Y llegamos a los ‘dos patitos’; ‘osease’, al veintidós anecdotario. ¿Que qué pretendemos? Pues ni más ni menos que lo escrito por el poeta y ensayista inglés Samuel Johnson (Reino Unido, 1709 – 1784):
“El único fin de la escritura es permitir a los lectores disfrutar mejor de la vida o soportarla mejor”.
Y si hablamos de ‘patitos’ nos extrapolamos a los juegos de azar con sus atractivas apuestas y, por consiguiente, sus ‘suculentos’ dividendos: loterías, quinielas, dados, bingo… y como dicen que en tiempos de crisis es cuando más se juega por aquello del ‘pelotazo’… y como la que padecemos es colosal: energética, existencial, económica, de subsistencia, de ansiedad…
Hay que tener en cuenta que el azar es una de las fuerzas más poderosas que influyen en nuestro quehacer diario y que sin ella no lograremos hacer realidad los sueños que nos marcamos como objetivos vitales.
El ateniense Sófocles, poeta trágico griego, ya vivía el presente y aparcaba el futuro incierto cuando afirmaba:
“¿Miedo? ¿Qué tiene que ver el hombre con el miedo? El azar gobierna nuestras vidas y el futuro es completamente desconocido. Es mejor vivir como podamos, día a día”.
Mi difunta madre rellenaba una quiniela según el color de las camisetas. Saben que este tipo de apuestas consta de dos bloques, generalmente, uno de Primera División y otro de Segunda.
A ver, le decía, Real Madrid (blancos) – Las Palmas (amarillo), ganan los blancos respondía; Osasuna (rojo) – Celta de Vigo (celeste), triunfo para los celestes; Atlético de Madrid (rojiblanco) – Barcelona (azulgrana), eso es un empate… y así sucesivamente, hasta que les tocaba el turno a los equipos de la Segunda División.
Y ahí respondía con ‘candidez’ y ‘supina ignorancia’: “Vaya por Dios, a éstos no los conozco” … como si los anteriores fueran por ella sabidos.
Francis de Croisset (Bruselas, Bélgica, 1877; Neuilly-sur-Seine, Francia, 1937) fue un dramaturgo francés, aunque de origen belga, que defendía que había tantas clases de mentiras como mariposas:
“El hombre que miente porque es bien educado, es un hombre de mundo; quién miente para distraer a otros, es el poeta o el novelista; quién miente por deber, puede ser un santo; el que miente por egoísmo o cobardía, es un sinvergüenza; y el que miente por placer… es el verdadero mentiroso”.
Hay que añadir, ya en estos tiempos que corren, a la fantasiosa clase política, por las exacerbadas declaraciones gubernamentales que se escuchan o los rimbombantes programas que leemos, y que, indefectiblemente, incluyen o van convoyados de ilusionantes y utópicas promesas electorales.
Tenemos que reconocer que este problema ha existido siempre y en todos los países, y que la expresión ‘embustero’ es un tanto vaga, pero debemos consensuar que el político suele ser un individuo listo e inteligente que sabe explicar perfecta y convincentemente cómo va a hacer una cosa y luego sabe explicar de forma concienzuda por qué no lo ha hecho. ¿Les suena, les dice algo?
Falleció la portera del inmueble donde habitaba D. Pedro Muñoz Seca y a los pocos días también murió el marido, más de pena que de enfermedad, ya que se trataba de un matrimonio bien avenido y muy enamorado.
El hijo, consternado y afligido, le solicitó a D. Pedro que le redactara un epitafio que honrara su memoria y estos fueron sus versos:
“Fue tan grande su bondad, tal su generosidad y la virtud de los dos que están, con seguridad, en el cielo, junto a Dios”.
Corría el año mil novecientos veintitantos y en aquella época era preceptivo que la Curia diocesana aprobara los textos de los epitafios. Una censura, ¡vaya!
El escritor recibió una misiva del Obispado de Madrid ‘invitándole’ a modificar el verso, puesto que nadie, ni siquiera el propio obispo de la diócesis o el Santo Padre, podían afirmar de un modo tan categórico que unos fieles hubieran ascendido al cielo sin más. Se tuvo que rehacer el verso, que una vez remitido quedó de esta guisa:
“Fueron muy juntos los dos, el uno del otro en pos, donde va siempre el que muere, pero no están junto a Dios, porque el obispo no quiere”.
Nueva carta recriminando al autor lo que creía la Curia, que se trataba de una burla o chanza, que lógicamente lo era. Se le exige una rectificación, ya que no es el obispo el que no quiere, ni siquiera es la voluntad de Dios. Él no decide nuestro futuro, sino que es nuestro libre albedrío el que nos lleva al cielo o no.
D. Pedro tiene que rematar la faena con una larga cambiada. Lo que escribió no se colocó en ninguna lápida, porque la Curia no contestó:
“Vagando sus almas van, por el éter, débilmente, sin saber qué es lo que harán porque, desgraciadamente, ni Dios sabe dónde están”. Genio y figura…
El célebre Alfonso de Ussía Muñoz-Seca, gran periodista, columnista y escritor español nació en Madrid en 1948 y es el nieto de nuestro personaje, que fue autor, entre otras obras, de “La venganza de don Mendo”. D. Pedro vio la luz por vez primera en El Puerto de Santa María en 1879 y fue asesinado en Paracuellos de Jarama el 28 de noviembre de 1936, a manos del bando republicano en una de sus tristes, por famosas, matanzas. El Frente Popular y sus milicias del ‘Terror Rojo’ fusilaron a cerca de cinco mil personas y entre ellas a 276 menores… ¡desmemoria histórica!
El nieto escribió: “A mi abuelo le cortaron los bigotes y lo llevaron a Paracuellos”.
El gran escritor, autor de “Crimen y castigo” o “Los hermanos Karamazov”, dos de sus reputados libros, Fiódor Dostoyevsky (Moscú, Rusia, 1821; San Petersburgo, Rusia, 1881), dejó esta preciosa cita para la posteridad, que atañe a nuestro estado de ánimo:
“El hombre se complace en enumerar sus pesares, pero no enumera sus alegrías”.
Juan de León Aznar … felicita por San José … y La Herradura’2024
