La Columna de Don Juan León | “El alcalde de Otívar, héroe de la Guerra de la Independencia”


A Juan Fernández Cañas le llamaban “el tío Caridad”, “el alcalde de Otívar”, “el coronel” …Aunque no naciera en Almuñécar, sus principales hazañas tuvieron lugar en ella y sus alrededores, así como su muerte

        Durante la Guerra de la Independencia (1808 – 1814) se dieron tres     

modalidades de combate: lucha a campo abierto, (Bruch, Bailén, Arapiles, Vitoria y San Marcial), los sitios (Zaragoza, Gerona y Cádiz) y la guerrilla, típicamente española, ya que se trataba de pequeñas partidas o cuadrillas formadas por soldados dispersos y, en su mayoría, campesinos, acaudillados por el más audaz y enérgico de entre ellos y que surgen por toda la geografía española.

       Bandolero es un término que nace de estas acciones bélicas contra el francés, donde la pobreza y la injusticia prevalecían y donde la pillería, el ultraje, la violencia y el hurto era una práctica habitual. Consta de muchos sinónimos como asaltante bandido, brigante, encartado, facineroso, forajido, maleante, malhechor, proscrito o   salteador. Abigeo o cuatrero cuando se trata de ganado robado.

       La leyenda no lo tiene claro, ya que los califica de asesinos o los eleva a la categoría de héroes, creando verdaderos mitos, como si de un Robin Hood de la época se tratara. Podían ser ahorcados, arrastrados y descuartizados, fritos sus pedazos y estos paseados por las calles como escarmiento.

       Pero hagamos un poco de historia, que siempre viene bien, antes de entrar en el tema principal que nos ocupa:

       Escritos antiguos se hacían eco, ya en Grecia, de afamados bandidos, temidos por la población, y que respondían a los nombres de Esciro y Procusto.      

       Viriato, líder lusitano que hizo frente a la expansión de Roma en Hispania, fue asesinado en el 139 a.C. por sus lugartenientes hispanos Audaz, Ditalcon y Minuros (todos nacidos en Osuna, Sevilla) comprados por el gobernador romano Servilio Cepión. Cuenta la historia que al ir a cobrar la recompensa fueron ejecutados y una frase se hizo célebre: “Roma no paga traidores” (?). Era apodado “El Bandolero” y calificado como “el capitán de los bandoleros”.

        Ya en España la mayor relevancia tuvo lugar en los siglos XVIII y XIX. Fueron la pesadilla del ejército francés y sus jefes más famosos fueron: 

Mariano Renovales y Miguel Sarasa en Aragón; Juan Martín Díaz “el Empecinado”, los curas Merino y Quero, Francisco Sánchez “Francisquete”, Fray Juan de Deliva “el Capuchino” y Julián Sánchez con sus lanceros en las dos Castillas, León y Extremadura; y Xavier Mina Larrea “el Mozo” y su tío Francisco Espoz y Mina en Navarra, amén del madrileño Luis Candela Cajigal.

       En Andalucía ‘operaron’ José María Hinojosa Cobacho “el Tempranillo” (Jauja – Córdoba, pero actuó en la serranía de Ronda)), Francisco Antonio Jiménez Ledesma “el barquero de Cantillana” (Cantillana, Sevilla y que sirvió de inspiración para la serie de Curro Jiménez) y Juan José Mingolla “Pasos largos” (Ronda, Málaga, el último bandolero y ajusticiado en 1943).

        Otros fueron: Diego Corrientes Mateo (Utrera, Sevilla), José Mateo Balcázar Navarro “Tragabuches” (Arcos de la Frontera, Cádiz), Jaime “el Barbudo” (Crevillente, Alicante), Joaquín Camargo “el Vivillo” (Estepa, Sevilla), Francisco Ríos “el Pernales” (Estepa, Sevilla) y Antonio Jiménez Rodríguez “el niño del Arahal” (El Arahal, Sevilla) (ambos murieron tiroteados en 1907), y Luis Muñoz García “el Bizco de El Borge” o “Arboge” (El Borge, Málaga).

        Hasta aquí los de gran nombradía, los célebres, los afamados; pero, ¿y los héroes anónimos, ocultos, desconocidos, olvidados o ignorados? Aquí aparece nuestro…

HÉROE  LOCAL

        A Juan Fernández Cañas le llamaban “el tío Caridad”, “el alcalde de Otívar”, “el coronel” … Nació en Gabia (Granada), en su juventud se colocó de guarda en la finca de Cázulas y contrajo matrimonio con María Pérez, una joven del pueblo vecino de Otívar, con quien tuvo dos hijos (varón y hembra).

        Aunque no naciera en Almuñécar, sus principales hazañas tuvieron lugar en ella y sus alrededores, así como su muerte.

        El águila imperial napoleónica se posa en Granada el 28 de enero de 1810 y en ese mismo año cae Almuñécar y su Castillo en poder de los franceses sin resistencia alguna, ya que estaba ‘defendido’ por una guarnición del Cuerpo de Inválidos conformada por un capitán, dos tenientes, dos subtenientes, cuatro sargentos, dos tambores, dos cabos y noventa y cuatro soldados (todos del citado Cuerpo); dos cabos y dos soldados de las Compañías Fijas; dos cabos de artillería y ocho artilleros; y seis cabos de torres, trece torreros, dos guardalmacenes y un capellán. 

        El 25 de mayo del mismo año, se acuerda un acto de jura de fidelidad hacia el rey José I Bonaparte en la Iglesia Parroquial “Nuestra Señora de la Encarnación”. A él deben asistir los alcaldes de Jete, Otívar, Lentejí, Ítrabo, Molvízar, Salobreña y Almuñécar.

        No acude el alcalde sexitano o almuñequero D. Vicente María Negro y a nuestro héroe le obligan a recaudar un impuesto de mil reales, así como el requisamiento de todas las armas. Hizo lo primero, pero escondió lo segundo.

        Se tuvo que lanzar a la Sierra después de negarse a pagar una condena de cinco mil reales por cada vecino pudiente y de desmantelar al destacamento que vino a prenderlo.

        Era famoso su “Tambor de Acebuche” de cincuenta hombres con el que obtuvo importantes y resonantes victorias sobre los franceses en “Cantarriján” (límite con Málaga, hoy playa nudista) y “Río de la Miel”. El 11 de junio de 1810 atacó el fuerte de La Herradura y conquistó el Castillo y la plaza de Almuñécar, siendo alcalde el afrancesado D. Josef Gadea y Real.

        Con 340 hombres se apoderó de Salobreña y su Castillo, haciendo que el general francés Werlé se replegara hacia Granada. Más tarde libraría Motril, Castell de Ferro, Gualchos y establecería su cuartel general en Padul el 3 de septiembre con 415 correligionarios.

        El conde y general en jefe del IV Cuerpo de Ejército, Horacio Francisco Sebastiani, que estableció su Cuartel General en el palacio de la duquesa de Gor (caserón nobiliario en Granada) y que se caracterizó por sus requisas y saqueos de obras de arte en iglesias, monasterios y casas particulares, lo venció definitivamente y, muy herido, fue escondido en Las Albuñuelas y después en una cueva de Lentejí, pasando 45 días entre la vida y la muerte. Fue curado, de manera clandestina, por el cirujano de Almuñécar D. Francisco de Paula Carmona y por el médico de Molvízar, D. Joaquín Peñalver. Como diría el ilustre accitano Pedro Antonio de Alarcón (nació en Guadix) en su obra Las Alpujarras”: “… fue a lamerse sus heridas en una cueva, como un verdadero león, para volver de nuevo a la lucha, todavía chorreando sangre…”.

        No tuvo piedad de los franceses, después de que estos ahorcaran a los sesenta hombres que tenía defendiendo nuestro Castillo que, previamente, se habían entregado para recibir el indulto prometido.

        El Consejo de Regencia de Cádiz lo reclama, embarca en Torrox (Málaga), donde nació el célebre caudillo musulmán Almanzor, naufraga en Fuengirola, gana la costa a nado con su hijo a sus espaldas y es nombrado coronel con carácter interino.

        En 1812 fue ocupado de nuevo el Castillo de Almuñécar, pero desartillado por las fuerzas inglesas del almirante Stings, quien lo bombardeó desde la fragata “Elisa”, y volado en parte por orden del general de las tropas inglesas, Lord Blainey. El objetivo era que los franceses no volvieran a utilizar esas defensas. Es por ello, que uno de los tambores de entrada al Castillo aparece descolgado e inclinado al fallar por su base (otros lo atribuyen a terremotos, que se sucedieron a finales del siglo XIX).

        Murió en circunstancias extrañas en Almuñécar y fue enterrado el 6 de marzo de 1815 (folio 37 del libro 14 de defunciones), con dos versiones bien diferentes: una, que fue envenenado para robarle; y otra, la más verosímil dado su carácter, que falleció de un ataque de apoplejía después de una violenta discusión con un jefe de menor rango, que le negó el saludo militar.

        Sus “Memorias” fueron escritas por su segundo, José Antonio Guerrero, ya que parece ser que nuestro personaje no era muy letrado.

        D. Natalio Rivas Santiago de Albuñol, el que fuera ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, fundamentó su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia con “El alcalde de Otívar, héroe de la Guerra de la Independencia” el 29 de junio de 1940.

         Aquellos guerrilleros que, huyendo de la injusticia, la ignominia, la opresión y la invasión francesa, dejaron sus hogares familiares y ocupaciones para escalar cumbres, sierras y altozanos buscando abrigo y defensa en cuevas, escondrijos o guaridas, habrían hecho suyas las frases, escritas años más tarde, por Mark Twain: “El miedo a la muerte se debe al miedo a la vida. Un hombre que vive plenamente está preparado para morir en cualquier momento”; o Friedrich Nietzsche: “Uno debe morir con orgullo cuando ya no es posible vivir sin él”.

                                         Juan de León Aznar, marzo’2022


Sobre el autor