La Columna de Don Juan León | “¡Hábleme del Cid Campeador!”


“Nunca tendré compasión por los que no supieron morir a tiempo”. Es una de las frases atribuidas a nuestra relevante figura de hoy: ¡EL CID CAMPEADOR!

Su vida y sus hazañas han sido recogidas por muchos autores en sus libros o llevadas al cine: “El Cid”, con Sofía Loren y Charlton Heston (1961); “Las hijas del Cid” (1962), “El Cid: la leyenda” (película animada de 2003) … También ha sido llevada su biografía al teatro (Guillén de Castro y Pierre Corneille) o a series (“Ruy el pequeño Cid”, dibujos animados de 1980 o “El Cid de Amazon Prime”, vídeo de 2020), sin olvidarnos de magníficos documentales.

      La historia de este personaje histórico está llena de leyendas, muchas de ellas provenientes del “Cantar del Mío Cid” (1140), el mayor de los cantares de gesta españoles de la Edad Media y una de las obras clásicas de la literatura europea de finales de siglo XIII, acabado y adaptado por el poeta y monje castellano Per Abbat o Pedro Abad en 1207, aunque algunas fuentes indican que fue copiado. Se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid, consta de 480 páginas, de las cuales faltan tres (una de inicio y dos entre las hojas 47 y 48 y la 69 y 70), es un tomo de 74 hojas, 3735 versos, está escrito en lengua romance y dividido en tres cantares: el del destierro, el de las bodas y el de la afrenta de Corpes.

      Pasajes como la “afrenta de Corpes, los infantes Carrión, sus hijas Sol y Elvira, la victoria tras su muerte, sus espadas o su tumba” (se cuentan hasta seis) no están demostradas, así es que procuraré dar las pinceladas históricas más veraces sobre este héroe castellano, líder militar que llegó a dominar al frente de su propia mesnada el Levante de la península ibérica a finales del siglo XI.

      RODRIGO DÍAZ nació en Vivar del Cid (?) a 10 km. de Burgos en 1043, falleció en Valencia de muerte natural en 1099 y está enterrado en la Catedral de Burgos. Su padre, Diego Flainez, ocupaba una posición de privilegio en la corte de Fernando I.

      Participó en las batallas de Graus (1063), apoyando a Sancho de Castilla y a las tropas de la taifa de Zaragoza contra su tío Ramiro I de Aragón, que pretendía la conquista de esta ciudad; Llantada (1068); Golpejera (1072, donde fue capturado Alfonso VI); Cabra (1079, en la que se enfrentó al conde García Ordóñez); Almenar (1082); Morella (1084); Tévar (1090); Cuarte (1094, rompiendo el asedio de un potente ejército almorávide); y la última, Bairén (1097, en Gandía junto a su aliado Pedro I de Aragón y frente a los almorávides de Muhammad ibn Tasufin).

La primera mención histórica es la citada batalla de Graus.

      A finales de 1080 tuvo lugar el primer desencuentro con Alfonso VI y, por ende, el primer destierro, ya que saqueó sin autorización la taifa de Toledo aliada del rey leonés. 

Sirvió a Sancho II de Castilla, hasta que fue asesinado por Bellido Dolfos, luchando contra sus hermanos Alfonso (León), García (Galicia) y Urraca (Zamora)

      También estuvo presente en los asedios a Zaragoza, Coímbra y Zamora y sostuvo combates singulares en Calahorra contra Jimeno Garcés y en Medinaceli con Utmán Alkadir.

      La jugada maestra de Alfonso VI fue proclamarse “Imperator totius hispaniae” (“Emperador de las Españas”), pero los reyes taifas recelaron y pidieron ayuda a los almorávides que lo vencieron en Sagrajas o Zalaca (Badajoz) en 1086.

      En 1088 vuelve a ser desterrado por no socorrer al rey en la batalla de Aledo.

      El Cid, ya por libre, conquistó Valencia en 1094.

Apodos: “El Campeador”, “Campidoctor”, “Sidi”, “Ludrik”, “Qambitur” … Él siempre firmaba con el primero de ellos.

Esposa: Doña Jimena Díaz. Nació el 24 de julio del 1046 (?) y murió en 1116 (?). Se casaron entre 1074 y 1076 en la iglesia de San Miguel en Palencia (una pequeña ermita por aquellos tiempos) y fue la Señora de Valencia desde 1099 al 1102. Estuvo enterrada en el Monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos) y trasladada a la capital en 1921. Estos amores ya aparecían en el siglo XIV en la “Crónica Rimada del Cid o Leyenda de las mocedades del Cid”.

Hijos: Cristina, que se casó con Ramiro Sánchez, señor de Monzón; Diego, que murió el 15 de agosto de 1097 en la batalla de Consuegra en Toledo (derrota de Alfonso, luchando contra el emir almorávide Yusuf ibn Tasufin); y María, que contrajo matrimonio con Ramón Berenguer III.

      Algunos de los leales compañeros de armas que le acompañaron en el exilio fueron: Alvar Fáñez (primo hermano), “Minaya” (lugarteniente), Pedro Bermúdez (alférez tartamudo y abanderado), Diego Ordóñez (sargento mayoral), Alvar Ansúrez, Alvar Salvadores, Félez Gormaz (sobrino y poseedor del cuerno para dar órdenes), Martín Antolínez, Yénego Téllez, Muño García, Golín Barbués, y fray Millán (secretario y cartógrafo).

Lema: Oderint dum metuant” (tomado de un emperador romano) … “Que me odien, pero que me teman”.

Bandera: Banda roja en diagonal sobre fondo verde

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Caballos: Cenceño (de marcha) y dos de guerra, Persevante (muerto en batalla) y Babieca adquirido en Zaragoza. 

Espadas: Tizona o Tizón y Colada. La primera tiene dos versiones: 

  1. Perteneció al rey Búcar de Marruecos y ganada en Valencia.
  2. En poder del conde de Barcelona, Berenguer Remont II, aliado de Mundir, rey de Lérida, y hermano de Mutamín, rey de Zaragoza, al que servía “El Cid”. Después de la victoria se apropió de la espada. Algunos historiadores consideran que esta fue la Colada y no la Tizona. También apuntan algunos que llegó a ceñirla Jaime I “El conquistador”.
  • Fue donada al Museo del Ejército de Madrid, pero actualmente se encuentra expuesta en el Museo de Burgos. Pesa 1,153 kg, su longitud es de 933 mm y su ancho es de 43 mm.

      El humanista alemán Federico von Shelegel afirmó al respecto: “España, con el histórico poema de su Cid tiene una ventaja peculiar sobre otras muchas naciones; es este el género de poesía que influye más inmediata y eficazmente en el sentimiento nacional y en el carácter de un pueblo. Un solo recuerdo como el del Cid es de más valor para una nación que una biblioteca llena de obras literarias hijas únicamente del ingenio y sin un contenido nacional”.

      Y permítanme que termine contándoles un chascarrillo que viene a colación:

      Un duro profesor de Historia y un alumno pez en la materia. El primero se dirige al segundo y le espeta: “¡Hábleme del Cid Campeador!”. El discente no se amilana y contesta rápido: ¡Sí señor!, el Cid cabalgaba por las llanuras de Castilla tracatrá, tracatrá, tracatrá… El docente lo frena en seco diciéndole: “¡Pare, pare, pare! El individuo tira de las bridas y suelta un “¡SOOO!”. Parece ser que no llevaba el temario bien aprendido o, al menos, presentaba ‘lagunas’ importantes.

P.D.: Este modesto artículo verá la luz alrededor del 8 de marzo de 2023, “DÍA DE LA MUJER     

         TRABAJADORA”, así es que me sumo a ese paradigma que representa, a 

         diario, el formar parte tan activa e imprescindible de nuestra sociedad,   

         arrogándose, de manera digna y merecida, los epítetos o calificativos más 

         sugestivos e impactantes… ¡FELICIDADES!

                 Juan de León Aznar… ¡caminando hacia San José!


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