El erudito escritor francés (nacido en Suiza) Jean Jacques Rousseau dejó dicho: “Es verdaderamente libre aquel que desea solamente lo que es capaz de realizar y que hace lo que le agrada”
Entiendo, y hasta ahí llego, que la libertad de expresión es, a día de hoy, un don reservado para unos pocos visionarios, predestinados, escogidos o tocados por la gracia divina. Son, al parecer, concesiones partidistas de entes predilectos, que no son disfrutadas por el resto de los mortales o, si no, contesten a esta pregunta:
¿Manifestamos con libertad los pensamientos sin pavores ni horrores a represalias o sanciones? Pues, ¡yo sí puedo! Añoso, pero no antiguo, y jubilado por supuesto, gozo de unos escasos privilegios que concede la ancianidad a la que apunto de manera palmaria.
“El lenguaje, la palabra, es una forma de poder, una de las muchas que nos ha estado prohibida” escribía la escritora, psicóloga y activista catalana Victoria Sau Sánchez. Pero ¿acaso no se prohíben hoy también? ¿Es que los ‘originales’ y singulares escraches o los cierres temporales por censuras de las cuentas de redes sociales no se producen en demasía? ¿No es verdad que nuestros amigos separatistas obligan a hablar en catalán y vasco al que quiera optar a un cargo público, sin mencionar a esos discentes escolares que las pasan ‘moradas’ en aquellas aulas torticeras?
Pululan los politólogos chavistas que han instituido una ‘casta corrupta’, amparados en no sé qué ideas y que no tienen fe alguna en la presunción de inocencia de los demás, ya que responden con ataques y persecuciones si se pone la suya bajo sospecha. ¿Libertad de expresión?
Si la estulticia se mezcla con el engreimiento aflora la cerrazón en el error, lo que conduce a negar la realidad y humillar a cuanto le rodea. Si aviesas ideas se instalan en neuronas privilegiadas (?) resultan más nocivas, ya que no permiten ver la existencia con ecuanimidad.
Me complace más el escritor y humorista catalán Jaume Perich Escala en dos de sus citas: “Gracias a la libertad de expresión hoy ya es posible decir que un gobernante es un inútil sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco” y “Decir la verdad lo puede hacer cualquier idiota. Para mentir hace falta imaginación”.
Aunque la que me satisface plenamente es Virginia Woolf: “No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”. ¡Ahí ‘lan dao’!
La añeja distonía, felona o pérfida ella, limita la capacidad de trabajo invitando a afufarse (huir aprisa). Pero, unos simples espolones y cuatro alifafes o achaques de tres al cuarto no son capaces, hoy por hoy, de arrinconar el coraje, ni sufrir el crúor (hemoglobina) que, fogoso aún, fluye por mis bermejas arterias y venas. ¡Yo sí puedo!
Seguir a nuestra taimada clase dirigente coriácea a romanticismos que, acuciosa o presurosa, aplica el pragmatismo lenitivo o balsámico de “mirar para otro lado” o desparrama “típex” por el diccionario al toparse con lemas como cese a dedo, renuncia obligada o dimisión impuesta… ¡es un valioso, preciado y contraído merecimiento para cuando escalemos el Cielo!
Alguien dijo algo de no sacar del mundo, sino preservar al mundo… Con él me quedo. Una Administración cuya única obsesión es adocenarme, ya que me mantiene en ese estado zafio y plebeyo, y que me utiliza como adocenado (vulgar o mediocre) de los renuevos sociales, no me complace y menos me colma. La libertad no se parcela, legisla, administra o agracia, se alcanza, se vive, se goza… y la alcanzamos con la verdad, la responsabilidad, la trasparencia y el respeto a los demás, no con maquiavélicos, mutilados y egotistas fueros.
Leyes constringentes y tendenciosas solo vienen a subyugar y limitar al individuo. Por ello, me niego en redondo a continuar colaborando en una enseñanza doctrinada en la que se imparta una “Formación del espíritu nacional” (anteayer), “Educación para la Ciudadanía” (ayer) o “Valores cívicos y éticos” (hoy), intrincada y turbia disciplina solo auspiciada por belitres o pícaros regidores para su exclusivo laudatorio, pompa y boato, más pendiente de urgir efugios o triquiñuelas para camuflar y blindar sus sinecuras (ya saben, empleos con ingresos sin trabajar) que de una formación diáfana, completa y veraz del ciudadano. Me niego en redondo repito, porque ¡yo sí puedo!, a asistir a unos regidores que, trampistas, mutilan la Historia constriñéndola con aquello de “memoria”, trazumo de exaltados, intolerantes e intransigentes.
Amante de los temas filológicos no quiero ser cómplice del asesinato de la semántica, la etimología y la voladura de su reducto: el DRAE (auténtica propiedad popular), dando el visto bueno a la suplantación de sus fedatarios (los académicos) por petulantes y altivos muñidores que, desde Boletines Oficiales con volitivas o voluntarias disposiciones, ‘ordenan’, no ya lo que debemos decir sino el significado de los voquibles que utilizamos… ¡obviamente doblegando la testuz!
Háganle caso al escritor francés Anatole France: “Sabed sufrir: sabiendo sufrir, se sufre menos”, sin olvidar al insigne alemán Johann Wolfgang von Goethe: “Feliz el que reconoce a tiempo que sus deseos no van de acuerdo con sus facultades”.
Juan de León Aznar, verano’2022
