La Columna de Don Juan León | “El declive de nuestra política nacional comienza con el que se niega a remar”


No me gustan los artículos políticos porque, y es una opinión muy subjetiva, los considero cargados de parcialidad. Y si hurgan, aunque sea al sesgo, en el abominable, execrable e ignominioso hecho del 11 de marzo de 2004… 

El titular de este escrito es para felicitar al D. Mariano Rajoy Brey quien, en su día, compareció ante los medios, mantuvo la compostura y admitió estoica, elegante y como suya la ‘cachetada’ que iba destinada a su acompañante D. José María Aznar López, político de gran empaque y preparación, que estaba situado solo un peldaño más atrás. Junto a D. Adolfo Suárez González representan para mi profano entender unas figuras más que sobresalientes de la historia reciente española.

Paso a desglosar lo expuesto tratando de ser lo más imparcial posible. ¡Lo prometo!  

Desde corta edad y en nuestro parco vocabulario de entonces (el de hoy es más técnico, pero menos culto), incorporé a mi lexicón un término para nombrar la marca de una olla a presión, extraordinaria según mi madre (q.e.p.d.) y que respondía (perdón por la publicidad) al nombre de “PRESTIGE”. ¿Les suena?

El Sr. Aznar, mal aconsejado o por decisión propia (motu proprio), no quiso salir en la foto, no se embadurnó en chapapote, no trepó por los abruptos y deslizantes acantilados, y no deambuló por las embravecidas y ennegrecidas playas gallegas. Yo, modestamente, lo hubiera hecho hasta sin mascarillas. Es una opinión, pero… primer error.

¿Armas de destrucción masiva? ¿Y qué? ¿Pintamos o representamos algo en el ‘circo’ mundial como para desviar las ‘bombas’ dirigidas al blanco americano y permitir que apunten a la diana española? Segundo error.

Millones de manifestantes clamaron en su día por un ‘no a la guerra’. Las principales arterias de las más populosas y variopintas urbes se poblaron de cívicos ciudadanos (sin olvidar ni obviar a los manipuladores profesionales de hoy), que expresaron y se fundieron en un común deseo y un palmario propósito de rechazo a la guerra. No escucharlos, desoírlos y no tenerlos en cuenta, supuso un craso… tercer error.

Tanto el primero como el tercero fueron yerros impropios de un político del fuste del Sr. Aznar. Estas personalidades olvidan, quizás en alardes de prepotencia o confianza desmedida, que la ‘calle’ los encumbra y la ‘calle’ los echa. Debería haber bajado al ‘ruedo del día a día’, el de las realidades cotidianas y futuras. Cierto es que ha reconocido errores (‘de sabios es rectificar’), lo cual es digno de encomio y le honra, pero el daño irreparable ya estaba hecho. 

Tenía que haber leído a Thomas Mann: “La guerra es la salida cobarde a los problemas de la paz” o ese anónimo que sentencia: “Para hacer la paz se necesitan dos, pero para hacer la guerra basta uno solo”

Quisiera, mediante una reflexión histórica, concatenar una serie de sucesos que nos lleven a la evidencia de que el ‘españolito de a pie’ tiende a tener un espíritu cada vez menos belicista y al que, incomprensiblemente, se ha dejado de lado:

España, desde tiempos inmemoriales, ha ‘guerreado’ con medio mundo y hasta hemos ‘aparcado’ contiendas o realizado ‘altos’ en nuestros menesteres militares para atender otros compromisos, también bélicos. Pocas veces se ha descansado de tanto arrebato guerrero.

Hasta hace relativamente bien poco, en Francia (nuestro histórico vecino y el enemigo público número uno de Reyes Católicos, Austrias…) se ‘prohibía la entrada de perros y españoles a bares o cantinas’. Cosas de galos, gabachos o chovinistas francos

Nunca han digerido el que nuestro Carlos I de España y V de Alemania hiciera prisionero a su rey Francisco I, sin V, en la batalla de Pavía (sí, el que murió sifilítico y que ‘hurtara o comprara’ a una tal ‘Gioconda’) o que los famosos tercios de Napoleón Bonaparte, con sus entorchados mariscales, cayeran con estrépito en Bailén a manos de un tal Castaños. ¡Otra vez la prepotencia a colación!

El caso es que, históricamente hablando, nos endilgan los grandes analistas y sociólogos unas características intrínsecas e inherentes al comportamiento, temperamento o carácter del español, tales como sujetos agresivos, individuos coléricos o amor patrio desmesurado por lo pendenciero. 

Y todo a raíz de la cruel y despiadada Guerra de la Independencia en la que sufrimos y padecimos, durante seis largos años (1808 – 1814), toda clase de ominosos avatares y donde los cuchillos, hoces, guadañas, tijeras y hasta agua hirviendo, vejaron y se impusieron a las medallas y brillantes uniformes triunfadores en toda Europa.

En la triste y fratricida Guerra Civil hicimos gala de estos ‘valores’, que fueron esgrimidos con harta suficiencia y que solo sirvieron para dar un deplorable ejemplo a nuestras venideras generaciones. Una lacra para olvidar y que, afortunadamente, se va paliando, aunque más lentamente de lo que cabría esperar y desear ya que ‘algunos vates’ se encargan de recordar las ignominias sufridas solo por uno de los bandos. Me refiero a los documentales o films de la izquierda española o a sus comentarios sobre la hispana derecha.

Con esta retahíla he pretendido exponer que el español del siglo XXI es más sosegado, más dialogante y está hastiado de tantas confrontaciones. Solo la violencia doméstica, hoy tristemente tan en boga, me quita la razón y ‘saca a pasear’ esos ‘aprecios’ a los que antes aludía.

Tres preguntas, una a cada partido, para finiquitar el tema que me ocupa:

  1. ¿Cómo se pudo dilapidar por tres errores puntuales (todo lo demás es opinable y, por tanto, subjetivo) lo que tanto costó levantar? ¿Un equipo de consejeros, jefes de campaña o colaboradores no pudieron prever el desaguisado? El ‘camelo’ de la ocultación de votos tiene nombre y apellidos: voto de castigo… a la arrogancia. Alguien que ha luchado o ha hecho tanto bien por su país, ¿merece irse por la puerta de atrás en lugar de hacerlo por la de Alcalá?
  1. ¿Debería haber encendido D. José Luis Rodríguez Zapatero tres cirios especiales? Uno, al execrable Bin Laden o a sus congéneres; otro, a ciertas informaciones que podrían ser tildadas de manifiesto oportunismo (J. Renar lo explicaba así: “Un crítico no debe decir sino la verdad. Pero debe también conocerla”); y el último, al show montado por actores, cantantes… ¡Esperpéntico!
  1. ¿Se dio cuenta D. Gaspar Llamazares Trigo que a su grupo no había nada que les encantara más que una ‘tela pintada’, coloquialmente llamada ‘pancarta’ y que casi desapareció del espectro político, engullido por sus ‘compañeros y camaradas’ de viaje?

       Ya metidos en faena, voy a seguir profundizando proponiendo otras tres interrogantes:

  1. ¿Campañas orquestadas en campaña de reflexión? ¿De verdad consideran que son espontáneas y se organizan a través de móviles o por Internet? Soy algo ingenuo, pero no mucho, solo lo justo. ¡Indigna, inadmisible y barriobajera actuación!
  1. ¿Y la criticada y difamada, por ser blanco de sarcasmos y chascarrillos, puntualidad de los trenes españoles? Ellos, tan tradicionales y familiares, casi hogareños… ¿Qué hubiera ocurrido si la explosión de Atocha se hubiera producido en plena estación? ¡Imprevisible su dimensión!
  1. ¿Acaso tuvieron lugar asesinatos de Primera División (integristas islámicos) o de Segunda División (ETA)? No entiendo que la cultura política de un país y su futuro dependan del ‘color’ de una bomba. ¡Patético!

     A modo de síntesis añadiré que el eslogan del despotismo ilustrado era: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” … ¡pero teníamos a Carlos III!

     Y una moraleja personal: “Darlo todo, se ha dado; pero de espaldas al pueblo, no se puede ni se debe gobernar”, que es lo que está sucediendo y padecemos en nuestros días.     

     Si el Sr. Frankenstein levantara la cabeza y comprobara que modela un gobierno… 

¡Cosas de este bendito país!

Juan de León Aznar – abril’2022


Sobre el autor