La Columna de Don Juan León | “La mejor manera de asegurar la felicidad futura es ser tan feliz cada día como sea posible”


La cita más utilizada por mí con harta asiduidad para dedicar, modestamente, un libro, un poema, un artículo o, simplemente, una foto, a un  familiar, amigo o conocido, ha sido y es la del más afamado y genial comediógrafo de la Antigua Roma, junto a Publio Terencio Afro, Tito Maccio Plauto, quien escribió: “Perdemos lo seguro por buscar lo incierto

     Obviamente, hay que aclarar que aquí, lo seguro, es contar con la amistad, el cariño y la cercanía de esa apreciada persona receptora de la dedicatoria. 

     Si lo extrapolamos a nuestro sapientísimo refranero nos encontramos con:

     “Más vale pájaro en mano que ciento volando”, que es aplicable a quienes dejan pasar situaciones o cosas fiables, esperando otras mejores, pero más arriesgadas.

     “Lo seguro es lo comido”, que significa que lo que ya se ha conseguido no se puede ni se debe perder.

     Todo lo expuesto está estrechamente relacionado con la certeza, certidumbre, confianza, convicción, fe o firmeza, pero sobre todo con la seguridad.

     Con esta cita, Gilbert Keith Chesterton nos enseña que perder una oportunidad no es el final del camino: “El único modo de estar seguro de coger un tren es perder el anterior” … y a mí me sirve para abrir el anecdotario cincuenta y nueve.

     Enterado Alejandro Lerroux García (1864 – 1949), fundador y líder del Partido Republicano Radical (PRR) y ex presidente del Consejo de ministros de España, que iba a ser presentada en el Congreso una moción protestando porque Manuel Azaña Díaz (1880 – 1940), que también desempeñó el mismo cargo que Lerroux, ocupaba varias carteras, comentó:

     “De eso a llamarle carterista no hay más que un paso”.

     Durante una campaña electoral, alguien del público arrojó una herradura al político británico David Lloyd George (1863 – 1945), primer conde Lloyd-George Dwyfor y que fuera primer ministro entre 1916 y 1922, durante la última etapa de la Primera Guerra Mundial. 

     Aunque el arma arrojadiza no llegó a darle, él la recogió y dijo:

     “Quien sea que ha perdido su zapato, puede venir a recuperarlo”.

     Lloviznaba cuando salía de las Cortes el político y académico, ministro de Fomento en 1884, director de la Real Academia Española, numerario de la Real Academia de la Historia, presidente del Congreso de los Diputados y embajador de España ante la Santa Sede, Alejandro Pidal y Mon (Madrid, 1846 -1913) y comentó:

     “¡Está ‘orballando’!”. Y ante la sorpresa de sus colegas madrileños, explicó que así se designaba a la llovizna en Asturias. Uno de sus compañeros le replicó que en Madrid se le llamaba ‘carabobo’. Sonrió don Alejandro y dijo: “Es que en Asturias no hay bobos”.

     Hay que aclarar que esa lluvia liviana del norte de España, casi imperceptible, pero que empapa, se llama ‘orvallo’ (con ‘v’), pero en la lengua gallega y asturiana, se escribe con ‘b’: ‘orballo y orbayu’, respectivamente.

     El ‘sirimiri’ es propio de las provincias vascas y en Málaga tenemos en su lugar el gracioso diminutivo… ¡mititilla!

     Hablando de un juez extremadamente severo, decía Jules Raymond Mazarin, más conocido como el cardenal Mazarino (Pescina, Italia, 1602; Vincennes, Francia, 1661):

     “Es tan buen juez que se desespera por no poder condenar a la vez a las dos partes”.

      Fue un hábil diplomático, cardenal y político italiano. En un principio estuvo al servicio del papa y más tarde al reino de Francia, sucedió al célebre cardenal Richelieu como primer ministro, introdujo la ópera italiana en la corte, fundó el Colegio de las Cuatro Naciones (sede del actual Instituto de Francia) y abrió su biblioteca al público.

     La joven esposa de un abogado de Hollywood llevó al despacho de su marido a su íntima amiga, la entonces joven y bellísima Ingrid Bergman (Estocolmo, Suecia, 1915; Chelsea, Londres, Reino Unido, 1982). 

     Tras retirarse las damas, el abogado llamó a un joven pasante que había entrado el día anterior a su servicio, y le dijo:

     “¿Sabes que esa belleza que venía con mi esposa era Ingrid Bergman?”.

     “¿Cuál de las dos, señor?”, preguntó el chico. Y con esa pregunta aseguró su futuro.

     Orgulloso por haber vendido un sombrero al genial actor, humorista, compositor, productor, guionista, director, escritor y editor británico Charles Spencer “Charlie” Chaplin (Londres, 1889; Manoir de Ban, Suiza, 1977), un sombrerero londinense colocó un cartel en el escaparate que decía: “Nuestros sombreros son los mejores del mundo. Hasta el rey del cine, Charles Chaplin, los usa”.   

     A la mañana siguiente se encontró con que un competidor había pegado al cristal del escaparate otro ‘pasquín’ en el que podía leerse: “Y por eso hace reír a todo el mundo”.

     Siguiendo el hilo del encabezamiento del escrito, aquí y ahora, cuento con la seguridad que ustedes me otorgan, por su infinita paciencia al leerme, por el privilegio de poderme poner en contacto con mis leales leyentes y por darme la oportunidad de agradecerles el cariño que me transmiten y siento, sin merecerlo. 

     Sólo me mueve el distraerles y hacerles llegar un poco de sosiego y algo de relax, que es de lo que adolecemos en estos tiempos tan complejos que nos han tocado vivir.

     De ahí que les aconseje seguir la senda marcada por el académico estadounidense Charles William Eliot (1834 – 1926), quien escribió: “La mejor manera de asegurar la felicidad futura es ser tan feliz cada día como sea posible” que consiste en hacer lo que nos gusta y dejar a un lado las preocupaciones… y que no es tarea fácil, por cierto. 

Juan de León Aznar … empapado, pero feliz, por ‘marcear’ en este’2025


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