Educación cuando arribé y me he ido prestando servicios en una CAJA (¡sí, ya sabéis, Cursillos Acelerados de Jubilación Anticipada!) por aquello de la tensión escolar a soportar y habida cuenta el plus de peligrosidad latente que existe en la sociedad actual; y cuando arribé en el citado año mi hobby eran las permanencias y ahora me he ido trabajando de mensajero (no sé aun si en SEUR, GLS o en MRW) por el peculiar acarreo y trajín de libros que nos confiaron por el asunto de la gratuidad de los textos, pero que precisan de almacenamiento, repartos, etiquetas, seguimiento de ellos… Empero, ¡nuestras metas, fuerzas e ilusiones permanecen intactas!
Y tres apuntes antes de acabar:
1.- Abrazar a los 177 compañeros de la provincia que firmaron conmigo el ‘finiquito’, cuyo encabezamiento empieza por «J«. En un plano jocoso y para quitar dramatismo o solemnidad al hecho en sí, contaré que un colega pensaba que la letrita en cuestión era la inicial de Juan, con lo cual cada uno ‘llevaría’ la suya, pero no, esto es como la marca del Zorro, pero más formal, más seria ella.
2.- Quisiera pedir perdón a cualquier compañer@ al que haya podido molestar, ofender o zaherir en todo este tiempo. Si así ha ocurrido, pensad que ha sido producto de acciones aisladas, puntuales, temperamentales, vehementes o viscerales, sin mala ni doble intención y, por supuesto, carentes de rencor. Sin duda no seguí una de las máximas de mi admirado romano y cordobés Séneca: «Una discusión prolongada es un laberinto en el que la verdad siempre (se) pierde».
3.- Parafrasear al norteamericano Elbert Hubbert: «Un amigo es uno que lo sabe todo de ti y aun así te quiere». Anhelo ser ese amigo a quien busques en caso de cualquier apuro. No lo dudes, siempre me encontrarás, porque siempre me tendrás a tu disposición.
Y para finalizar, unos recuerdos afectuosos, casi mimosos, en esta despedida:
A ANPE, familia atenta, servicial y solícita, prolija en desvelos y atenciones, al quite en todo instante para salvar cualquier obstáculo o contingencia laboral, profesional o personal que se presentara, para así actuar con la proverbial presteza y competencia que les son tan habituales.
A mis dos centros almuñequeros: Virgen de la Antigua (28 años) y Puerta del Mar (4 años), aunque también inauguré la primera fase de Río Verde.
El que «los lazos de la amistad sean más estrechos que los de la sangre y la familia» según el italiano Giovanni Bocaccio, solo viene a demostrar que en esa ‘cuarentena’ de coexistencia se crean verdaderas amistades, se trabaja el día a día, se renuncia a mucho y se comparte todo. He disfrutado de plantillas humanas y profesionales, dadivosas en el trato y consagradas a la amistad, a la camaradería, al compañerismo y, por supuesto, a la convivencia.
A mi Peña Madridista «La Najarra», cobijo de sentimientos, refugio de ocio y relax valioso de horas sueltas, en las que se maquinan actividades que tengan que ver con la ayuda a los demás en sus precariedades o necesidades más imperiosas.
A mi esposa e hijos por sobrellevar todos estos años mis cambios de humor o terquedad provocados por las contrariedades, las decepciones, los disgustos y la proyección negativa al seno familiar de los avatares profesionales diarios. Ya ha llegado la hora de dedicarles todo el tiempo que me quede de existencia para poder compensarles y hacer más bonancible sus vidas.
Y puestos a ser sinceros, confieso, sin reparo alguno, que el último día de clase, cuando me quedé solo, después de que mis alumnos me regalaran una afable y tierna tarjeta de jubilado dedicada, un decorado y gráfico encerado, una tarta con el escudo del Real Madrid y un balón oficial Adidas de ese club firmado por ellos (“Maestro – me decían llorando – tiene los autógrafos de Ronaldo, Zidane, Raúl… ¡pero no tienes los nuestros!”.), sentí una apacible y honda emoción, indescriptible, al pensar que era un precioso resumen y que algo íntimo, muy mío y querido se llevaban aquellos escolares.
El gran inglés victoriano Charles Dickens lo resumía a la perfección: “En el cuerpo humano hay cuerdas que sería mejor no hacer vibrar”.
Por todo ello, gracias de nuevo, y… ¡hasta siempre! De un ‘retirado o viejo decrépito’… ¡a sus amigos!… desde el cariño.
Esto ocurría en Almuñécar el 18 de junio de 2009.
Juan de León Aznar
