Éforo de Cime o de Cumas fue un historiador griego del siglo IV a.C. que dejó escrito lo siguiente: “Un mercado muy próspero, la llamada Tartessos (como llamaban al Guadalquivir), ciudad ilustre, regada por un río que lleva gran cantidad de estaño, oro y cobre de Céltica”.
Lógicamente me estoy refiriendo a la primera civilización de Occidente, ¡la tartésica!, que comenzó su andadura en el siglo IX a.C. y acabó en el V a.C. Los Tartessos se asentaron en el suroeste de España en el triángulo que configuran las provincias de Huelva, Cádiz y Sevilla y sus contactos con fenicios y griegos motivaron la introducción de tecnologías, productos y animales desconocidos, que transformaron el modo de vida de los pueblos ibéricos.
Pero fue la ibérica la considerada como primera alta cultura peninsular, por su originalidad y sus logros. Se dio en la primera mitad del siglo VI a.C. y terminó con la romanización de estos territorios.
Los íberos o iberos procedían de África y se ubicaron en el Levante y en el sur de la península para distinguirlos de los pueblos del interior, aunque se extendieron además por Portugal, Andorra y Francia. Sus principales actividades fueron los cultivos de cereales, olivo y vid, la ganadería, los tejidos de lino, la cerámica y la metalurgia. Sus asentamientos estaban fortificados (murallas) e instalados en cerros altos, desde los que dominaban sus campos y los caminos. Mercadeaban con sus productos a cambio de otros de lujo para sus élites como cerámicas decoradas, telas o joyas y desarrollaron técnicas escultóricas y alfareras (torno cerámico), además de técnicas agrícolas por el uso del hierro.
Destaco entre sus yacimientos arqueológicos los de Puig de la Nao (Benicarló, Castellón), Puig de la Misericordia (Vinaroz, Castellón) y la Moleta del Remei (Alcanar, Tarragona).
Me voy a centrar en las damas iberas, esas diosas, sacerdotisas o mujeres de alta alcurnia que fueron depositadas en necrópolis o tumbas importantes: Elche (Alicante), Baza (Granada), Cerro de los Santos (Montealegre del Castillo, Albacete), La Galera (Granada), Caudete (Albacete), Guardamar (Cabezo Lucero, Alicante) o Cehegín (Murcia), pero haremos un alto en la más emblemática y conocida… ¡la primera de ellas!:
Se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional, pertenece a la cultura ibérica y data de finales del siglo V y principios del IV a. C. Es de piedra caliza, labrada y policromada (en un principio), fue hallada en La Alcudia de Elche (Alicante) el 4 de agosto de 1897 y los ilicitanos la conocían por la “Reina Mora”.
Dimensiones: 56 cm de altura, 45 cm de ancho, 37 cm de profundidad y 65,08 kg de peso. En la espalda presenta una cavidad de 18 cm de diámetro y 16 cm de profundidad, que posiblemente sirvió para guardar reliquias, objetos sagrados o cenizas (ofrendas a difuntos).
Se trata de una dama ricamente ataviada y de rostro perfecto siendo su cabeza lo más sobresaliente por su tocado: una tiara (diadema) cubierta por un velo y dos rodetes laterales que recogen su peinado. Muestra un manto, tres collares con pequeñas ánforas y una fíbula (broche) para cerrar la túnica.
El propietario y médico de la finca donde fue descubierta se llamaba Manuel Campello Antón y, curiosamente, el muchacho que la halló se llamaba Manuel Campello Esclápez, que tenía 14 o 18 años, según fuentes. Era conocido por “Manolico” y comenzó a picar por entretenimiento, después de llevar agua a los hombres de la cuadrilla.
Fue vendida a Francia por 4000 francos, unas 5200 pesetas o 35,2 euros, a través de Pierre Paris, Profesor de Arqueología y Bellas Artes de Burdeos, el 30 de agosto de 1897. Al día siguiente salía de Alicante para Marsella.
Llegó a España el 8 de febrero de 1941 como consecuencia de un intercambio cultural conseguido por el Gobierno de Francisco Franco con el mariscal Philippe Pétain, por la neutralidad española en la II Guerra Mundial. El primer acuerdo tuvo lugar en 1940 y fue expuesta en el Museo del Prado el 27 de junio de 1941.
También vinieron a España las coronas votivas visigodas del tesoro de Guarrazar (Guadamur, Toledo); la Inmaculada de Murillo, llevada a París desde Sevilla por el mariscal Soult y que fue pintada por el artista para Justino de Neva, quien la donó al Hospital de Venerables Sacerdotes de Sevilla; la Dama de Elche; y las esfinges de Agost (Alicante) y del Salobral (Albacete), ambas en piedra caliza.
A Francia se marcharon el “Retrato de Doña Mariana de Austria” de Velázquez; el “Retrato de Antonio de Covarrubias” de El Greco; “La riña de la Venta Nueva” de Goya, tapiz realizado a partir de un cartón; y un álbum de 19 dibujos de Antoine Caron del siglo XVI (historia de Artemisa, la diosa griega de la caza)).
Tres curiosidades (la tercera, personal):
1.- Los franceses habían solicitado también media tienda de paño de oro de Francisco I, que fue requisada en la batalla de Bailén de 1525 y que se encuentra en la Real Armería. Petición que fue denegada.
2.- La “Inmaculada”, estando en Francia, fue subastada y adjudicada al Louvre por 615300 francos, la mayor cantidad abonada por una pintura en esa época.
3.- Este joyel ibérico visitó Elche en 1965 y de nuevo lo hizo en 2006, entre los meses de mayo y noviembre con unas extremas condiciones de seguridad (embalaje, luz, temperatura, vigilancia…) Fui a visitar a unos íntimos amigos: Francisco Bonet (almuñequero, ex del Real Madrid y 4 veces internacional), su esposa Edel y sus hijos Isa, Paco y Carlos, y tuve el enorme placer de contemplar esta portentosa escultura a unos pocos centímetros de la urna de cristal en la que estaba expuesta… ¡solo en la sala con ella!
¡Y cambiamos el tercio! Sabido es por ‘todos, todas y todes’ (¡infame y nauseabunda aberración!) que la historia de Roma, la ciudad de las siete colinas (Palatino, Capitolio, Aventino, Quirinal, Viminal, Celio y Esquilino), comenzó su andadura en 753 a.C. y fue gobernada por una Monarquía compuesta por siete reyes (Rómulo, Numa Pompilio, Tulio Hostilio, Anco Marcio, Tarquinio, Servio Tulio y Tarquinio Superbo “el Soberbio”). Sus orígenes, poco claros, es que fue fundada por los gemelos Rómulo, el primero de los reyes, y Remo, descendientes del héroe troyano Eneas. A esta etapa le siguió la República, con sus dos triunviratos y, más tarde, el Imperio.
Pero, ¿qué ocurrió con el último emperador? Esta es una ‘curiosa curiosidad romana’ sobre la que aportaremos o arrojaremos algo de luz:
En septiembre de 476 d.C., el imperio romano, que había existido durante 500 años, llegó a su fin, pues se había estado derrumbando por las sistemáticas invasiones de vándalos, ostrogodos y visigodos.
Romulus Augustus tenía solo 14 años y se referían a él como Romulus Augustulus, que significaba “pequeño Augusto”, o “Momyllus”, “pequeña desgracia”. Había sido puesto en el trono imperial después de que su padre, el aristócrata y político romano Fabio Orestes, obtuviera el control del ejército romano occidental en 474 d. C. y usara su poder para destituir al emperador Flavio Julio Nepote.
En el año citado, los hérulos (tribu germánica), turcilingis (Medio Danubio) y esciros (se cree que procedían de Polonia) se unieron para rebelarse contra Rómulo y el gobierno de su padre, bajo el liderazgo de Odoacro, también conocido como Odovacar, quien se proclamó en agosto primer rey de Italia.
Orestes fue capturado y ejecutado. Rómulo fue depuesto; pero, su juventud le salvó la vida y se marchó exiliado a un castillo del sur de Italia. Sin embargo, Constantinopla nunca reconoció a Rómulo y Julio Nepote siguió siendo el regente, algo que Odoacro no aceptó.
Flavio Zenón, emperador de Oriente, nombró a Teodorico en 488 d.C., para evitar que los ostrogodos atacaran el imperio de Oriente, este invadió Italia y para el 490 d.C. ya se había hecho con casi toda la península. Odoacro se refugió en Rávena y la ciudad se rindió en el 493 d.C. Teodorico invitó a Odoacro a un banquete y lo asesinó.
Aunque hubiera sido curioso empezar y terminar las andanzas romanas con un Rómulo, para la Historia el último emperador fue… ¡Flavio Julio Nepote!
P.D.: El historiador griego Polibio (200 a 118 a.C.), que murió al caerse de un caballo, fue el primero en escribir una historia universal. En su obra “Las Historias” (40 libros) nos deja dos frases para su estudio: “La historia ofrece el mejor medio de preparación para los que han de tomar parte en los asuntos públicos” … “La monarquía degenera en tiranía, la aristocracia en oligarquía y la democracia en violencia y anarquía”. ¡Seguro que les suena de algo!
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