¿Que qué es la debilidad? Es la falta de energía o vigor, que precisa de un esfuerzo adicional para ponernos enmovimiento. Según la Biblia es una facultad que recibimos para que seamos humildes y que las cosas débiles se conviertan en fortaleza. Todo obedece a la variedad de sentimientos que poseemos y que nos hace ser tan distintos.
Algunos de sus sinónimos son: agotamiento, blandura, debilitación, decaimiento, desfallecimiento, endeblez, flaqueza, flojedad … y no hay que confundir la merma o carencia energética con la sensación de hambre o la debilidad afectuosa por alguien.
Con una cita de Charles Dickens (1812 – 1870) abrimos el cuarentaicuatro anecdotario: “Nuestras peores debilidades y bajezas las solemos cometer por causa de las gentes a quienes más despreciamos”.
El conde de Urquijo, título nobiliario pontificio otorgado el 24 de enero de 1907 por el papa Pío X a Adolfo Gabriel de Urquijo e Ibarra (Bilbao, 1866; San Sebastián, 1933), se hallaba una tarde desapacible en el Aéreo – Club de Madrid y al salir al exterior sintió frío, así es que le dijo a un botones:
“Ve a casa y que te den el gabán treintaisiete”.
Varios de sus contertulios se echaron a reír y el conde, sin inmutarse, contestó:
“Ve a casa y que te den los treintaisiete gabanes”.
Poco rato después, aparcaba un coche frente a la aristocrática sociedad. Estaba lleno de abrigos y el señor conde de Urquijo escogió, ante todos, el gabán treintaisiete que había solicitado.
Sabido es que en la antigüedad muchos dolientes acudían a farmacéuticos o boticarios y a herbolarios en busca de maravillosos medicamentos, siempre huyendo de las purgas y sangrías, ‘especialidad’ de los médicos de entonces. De ahí que surgieran multitud de anécdotas como la que sigue:
“Doctor, yo fui a consultar a un farmacéutico y me aconsejó…”.
Sin dejarlo acabar, el galeno le espeta: “¡Así hacen todos! Antes de acudir al médico van a ver a un farmacéutico. ¿Y qué imbecilidad le ha aconsejado?”.
“Que viniera a verle a usted”, dijo azorado el pobre paciente.
Resulta palmario convenir que los resultados no podían ser deslumbrantes, por óptimos, habida cuenta lo abigarrado de esos brebajes, pócimas o ungüentos que aglutinaban extravagantes y esperpénticos ingredientes como: emplastes con cabezas de rana, lagartijas o caracoles; carnes de culebras, sapos, escuerzos (anfibios), ratones, perrillos o gatos; cataplasmas de escorpión; entrañas de animales dañinos; glándulas seminales…
Tode ello producía un ‘efecto benéfico’, según para qué era utilizado: pasiones del corazón, cerebro o matriz; extracciones de venenos o piedras de la vejiga… Y si a todo esto le sumábamos los amuletos y las oraciones, la felicidad era un hecho… ¡o la desgracia!
Si acudimos o visitamos el refranero popular, nos damos de bruces con:
“Boticario que equivoca el tarro, manda al enfermo a mascar barro”.
“Boticario sin botica, nada significa”.
“Boticarios y médicos no toman medicinas cuando caen enfermos”.
“Cuando va el enfermo a las boticas, una persona pobre y dos de ricas”.
¡Y encima, todos estos potingues se cobraban carísimos! El rey Fernando ‘El Católico’, pagó cincuenta doblas de oro castellanas a su boticario Jaime Pascual de Barcelona, con motivo de las medicinas que éste le proporcionó para la sanación de una herida en el cuello que el loco Joan de Canyamars infligió al soberano en las escaleras del Palau Reial el 7 de diciembre de 1492. El rey se retiró al monasterio de Sant Jeroni de la Murtra en Badalona, acompañado de la reina Isabel, donde se recuperó con relativa rapidez.
El demente remensa (persona de condición servil) fue brutalmente torturado y cuentan que cuando la justicia real dictó la orden de ejecución no era más que un despojo humano. El regicida fue ejecutado cinco días después del atentado, pero antes delató a sus cómplices. Dijo que el Espíritu Santo fue el principal instigador.
En definitiva, un orate que pudo cambiar el curso de la historia.
Luis XIV, apodado ‘el Grande o el Rey Sol’, leyó al gran poeta y crítico francés Nicolás Boileau (París, 1636 – 1711) unos versos que había escrito y le pidió su opinión.
Su cortés respuesta fue:
“Señor, para Vuestra Majestad no hay nada imposible. Os habéis propuesto escribir malos versos y lo habéis conseguido”.
Rafael Guerra y Bejarano (Córdoba, 1862 – 1941), más conocido como ‘Guerrita’ o ‘el Guerra’, sostuvo una discusión con el empresario de la plaza de toros de Córdoba. El torero expuso que para torear en esa ciudad se le había que pagar lo que él exigiera.
Cuando el empresario se enteró, exclamó:
“¿Pagarle lo que él quiera? ¡Y un jamón!”.
Mediante la intervención de amigos comunes, se consiguió firmar la paz entre las partes. Se aceptó el precio del matador, pero a la hora de firmar, éste dijo:
“¡Aquí farta argo!”. “¿Qué falta?”, le preguntaron. “Un jamón. Zí, uzté dijo que me pagaría lo que le pidiera y un jamón, y hay que ponerlo”, contestó.
Y se puso. El “Guerra” cobró cuatro mil pesetas… ¡y un jamón!
Ha sido reconocido como el segundo de los cinco Califas del Toreo y se le atribuyen frases como: “Ca uno es ca uno” o “Hay gente pa tó”, aunque la más genial fue la respuesta que dio a Alfonso XIII, cuando éste le dijo que parecía un obispo:
“Yo en lo mío he sido Papa”.
Y para cerrar, qué mejor cita que la del poeta francés François René de Chateaubriand, considerado el fundador del romanticismo en la literatura francesa:
“La amenaza del más fuerte me hace siempre ponerme al lado del más débil”.
Juan de León Aznar … pidiendo por las víctimas de esta DANA
