¡Qué barbaridad! Con la paciencia sin límites de ustedes o, lo que es lo mismo, decirles que poseen esa capacidad de soportar o padecer algo sin alterarse, y mi modesta constancia o perseverancia por hacerles pasar un rato distendido o hacer que broten unas risas del manantial de la hilaridad, arribamos o abrazamos el cuarenta anecdotario
En mi caso particular, sigo la recomendación del poeta inglés Samuel Johnson:
“Las grandes obras no son llevadas a cabo por la fuerza, sino por la perseverancia”.
Sabido es que con paciencia gestionamos la frustración y vivimos mejor, ya que se trata de una de las mayores virtudes que podamos atesorar, porque nos permite discernir entre lo bueno y lo menos bueno, llevar una vida más armoniosa y tomar las decisiones correctas para nuestro provecho personal, económico o moral.
Escribió Masashi Kishimoto: “No hay ventaja en darse prisa en la vida”. Nos aconseja que avancemos con lentitud, aunque imparables, para así no cometer ni el más mínimo error.
Y remató el filósofo prusiano de la Ilustración, Immanuel Kant:
“La paciencia es la fortaleza del débil, y la impaciencia, la debilidad del fuerte”. No podemos precipitarnos y exponernos a perder todo lo conseguido hasta el momento.
El gaditano de El Puerto de Santa María escritor Pedro Muñoz Seca (1879), autor de “La venganza de Don Mendo”, fue asesinado en la matanza de Paracuellos de Jarama el 28 de noviembre de 1936, acusado de cuatro ‘graves’ delitos: ser monárquico, amigo del rey, crítico con la República y colaborar en ABC (¿memoria histórica?).
Cuando se le reprochaba por parte de algunos exquisitos que ‘malgastara’ su talento en escribir obras cómicas cundo podía remontarse a las alturas del drama, él siempre respondía que tenía esposa y nueve hijos que alimentar, agregando:
“Prefiero pasar hoy en automóvil por donde está la estatua de Cervantes a que mis hijos pasen a pie mañana por donde pueda estar la mía”.
Su padre le escribió, estando ya en Madrid, diciéndole que sabía que su novia, Asunción Ariza, la que más tarde sería su esposa, era guapa, simpática y de honorable familia, pero que era más bien baja y temía que formaran una desigual pareja, a lo que el gran autor teatral contestó:
“No quiero engañar a usted; // es tan chiquita Asunción, // que cuando estamos de pie // me llega hasta el corazón, // Y a mí me gusta la mar // el defecto que usted alega, // pues nadie podrá dudar // que es una mujer que llega // a donde debe llegar”.
El madrileño dramaturgo, director, guionista, productor de cine y Premio Nobel de Literatura en 1922, Jacinto Benavente Martínez (1866 – 1954), escribió:
“A Muñoz Seca no lo mató la barbarie, lo mató la envidia. La envidia sabe encontrar sus cómplices”.
Don Jacinto hacía de rey Melchor en la cabalgata de los Reyes Magos durante unas Navidades en Sevilla, cuando de pronto se oyó un grito entre la multitud:
“¡Viva el rey de la pluma!”.
Nuestro laureado escritor se inclinó agradeciendo el cumplido, pero a continuación se escuchó:
“Si no es a ti. ¡Es al tío ese que tienes al lado, con una pluma en el gorro!”.
Aunque su hijo llegara a ser un gran médico, su padre, el asturiano (Pola de Lena) médico, escritor, comediógrafo, periodista, poeta, humorista y autor de “El sombrero de copa”, Vital Aza Álvarez – Buylla, no sentía especial atracción y simpatía por los galenos. Cuando le dijeron que en Madrid morían medio centenar de personas al día, exclamó:
“¡Cómo no van a morir cincuenta personas en una ciudad en la que hay mil médicos!”.
El célebre torero Rafael Gómez Ortega (Madrid, 1882; Sevilla, 1960), apodado ‘Gallito’, ‘el Gallo’ o ‘el Divino Calvo’ y hermano mayor de Joselito, en cuanto veía el más insignificante peligro era capaz de las más grandes ‘espantás’ que se hayan dado en los ruedos hispanos. Un día, un astado le dio un ‘apapacho’, que le hizo llegar cojeando a su casa.
Su madre ‘la señá Grabiela’, al verle, le preguntó: “¿Te ha cogido el toro?”.
“Sí, madre”, fue la concisa respuesta. La matriarca, gran conocedora de su vástago, apostilló: “Pero, ¿es que el toro ha saltado la barrera?”.
- Apapacho es una voz náhualtl (México), que se define como ‘palmadita cariñosa o abrazo’. Aquí, sustituye al típico achuchón o revolcón taurino.
Acabó una tarde de torear en La Coruña y dijo: “Ya mismo vamos a estar en Sevilla”.
Alguien le replicó: “¡Pues no está lejos Sevilla!”. Ante lo que el maestro sentenció:
“Sevilla está donde tiene que está, lo que está lejos es La Coruña”.
No le agradó que se impusieran los petos a los caballos de picar, medida muy protestada por Rafael y en la Maestranza le dijo al delegado de la plaza:
“Pero, ¿usted se cree que se puede picar a los toros con los caballos disfrazados de Felipe II?”.
Por una actuación en la plaza de Valladolid, bastante desafortunada en el primer cornúpeta de su lote, fue increpado duramente por un espectador al acabar la faena, que gritaba que se lo llevaran a la cárcel. Consciente el matador de que le quedaban todavía dos morlacos, pues sólo figuraban dos espadas en el cartel, comentó:
“¿A la cárcel? ¡Qué más quisiese yo con lo que me queda ahí dentro!”.
Y como quiera que la paciencia nos enseña que con tiempo suficiente todo es posible, recurriremos al gran fabulista francés Jean de La Fontaine, que aúna ambos conceptos: “La paciencia y el tiempo hacen más que la fuerza o la pasión”.
Juan de León Aznar … esperando que lleguen las anheladas lluvias de otoño’2024
