La Columna de Don Juan León: «Es mejor crear que aprender. Ésta es la esencia de la vida»


Como quiera que el comienzo de Roma sucedió el 21 de julio de 756 a.C., ¡han transcurrido siete siglos hasta nuestros días!, pero estos romanos han procurado que heredemos muchas de sus costumbres siguiendo el consejo de Cayo Julio César: “Es mejor crear que aprender. La creación es la esencia de la vida”

Esta segunda entrega va de la “c” a la “f” con la esperanza de que les sigan sorprendiendo y captando su atención. ¡Ojalá que así sea!

Calzadas o carreteras: Salían de Roma hacia todo el mundo. En Gran Bretaña no existían, pero crearon una red de carreteras rectas y sólidas. Sobre cimientos de arcilla, tiza y grava, colocaban piedras planas y grandes en la parte superior. El centro de la calzada estaba ligeramente elevado para que el agua de lluvia cayera en las zanjas de los laterales. Existieron cinco calzadas hispánicas, que componían una alucinante red viaria, según los mapas del itinerario de antonino o los miliarios encontrados. Parece ser que ese plano fue organizado por Cayo Julio César y desarrollado por Augusto. La copia original data de tiempos de Lucio Septimio Basiano, “Caracalla”, (211 a 217 d.C.) y la que nos ha llegado ha sido la tercera de finales del siglo III con Tito Flavio Diocleciano.

1.- Vía Augusta: La más extensa con unos 1500 Kms. Conectaba la Bética con el norte bordeando el Mediterráneo: Pirineo catalán, Tarraco (Tarragona), Saguntum (Sagunto, Valencia), Carthago Nova (Cartagena, Murcia), Saltigi (Albacete), Cástulo (Linares, Jaén), Córduba (Córdoba), Híspalis (Sevilla) y Gades (Cádiz). También se llamó Vía Hercúlea o Camino de Aníbal y se han encontrado señalizaciones en los arcos de Bará y Cabanes, en Tarragona y Castellón, respectivamente.

2.- Vía 1: De unas 647 millas, unos mil kilómetros. Comenzaba también en el Pirineo oriental hasta Tarraco, pero giraba hacia Legio (León), ya que en Las Médulas se extraía oro, pasando por Caesaraugusta (Zaragoza) y Virovesca (Briviesca, Burgos).

3.- Vía de la Plata: El itinerario de Barro (4 tablillas de arcilla fragmentada del siglo III) conectaba Emérita Augusta (Mérida, Badajoz), que fue fundada por Publio Carisio el 25 a. C., con Asturica Augusta (Astorga, León), pasando por Zamora.

4.- Vía XX: De 207 millas, unos 300 kms. Parte de su trazado discurría por el agua, lo que motivaba que en algunos lugares fuera necesaria una embarcación. Iba desde Bracara Augusta (Braga, Portugal) hasta Asturica Augusta, pasando por Tude (Tuy, Pontevedra), Brigantium (A Coruña) y Lucus Augusti (Lugo).

5.- Vía XXV: Una de las tres rutas que enlazaban Mérida con Zaragoza. De 348 millas, más de 500 kms, atravesaba Toletum (Toledo) y Complutum (Alcalá de Henares, Madrid).

Cáncer: Lo llamaban oncos y se comparaba con un cangrejo (karkinos, en griego) por la hinchazón ramificada que presentaba la tumoración. El gran médico imperial Elio Galeno ya lo recogió en su diario.

Caseros: Como hoy en día, recibían quejas de sus inquilinos por los precios de los alquileres o los deterioros de las ínsulas, necesitadas de reparaciones.

Celebraciones: El hecho de que haya un “Día de la Madre” es de origen romano. La palabra matrimonio viene de madre. Y las madres eran muy consideradas. Hasta hubo dos “mater castrorum” (Julia Domna, esposa de Septimio Severo, la emperatriz filósofa, y Faustina II, “La Menor”, hija de Antonino Pío), que fueron nombradas madres de los campamentos militares (legiones).

Chefs: Disponían de cocineros profesionales muy afamados, sobre todo griegos y orientales. Uno de ellos, Apicio del siglo I d.C., fue considerado el mejor gastrónomo de la época y artífice de un manual culinario dotado de trucos, hoy practicados, como el de esconder el gusto original con especias y hierbas.

Chistes: El sentido del humor en Roma reflejaba el carácter de lo que en sus orígenes fue un pueblo de campesinos y soldados, caracterizado por lo procaz y punzante. Este humor cáustico, llamado a veces “italum acetum o vinagre itálico”, es antónimo a la responsabilidad o la seriedad (gravitas), que la élite romana trataba de transmitir. Las bromas, chascarrillos y puyas proliferaban y eran estas últimas las predilectas de la soldadesca romana. Por ejemplo, en la celebración de un triunfo a Julio César en el 46 a.C. le ‘cantaban’: “Ciudadanos, guardad a vuestras mujeres, traemos al adúltero calvo”. El cognomen o apodo correspondía al tercer componente del nombre: Ovidio, el gran poeta, se llamaba Publio Ovidio Nasón, “narigudo o narizotas”; o Cicerón, el célebre orador, filósofo y escritor, que respondía al nombre de Marco Tulio Ciceron, siendo “Cicero” (“garbanzo”) su apodo familiar, porque sus antepasados cultivaran esa legumbre o porque el primogénito de ellos tenía una verruga en la nariz. Otros fueron: Brutus, “tonto”; Burrus, “pelirrojo”; Capito, “cabezón”; o Strabus (bizco). Del “Philogelos”, la recopilación de chistes más antigua y escrita en griego, he recogido cuatro chascarrillos de la época:

1.- Uno que regresaba de un viaje pregunta a su falso adivino por su familia. Este contestó: “Todos están bien, incluido tu padre”. Al decirle: “Mi padre hace ya diez años que ha muerto”, respondió: “No conoces a tu verdadero padre”.

2.- Un abderita (originario de Abdera, al norte de Grecia, que junto con los de Cumas, cerca de Nápoles, eran los ‘tontos’ por antonomasia) viendo a un eunuco conversar con una mujer le preguntó si era su esposa. Cuando el eunuco le dijo que él no podía tener esposa, respondió: “Entonces es tu hija”.

3.- Uno, al encontrarse con un intelectual dijo: “El esclavo que me vendiste ha muerto”. Y contesta: “¡Por todos los dioses! Cuando estaba conmigo nunca hizo tal cosa”.

4.- Un hombre estaba enterrando a su esposa y cuando alguien le preguntó: “¿Quién descansa?”, respondió: “Yo, que me he librado de ella”.

Comercios: Se llamaban tabernae, estaban situados en las plantas bajas de los edificios y disponían de rejas de madera y cerrojos.

Concreto: Hormigón romano que, a diferencia del actual, tarda en secarse más tiempo, aunque su periodo de duración es mucho mayor. El de hoy muestra signos de degradación pasados 50 años. La ceniza volcánica era el ingrediente que le daba esa gran consistencia y de ahí lo duradero de sus construcciones. En una muestra del mausoleo de Cecilia Metella (hija de un cónsul romano) en la Vía Apia de Roma, del siglo I (imperio de Augusto) y de forma circular, se han empleado un microscopio electrónico de barrido y una espectrometría de rayos X dando como resultado el ingrediente principal que le confiere excelencia al hormigón: la leucita, mineral rico en potasio que se descompone fácilmente por la lluvia y las filtraciones de agua subterránea a través de las paredes. Se libera el potasio en la mezcla de cal y rocas volcánicas.

Correos: Octavio Augusto creó un importante servicio postal nombrando a sus cursus publicus o mensajeros.

Depilación: Este acto masoquista, por lo mucho que sufrían, estuvo de moda entre hombres y mujeres. Se aplicaban resina y el divino Cayo Julio César era un adepto a ellas (acción y producto).

Deportistas: Aurigas y gladiadores eran muy admirados. En una ciudad de un millón de habitantes, el Circo Máximo albergaba a 250000 personas. Cayo Apuleyo Diocles, auriga lusitano, se retiró como el mejor deportista pagado de la Historia e, incluso, le llegaron a dedicar una lápida.

Divorcio: En el siglo I d.C., ya en tiempos del emperador Octavio Augusto, la mera voluntad de uno de los cónyuges bastaba para formalizar una separación. Eso sí, tenía que ser firmada por siete testigos y notificada a la otra parte por mensajería. Hasta que se aprobó la ley del 22 de junio de 1981 hemos tardado 1900 años en podernos ‘divorciar’. El escritor y político romano también del siglo I, Tito o Cayo Petronio Árbitro, escribió: “Te puedes casar o quedarte soltero, pero te arrepentirás de las dos cosas”.

Domingos: Este día de descanso dominical y, por tanto, administrativo, comenzó su andadura en el año 321 con Flavio Valerio Aurelio Constantino, aunque en un principio consistía en venerar al sol, “Dies Solis”.

Educación: La educación para las mujeres y la educación mixta fueron casos harto relevantes, que a partir de la Edad Media quedaron completamente en el olvido.

Elecciones: Costaban bastante dinero y los candidatos pagaban obras públicas como la pavimentación de una plaza. Para cargos como pretor o cónsul era difícil distinguir el soborno y contaban con recuperar lo perdido (y algo más) durante el ejercicio del cargo. Mandaban pintar eslóganes a su favor en las paredes de la ciudad y los trabajadores contratados salían de noche, blanqueando paredes y delineando letras, mientras otro sostenía la lámpara de aceite.

Espías: Los famosos ‘frumentarii’, más tarde ‘agentes in rebus’, fueron el alma de Roma en cuanto a asesinatos y ardides. Tito Livio nos cuenta dos anécdotas: En el 300 a.C., durante las guerras contra los etruscos, Quinto Fabio Máximo envió a su hermano Fabio Celso (maestro del disfraz y conocedor del etrusco) para que, vestido de campesino, se adentrara en el bosque de Cimino y contactara con potenciales aliados de Roma. Así llegó hasta Camerium (Lacio) y convenció a sus habitantes de que cambiaran de bando. En 203 a.C., durante el asedio a Útica (Túnez), Publio Cornelio Escipión envió una delegación de centuriones disfrazados de esclavos al campamento del rey númida Sífax, aliado de Cartago, para parlamentar. El objetivo era detectar los puntos débiles del enemigo y por temor a ser descubiertos el legado Cayo Lelio azotó a Lucio Estatorio para mayor credibilidad. “El Africano” atacó una noche, incendiando todo a su paso y obteniendo una gran victoria.

El espionaje romano, previo a la era imperial, no estaba institucionalizado. En los años anteriores a la caída de la República, Cayo Julio César había organizado su servicio particular de espías recurriendo a los speculatores (correos militares) y según Cayo Suetonio Tranquilo llegó a inventar un sistema de codificación criptográfica conocido como “cifrado de César”. Por ejemplo: la letra ‘d’ sustituía a la ‘a’, tres lugares más adelante. Artemidoro de Éfeso, su maestro de Filosofía y agente secreto, le entregó un informe escrito advirtiéndole de la conspiración contra él, pero no le hizo caso y 23 puñaladas pusieron fin a su vida.

Los frumentarii eran unos 200 centuriones y oficiales, que se encargaban del suministro del grano a las legiones, se cree que empezaron a operar en tiempos de Tito Flavio Domiciano, Marco Ulpio Trajano o Publio Elio Adriano, portaban uniformes, su sede estaba en la Castra Peregrina (colina de Celio en Roma) y su jefe, prínceps peregrinorum, tenía carta blanca. Adriano los utilizó para espiar vidas privadas de gentes destacadas del mundo de la política. ¿Su lado oscuro?, las destrezas para el asesinato.

Fueron eliminados en el siglo III por Diocleciano, aunque se transformaron en agentes in rebus, que eran civiles y pasaron al mando del magister officiorum, que en el siglo IV ya sería el jefe oficial con 1200 agentes a su cargo. En 359 d.C., Constantino II llevó a cabo una purga de ese cuerpo corrupto y Juliano “el Apóstata”, los redujo a 17, utilizando desde entonces a esclavos como confidentes.

Febrero: Durante la festividad de las Lupercalia se sacrificaban unas cabras y con sus pieles hacían tiras o correas, especie de látigos a los que llamaban februa. Los lupercos eran unos jóvenes que fustigaban por todas las calles de Roma a las doncellas que pudieran engendrar para, según la creencia, promover su fertilidad. Como esta fiesta tenía lugar el segundo mes del año se le denominó febrero.

El ‘divino calvo’, Cayo Julio César, dijo: “Prefiero ser primero en una aldea que el segundo en Roma”. Según parece, lo tuvo claro y lo consiguió por su perseverancia y saber hacer… y eso que eran tiempos complicados.

Juan de León Aznar, verano’2022


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