Érase una vez el fuego, el agua y la confianza. Entraron juntos dentro del bosque y el fuegodice: “Si tuviera que perderme busquen el humo, porque allí donde hay humo hay fuego”. El agua apostilló: “Si tuviera que perderme busquen donde la humedad, porque allí donde hay humedad hay agua”. Entonces la confianza sentenció: “Si yo tuviera que perderme no me busquen, porque una vez perdida no me encontrarán nunca más”
Y dirán ustedes, ¿a qué viene este cuento? Es tarea fácil, sólo se trata de agradecer la confianza que depositan en mí, que no deseo perder y que estoy muy orgulloso de acoger.
Y sin más dilación proseguimos con nuestro cometido, que no es otro que el de confeccionar y darle forma al décimo anecdotario.
Un señor iba preguntando a todos los médicos conocidos cuál era la mejor hora del día para comer. Éste le decía a las diez; ése, a las once; aquél, a las doce; el de más allá… Pero uno, que parecía el más experimentado, le dijo:
“La perfecta hora de comer para el rico es cuando tiene ganas; y para el pobre, cuando tiene de qué”.
Haciendo bueno el refrán: “Harto ayuna quien mal come”.
Los magistrados, después de bachiller, carrera, años de adjudicatura, oposiciones… ¿necesitan aconsejarse por un jurado de doce personas, cuyos conocimientos legales quizá se limiten a un reglamento futbolero, por poner un ejemplo? ¿De qué sirve la toga si se está merced de este grupeto?
Hace ya un tiempo, una tal Ivonne Chevalier mató de dos tiros a su esposo (¡fue crimen machista!), que acababa de ser nombrado ministro en uno de los múltiplos gobiernos franceses. El jurado, para absolver a la acusada, contestó a las preguntas del presidente del tribunal de esta guisa:
“La esposa había disparado los tiros, los tiros habían muerto a su marido, pero madame Chevalier no había muerto a nadie”.
Que alguien me lo explique, porque si esta gente tiene que asesorar al juez…
Un célebre fiscal por su costumbre de desconcertar y confundir a los testigos en la audiencia, preguntó:
“¿A qué distancia se encontraba usted del lugar de los hechos?”.
“A siete metros y treinta y nueve centímetros”. “¿Y cómo lo sabe con tanta precisión?”, respondió sorprendido el fiscal.
“Porque ya supuse que alguien me haría una pregunta imbécil de este calibre y tomé las medidas exactas”.
Nicocles, tirano de la antigua polis griega de Sición y rey de Pafos (Chipre) durante el siglo III a.C., se suicidó en el 310 junto a su mujer y sus hijos, antes de ser asesinado por el rey de Egipto Tolomeo a quien había traicionado.
“Los médicos tienen la suerte de que el sol ilumina sus triunfos y la tierra oculta sus faltas”. Esta frase del tirano fue recogida por el escritor romano Valerio Máximo.
Nicarco fue un poeta griego conocido por sus famosos epigramas dirigidos contra los médicos y ahí les dejo dos de ellos.
Bajo el bisturí de un maestro de cirugía, un paciente había perdido la vida:
“Alabado sea Dios. Si el desafortunado hubiera vivido, habría quedado cojo”.
Socles había hecho una promesa a Diadorus: librarlo de un golpe traicionero y enderezar su columna. Así es que colocó tres bloques de piedras cuadrados de tamaño extremo en su espina dorsal.
“Nuestro jorobado murió aplastado por el peso, pero más recto que una regla en sí”.
El dramaturgo francés Tristan Bernard (Besançon, Francia. 1866 – París, Francia, 1947), seudónimo de Paul Tristan, hablaba en cierta ocasión sobre un cantante de ópera muy malo y el artista dijo: “Es un tenor de primera fila… desde la segunda ya no se le escucha”.
¿Una cita suya?: “Dos cosas me admiran: la inteligencia de las bestias y la bestialidad de los hombres”.
El poeta Paul Valery, mencionado en un anterior anecdotario, no era una persona que destacara por su elegancia y una dama llegó a preguntarle: “Señor Valery, su aspecto no cuadra con su arte, si le viera por la calle nunca diría que era un gran poeta”.
Valery le respondió: “Tiene razón señora, es que soy de la poesía secreta”.
Temístocles (525 – 460 a. C.), el que fuera uno de los más geniales estrategas navales de todos los tiempos, político y general ateniense del siglo V a.C., le dijo a su hijo:
“Hijo, Atenas domina a Grecia, yo domino a Atenas, tu madre me domina a mí y tú haces lo que quieres con ella que sólo tiene ojos para ti, por eso tu dominarás el mundo”.
Proverbios, refranes adagios o sentencias son frases de origen popular, anónimas, que se repiten tradicionalmente de manera invariable y que expresan pensamientos morales, consejos o enseñanzas. Se conocen ingentes cantidades de ellos y de todas las nacionalidades, pero voy a quedarme con uno que ha despertado mi atención:
“Si te gusta alguien por su físico… no es amor, es deseo. Si te gusta por su inteligencia… no es amor, es admiración. Si te gusta por su riqueza… no es amor, es interés. Pero si no sabes por qué te gusta… entonces, eso sí es amor.”.
Juan de León Aznar… los peñistas madridistas celebran su XXXIV Aniversario’2023
