Si incurrimos en una falencia nos instalamos en el error, el engaño o el equívoco. ¿Y que es el defecto? La carencia de una cualidad. Y como casi todos estos modestos artículos han comenzado por ellas, es hora de ocuparnos de una grave deficiencia o imperfección: el rencor, que da pie a este treinta anecdotario
Se trata de una desagradable emoción, que lleva aparejada un sentimiento cercano al odio y al resentimiento. Descartamos el perdón y seguimos anclados en lo que nos provocó dolor, nos hirió o nos humilló.
Si se lleva demasiado lejos o se prolonga en el tiempo no nos deja remontar el vuelo y ser felices.
Escribía el peruano Miguel Francisco Gutiérrez Correa, fallecido en 2016: “El rencor es un abismo sin fondo. O un ardiente páramo sin fronteras”. Aunque nuestro madrileño Miguel Mihura Santos (1905 – 1977), comediógrafo, humorista y periodista, lo expresa con más vehemencia: “El rencor es la caja de caudales de la maldad”, ya que es la antesala del odio y los prolegómenos de la agresión, tanto verbal como física o psíquica.
A comienzos del siglo pasado los caballeros calzaban botas durante el día y la cambiaban por zapatos si tenían que asistir a alguna reunión de etiqueta. El músico italiano de origen danés Ferdinando Paër (Parma, Italia, 1771; París, Francia, 1839) del consejo musical de Napoleón Bonaparte, recibió un día una esquela de un nuevo rico que subrayaba: “Se ruega a los invitados que no vengan con botas”.
El músico le respondió con la carta siguiente: “Los zapatos del maestro Paër, en extremo agradecidos por el convite, tendrán el gusto de asistir a la fiesta por usted organizada, aunque su dueño, aquejado por la gota, no podrá tener el honor de acompañarlos”.
Y a la hora fijada, envió a un criado con su mejor par de zapatos a casa del ricachón.
Adam Smith (Kirkcaldy, Reino unido, 1723; Edimburgo, Escocia, 1790, célebre economista, filósofo y moralista, afirmaba: “El trabajo es una moneda en curso”.
Un trabajador londinense que le escuchaba le contestó:
“Será de un curso tan rápido que ninguna se queda en casa”.
Un aprendiz de periodista se presentó a Joaquín Aznar, director del que fuera importante periódico madrileño “La Libertad”, con la pretensión de incorporarse a la redacción. Para probarle, Aznar le indicó:
“Vaya usted a hacer el resumen de un congreso que se celebra hoy. Es de otorrinolaringología”.
El aspirante a periodista comentó: “La verdad es que hay cada apellido vasco tan difícil de pronunciar…”.
Es obvio decir que no consiguió el puesto.
Nota: “La Libertad” se llamó originariamente “El Liberal”, que era de tono progresista. En diciembre de 1919 gran número de redactores y obreros de este diario fueron a la huelga y acabaron dejando el periódico, pero fundando la nueva publicación, que vio la luz el 13 de diciembre de 1919. Desapareció el 26 de marzo de 1939 y a lo largo de su existencia se configuró como una publicación republicana de izquierdas.
El gran novelista francés Marcel Proust (Neuilly-Auteuil-Passy, Francia, 1871; París, Francia, 1922) acostumbraba a pasar largas horas en el parisino hotel Ritz. Era rumboso en las propinas, Pero, un día, al salir a la plaza Vendôme, se dio cuenta de que había gastado todo el dinero que llevaba. Se dirigió entonces al portero y le dijo:
“¿Podría prestarme cincuenta francos? La rápida respuesta fue:
“Con mucho gusto señor. Aquí los tiene”. La contestación también fue diligente:
“Guárdelos, guárdelos. ¡Se los pedía para dárselos a usted!”.
Juan de Tassis y Peralta, II conde de Villamediana (Lisboa, Portugal, 1582; Madrid, 1622), considerado un auténtico play-boy de la época, fue un poeta perteneciente al Barroco, que escribía encendidos sonetos amorosos a una tal ‘Belisa’, fácil anagrama de Isabel, ya que se cuentan sus relaciones con Isabel de Borbón (Fontainebleau, Francia, 1602; Madrid, 1644), hija de Enrique IV de Francia y su segunda esposa María de Médicis y que fuera la primera mujer de Felipe IV, a quien se le atribuye la orden del asesinato del conde por celos.
Hallándose un día nuestro personaje en la iglesia de Atocha, un fraile le pidió limosna para las almas del Purgatorio. El aristócrata le dio un ducado y el clérigo con una reverencia le dijo: “Acabáis, señor, de liberar un alma”. Él le respondió entregando otro ducado. De nuevo, otra similar respuesta: “Habéis liberado otra alma, señor”. Siguió el conde dando ducados y el fraile anunciando liberaciones hasta que, de improviso, preguntó el benefactor: “¿Me aseguráis que todas esas almas han sido liberadas? “Sin la menor duda, señor”, se apresuró a contestar.
“Entonces devolvedme mis ducados porque, puesto que las almas están en el cielo, no es de temer que vuelvan al Purgatorio”.
La escritora inglesa Joanne Rowling (Yate, Reino Unido, 1965, de 58 años), la celebérrima y exitosa autora de “Harry Potter”, escribe bajo los seudónimos de J.K. Rowling y Robert Galbraith. Firmó con iniciales para que no se supiera que era mujer y la ‘K’ la tomó de su abuela paterna Kathleen. Un día, mientras se encontraba en un tren que se retrasaba durante más de cuatro horas, vio a un joven muy parecido a Harry y de ahí surgió la idea de escribir una novela sobre un mago que va a la escuela de magia. Suya es esta reflexión sobre la lacra del resentimiento:
“La grandeza inspira envidia, la envidia rencor y el rencor mentiras”.
Juan de León Aznar… siguiendo con el aroma primaveral’2024
