La Columna de Don Juan León | “La mujer romana, la homosexualidad y los gladiadores”


Hans Christian Andersen escribió: “Roma es como un libro de fábulas, en cada página te encuentras con un prodigio”. Y en esas estamos, ya que han llegado hasta nosotros para quedarsz

La romana de alta cuna solía acudir a las termas a diario para asearse, depilarse, recibir masajes… pero también para socializar y cotillear. Iban acompañadas de uno o dos esclavos, que vigilaban sus pertenencias, ya que se producían muchos robos, sobre todo de calzado.

Primero pasaban por el cobrador y abonaban un cuarto de as. Después, usaban las distintas salas: apodyterium (vestuario), sudarium (saunas), tepidarium (zona templada), caldarium (zona caliente) y frigidarium (zona fría).

      Utilizaban la esponja después de hacer sus necesidades y una cara muy blanca y unos labios y pómulos rojos era la esencia de su maquillaje. Para la sombra de ojos, tres colores destacaban en sus preferencias: marrón, negro y azul.

      Hablar de mujeres romanas es hablar de la veneración, casi religiosa, de los romanos por las virtudes femeninas tradicionales. La más apreciada, la pudicitia, la calidad de la castidad y la pureza sexual, y la capacidad de servir como madre de familia.

    César dijo: “Mi esposa ni siquiera debería llegar a estar bajo sospecha”.

      La infidelidad masculina era aceptable. Aemilia Tertia, esposa de Scipio Africanus, fue admirada por ignorar el romance de este con una esclava.

Tácito escribió: “Una buena esposa tiene la mayor gloria en proporción, ya que una mala esposa tiene más culpa”

      Los gladiadores no eran hombres libres, sino esclavos que morían para ofrecer el mejor espectáculo posible. Los combates tuvieron su origen en tiempos de los reyes etruscos. Luchaban por su vida con toda clase de armas: redes, lazos, escudos, dagas, tridentes…

      Existieron también las gladiadoras, ya que se han encontrado esculturas de mujeres armadas en posición de triunfo. Tiberio y Septimio Severo prohibieron estos combates en los siglos I y III, respectivamente.

      Llegaban estos esclavos a la Antigua Roma desde todas las partes del mundo conocido. Hombres fuertes que eran destinados al espectáculo en lugar de hacerlo en los cultivos o en las minas.

      Un gladiador solía celebrar unos seis combates al año y su esperanza de vida rondaba los 27 años.

      Existían escuelas de gladiadores y los hombres adinerados que se dedicaban a este negocio recibían el nombre de lanistas. Con el tiempo, estas diversiones se fueron haciendo cada vez más populares en las clases altas y entre el público en general. Los lanistas compraban esclavos y en sus escuelas eran entrenados en las armas.  

      Las apuestas, aunque prohibidas, representaban grandes negocios.

      De cómo morían dependía su entierro. Si lo hacían dando espectáculo y mostrando arrojo y valentía, sus familiares se llevaban su cuerpo y le realizaban los ritos funerarios que consideraran oportuno. En cambio, si se mostraban cobardes, eran enterrados en una fosa común.

      Algunos emperadores como Lucio Aurelio Cómodo (gobernó entre 180 y 192 d. C.), Calígula, Tito, Adriano, Lucio Vero o Didio Juliano estaban muy implicados en estos combates. Del primero de ellos se cuentan hasta 735 participaciones en la arena, obviamente con todas las medidas de seguridad posibles. Obsesionado con la figura mitológica de Hércules, se hacía llama “Hércules cazador”. En cierta ocasión, un gladiador consiguió matar a un león montado a caballo. La enorme aclamación y admiración del público fue directamente proporcional a la envidia del emperador, quien lo mandó ejecutar. 

      Un decálogo bastará para comprender la idiosincrasia romana frente a esta serie de actividades y comportamientos relacionados con el placer sexual:

1.- No importaba el que hacías, sino quién lo sabía. El problema no era hacer algo ‘indigno’, sino el que se supiera y quién podía demostrarlo. La acusación de otro hombre libre llevaba a veces a arruinar la carrera de un senador. Si provenía de una mujer plebeya tendría más posibilidades de salir airoso, no así si era noble, pues una patricia tenía su honor y una plebeya no. Si era un esclavo se eliminaba la preocupación. Un hombre y una mujer de alto rango podían permitirse sus placeres, asegurándose que no lo supiera nadie cuya palabra fuera tomada en serio.

2.- No existía los conceptos de homosexualidad, heterosexualidad, bisexualidad… 

El sexo era el sexo. Los hombres podían tener relaciones con miembros del mismo sexo u opuesto, siempre que la otra persona tuviera menos estatus social (sirvientes, esclavos e incluso hombres libres pero extranjeros). Las casadas tenían que llevarlo con discreción (honor), pero las libertas o extranjeras se permitían mayor libertad (miembros de pleno derecho de la sociedad).

3.- La virginidad era algo inaceptable y extremadamente mal visto, ya que el hombre tenía que ser siempre un dominador. La mujer sí debía llegar virgen al matrimonio, sobre todo las de clase alta.

4.- También era inaceptable para un hombre ser la parte ‘sometida’. Ser penetrado por otro hombre equivalía a ponerse en una situación sumisa. A punto estuvo de arruinar en su juventud la carrera de Julio César. Peor aún era la acusación de haber practicado sexo oral a una mujer, aunque fuera su esposa, ya que la boca era el instrumento de la política, el comercio y cualquier importante actividad. ’Ensuciarla’ equivalía a despreciar su importancia para la comunidad.

5.- Tanto hombres como mujeres usaban a sus esclavos como ‘juguetes sexuales’. El esclavo era una propiedad, pero había que respetar la jerarquía social.

6.- Las tabernas ofrecían los servicios sexuales de sus camareras, amén de sus “fast food”. Algunos propietarios, si la necesidad apretaba, llegaban a prostituir a sus propias hijas.

7.- Se podía identificar a las prostitutas por el color de los cabellos y la ropa. Teñirse con colores artificiales (azul o naranja) y una ropa sencilla y ligera, para desvestirse con rapidez y resaltar sus formas.

8.- La prostitución era extremadamente barata. Podía costar lo mismo que una copa de mal vino, uno o dos ases. Totalmente distintas eran las meretrices, equivalentes a las hetairas griegas, cultas y ricas, que ofrecían sexo y agradable compañía.

9.- La ‘pornografía’ era considerada de buen gusto. Mosaicos, estatuas, espejos u otros objetos de temática sexual. El seno era un regalo de Venus, la diosa del amor.

10.- La pedofilia era socialmente aceptada, hasta cierto punto. La diferencia de edad era signo de dominación. Los romanos solían iniciarse en el sexo con muchachos o muchachas muy jóvenes. El sexo con la esposa era para fines procreativos (alianzas políticas sin amor de por medio).

     “Por no tener ideales cayó Roma con toda su corte de bajezas y de inmoralidades. Y si a todo ello le sumamos las crisis políticas, las luchas de poder, la corrupción administrativa y territorial, la desigualdad social…”.

Juan de León Aznar, verano’2022


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