La Columna de Don Juan León | “El machismo es el miedo de los hombres a las mujeres sin miedo”


Sabido es que un misógino o machista, es un tipo que siente una especial aversión hacia las mujeres o que no confía en ellas. Aunque el segundo término tiene otras connotaciones, el escritor uruguayo Eduardo Galeano ya escribía sobe esta acepción: “El machismo es el miedo de los hombres a las mujeres sin miedo”

Arrancamos esta segunda entrega en el siglo XVIII, pero había que escoger un abanderado para erigirse en líder o paladín de lo aquí tratado. Y pienso que este dudoso honor debe recaer en el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, que nos dejó esta aljófar o perla para la posteridad: “Las mujeres por ser más débiles, se ven obligadas a depender no de la fuerza, sino de la astucia: de ahí su hipocresía instintiva y su inmodificable tendencia a la mentira. Por eso el fingimiento es connatural a las mujeres y se encuentra tanto en las tontas como en las inteligentes”. ¡Sin comentario!

Ya en pleno XVIII se podía leer en la Constitución Nacional inglesa: Todas las mujeres que sedujeran y llevaran al matrimonio a los súbditos de Su Majestad mediante el uso de perfumes, pinturas, dientes postizos, pelucas y relleno de caderas y pechos, incurrirán en delito de brujería y el casamiento quedaría automáticamente anulado”. ¿Ya existían en este tiempo Corporación Dermoestética y los trasplantes? ¡Ahí queda eso!

También en este siglo comparece el gran emperador francés Napoleón Bonaparte afirmando: “Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo”.

Y no nos olvidamos del escritor francés François – Marie Arouet, más conocido por Voltaire: “Una mujer amablemente estúpida es una bendición del cielo”.

Entre los siglos XVIII y XIX encontramos varios ‘chulapos’, autorizados a escribir ‘lindeces’ y aprovechar la ocasión para poner a las damas de chupa de dómine:

Johann Wolfgang Von Goethe, escritor alemán, el autor más representativo de la literatura de este país, nos remite a la sumisión femenina:¡Qué amables son los principios del amor cuando a ella le gusta aprender y a él le gusta enseñar!”.

Otro escritor alemán, Christian Heinrich Heine,les confiere un toque enigmático: Cuando una mujer nos cautiva, ¿cómo discernir dónde empieza su sonrisa y dónde termina su boca”?

Y entra en acción Jules Michelet, historiador francés, que pienso hace alusión al disfrute o a lo festivo del asunto cuando escribe: La mujer es el domingo del hombre”. ¡Serán algo más, amigo Jules!

El siglo XIX cuenta entre sus ‘asociados’ con seis recalcitrantes y obstinados ‘francesitos’: Charles Baudelaire, poeta francés, suficiente y tajante en sus juicios sumarísimos, ya que es capaz de afirmar sin el más mínimo recato o rubor: La mujer es natural; es decir, abominable”. Pero no corto, apostilla: Ruborizarse de haber querido a una mujer el día que se da cuenta de su tontería, es estúpido”. Tampoco se cohíbe el escritor Alfred de Musset cuando las tilda de incultas: ¿Cómo queréis que una mujer deje de admirar lo que no entiende?”. Para el gran Alexandre Dumas ellas imponen su ‘santa voluntad’ al decir: Las mujeres nos inspiran grandes cosas, y no nos dejan conseguirlas”. Théophile Gautier, poeta, novelista y crítico, las enmarca como caprichosas: Las mujeres tienen el sentimiento de la moda, pero no el sentimiento de lo bello”. Paul Geraldy, poeta y autor dramático, piensa de las féminas que son unas calculadoras empedernidas: La mujer escoge muchas veces al hombre que la ha de escoger a ella”; y Honoré de Balzac, novelista, las descalifica: El hombre que es capaz de gobernar a una mujer, puede gobernar una nación” o “Sois demasiado hermosa para ser honrada”.

          El filósofo alemán Arthur Schopenhauer, citado en el preámbulo del artículo, no se conforma, vuelve a las andadas y en un momento de ‘inspiración’ se le ocurre escribir: “Las mujeres son animales de pelo largo e ideas cortas”.

          Y finiquitamos esta época con lo escrito por el ingenioso dramaturgo irlandés Óscar Wilde: “Las mujeres echan a perder las historias de amor más bonitas que se creen eternas”.

Nos vamos acercando a nuestros días y la cuestión, lejos de arreglarse, empeora por momentos. Ahí van unos ejemplos clarificadores de ‘caballeros’ que viven entre los siglos XIX y XX:

Son intrincadas y tortuosas para Somerset Maugham, escritor inglés, porque es capaz de ‘aclarar’: Las mujeres tienen un deseo morboso de mostrarse sublimes a la cabecera del lecho de muerte de la persona que aman. A veces hasta parece que deploren que la larga vida de ellos le retrase la escena”. Volubles, para André Maurois, escritor francés, quien echa su imaginación (?) a volar: Las mujeres pueden atarse por una promesa o por un juramento. Es falso. Las mujeres no tienen moral: dependen en sus costumbres de aquello que aman”; pero no quedando satisfechoremata la ‘faena’ componiendo un chiste fácil: Hay hombres que aman la guerra y el café porque allí van sin la mujer”.

Ocurrente ¿verdad? Oportunistas y ‘pacientes’ son consideradas por Bernard Shaw, escritor irlandés en lengua inglesa: La mujer espera al hombre, pero como la araña espera a la mosca”. Hasta pierden uno de sus dones naturales para el crítico americano de teatro George Jean Nathan: Lo que pasa por ser intuición femenina, suele ser solo transparencia masculina”.

          Casi de ‘lelas o memas’ son tratadas por Marcel Achard, dramaturgo francés: Las mujeres prefieren a los hombres silenciosos, piensan que las están escuchando”. Autoritarias o ‘tiranas’ para el escritor, poeta y dramaturgo francés Jules Renard: “Si el hombre fue creado antes que la mujer ¡fue para que pudiera decir unas cuantas palabras!”.

           Las subestima el escritor también galo, Anatole France, seudónimo de Anatole François Thibaut: “La cabeza de la mujer no es un órgano esencial”.

           Interesadas para el genial escritor, humorista y actor estadounidense Groucho Marx: “El marido que quiera un matrimonio feliz debe aprender a mantener la boca cerrada y abrir la chequera”.

           El actor, dramaturgo y director de cine nacido ruso y criado en Francia, Sacha Guitry, las ‘aporrea’ cuando afirma: “La mujer es encantadora, pero el perro es mucho más” y, no contento, concluye de forma irreverente: “Si la mujer fuera buena, Dios tendría una”. ¿Habría que reírle las gracias a este cretino?

           Otro francés, Alfred Jarry, dramaturgo, novelista y poeta continúa la línea comparativa cuando escribe: “La más noble conquista después del caballo, es la mujer”.

           Sentencioso se muestra su paisano, el polifacético Jean Cocteau: “Peor que una mujer, son dos mujeres”.

           Y hace uso del sarcasmo el estadounidense Henry Louis Mencken, periodista, escritor y crítico social, conocido como “el sabio de Baltimore”: “Los hombres tienen una vida mejor que las mujeres. En primer lugar, se casan más tarde y, en segundo, se mueren antes”.

           El gran y muy conocido actor escocés Sean Connery, recientemente fallecido (2020), dejó un par de ‘perlas’ en una entrevista que concedió a la cadena “ABC” en 1987: “No pienso que sea nada malo pegar a una mujer si ella se lo merece”. “Es mejor pegar a las mujeres con la mano abierta que con el puño cerrado”. Ya lo denunció su exmujer por malos tratos y no es para menos.

           ¿Por qué será?, que diría la popular Fedra Lorente, ‘La Bombi’, del exitoso programa televisivo 123”.

Acabamos nuestro particular periplo con seis citas de nuestro entrañable siglo XX, aunque la última de ellas se adentra algo en el XXI (trece años, concretamente):

Noel Clarasó, escritor catalán, se retrata: Si el objeto de tu vida es tu propia felicidad, cásate con una mujer que no piense igual”. Y le sale un chiste fácil: “El hombre solo puede hacer dos cosas duraderas con la mujer, o discutir o casarse con ella. Este es un gran argumento a favor de la discusión”.

El cantautor Joaquín Sabina desconfía de ellas: Hay mujeres que ni cuando mienten dicen la verdad”.

 “Pitigrilli”, seudónimo de Dino Segré, escritor italiano, se disfraza de ingenioso al establecer el siguiente símil: Cuando se es desgraciado se siente necesidad de mujer, como si se tiene sed, se siente el deseo de una naranjada”. ¡Vale por un refresco!

El humorista y pertinaz misógino Samuel Burl “Sam” Kinison, define el ‘infierno’ del matrimonio: “No me preocupa el terrorismo. Estuve casado dos años”.

‘Filosofa’ el novelista y poeta estadounidense William Faukner: “Las mujeres no son más que órganos genitales articulados y dotados de la facultad de gastar todo el dinero del marido”. ¡Ingenioso caballero!

La gran Sarita Montiel, María Antonia Abad Fernández, cantaba en su canción “Es mi hombre”. Si me pega me da igual. Es natural”. ¡Vaya con la copla!

Anónimos como: “Ley de Arquímedes: la mujer es más ligera, pero los gastos son muy pesados”; “¡Dos mujeres es bigamia!; ¡Una mujer es monotonía!” o… “No es cierto que los hombres casados vivan más tiempo. Solo se le hace más largo” … no hacen sino reforzar el encabezamiento del artículo.

Ese libro, de sobras conocido, que recopila adagios, aforismos, apotegmas, máximas, refranes… tampoco deja en buen lugar a las féminas. A veces, utiliza un símil un tanto iterativo, terco y ofensivo. A las pruebas me remito: La mula y la mujer, a palos se han de vencer” y/o A la mujer y la mula, vara dura”. ¿Empecinamiento o ideas fijas?

Menos mal que ‘no todo el monte es orégano’ y queda gente abierta, sensata, de amplias miras, como el poeta y filósofo libanés Khalil Gibran, que no duda un instante en proclamar: “Los hombres que no perdonan a las mujeres sus pequeños defectos jamás disfrutarán de sus grandes virtudes”.

Hasta el gran Napoleón Bonaparte se acordó de ellas cuando dijo: Una mujer hermosa agrada a la vista, una mujer buena agrada al corazón. La primera es una joya, la segunda, un tesoro”.  

La escritora e icono del feminismo Gloria Steiner profundiza: “Una persona feminista es cualquiera que reconozca la igualdad y la plena humanidad en mujeres y hombres”.

Aunque lo escrito por el político, escritor y educador argentino, Domingo Sarmiento, resume todo lo expuesto: Puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de la mujer”. ¡Qué cunda el ejemplo!

P.D.: Estos dos modestos escritos están dedicado a todos los que tenemos a la mujer en un pedestal, valorando en todo instante su capacidad laboral, dedicación, entereza, fortaleza, inteligencia…

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