Hecatombe va a ser el vocablo con el que arranque este decimonoveno anecdotario. ¿Y por qué esta palabreja? Porque cuando el matemático y filósofo griego Pitágoras (Samos, Grecia, 579 a.C.; Metaponto, hoy desaparecida, Italia, 497 a.C.), considerado el primer matemático puro, descubrió su famoso teorema ofreció a los dioses una hecatombe, que deriva del griego hecaton (‘ciento’) y bous (‘buey’); es decir, el sacrificio de cien bueyes. Curioso, ¿verdad?
Y seguimos con las ‘mates’, porque un día le preguntaron a Pitágoras que qué entendía por la palabra amigo y contestó:
“Es uno que es como otro yo; como lo son el 220 y el 284”.
En el libro “Anecdotario delle Scienze” de Sagredo, encontramos la explicación a la respuesta:
Todos los divisores del número 284 son: 1, 2, 4, 71 y 142, que sumados dan 220.
Los del 220 son: 1, 2, 4, 5, 10, 11, 20, 22, 44, 55 y 110, que suman 284.
Y a estas cifras se les llama en Matemáticas… ¡números amigos!
Los matemáticos han sido considerados en la historia como hombres eminentes cargados de singularidades. En este caso, el también escritor y filósofo Bernard le Bovier de Fontanelle, que también aparece como Bernard le Bouyer de Fontanelle (Ruan, Francia, 1657; París, Francia, 1757) no iba a ser la excepción.
Recibió una carta de Felipe II de Orleans (palacio de Saint Cloud, Francia, 1674; palacio de Versalles, Francia, 1723), regente del reino de Francia entre 1715 y 1723 durante la minoría de su sobrino-nieto Luis XV, que decía;
“Señor de Fontanelle le invito a vivir en el palacio Real. El hombre que ha escrito ‘Diálogos sobre la pluralidad de los mundos’ debe habitar en un palacio”.
Él respondió: “Alteza, el sabio necesita poco espacio y le es difícil cambiarlo. No obstante, iré a instalarme en su palacio con armas y bagajes; es decir, con mis zapatillas y mi gorro de dormir”.
Así lo hizo y escribió en su nuevo domicilio su libro ‘Elementos de la Geometría del infinito’, del que solía decir:
“En Europa este libro será comprendido por siete u ocho geómetras a lo sumo, entre los cuales yo no me encuentro”.
Amadeo Vives Roig (Collbató, Barcelona, 1871; Madrid, 1932) dirigía el ensayo de una de sus obras y en un momento dado dijo a los miembros de la orquesta:
“Ahora ustedes, los músicos…”.
Uno le interrumpió: “Perdón, maestro, nosotros somos profesores”.
“¡Ay! Es verdad, nunca me acuerdo. Ustedes son profesores, músico lo era Beethoven”.
Sári Gábor, más conocida como Zsa Zsa Gabor (Budapest, Hungría, 1917; Los Ángeles, California, Estados Unidos, 2016), fue una actriz húngara-estadounidense, coronada Miss Hungría en 1936 y que pasó por el altar en nueve ocasiones.
En pleno debate sobre el matrimonio le preguntaron a la actriz que, naturalmente, era una verdadera experta: “Señora Gabor cuando se rompe el contrato matrimonial, ¿debe la llorosa novia devolver el anillo de compromiso?
Ella respondió, sin dudar un instante: “¡El anillo sí, la piedra no!”.
El escritor portugués y Premio Nóbel de Literatura en 1998, José de Sousa Saramago (Azinhaga, Portugal, 1922; Tías, Lanzarote, España, 2010) hizo esta reflexión sobre la lectura en una entrevista:
“Nos dicen a todos que tenemos que leer y hacer deporte; sin embargo, a los que hacen deporte no les dicen que tienen que leer”.
¿Un buen régimen?: “¿Cree usted, doctor, que viviré ochenta años?”.
“¿Usted, fuma? “No, señor”. “¿Usted sale de noche? “No, señor”. “¿Bebe? “No, señor”. “¿Juego, mujeres? “No, señor”.
Al médico se la puso botando: “Entonces, ¿para qué demonios quiere usted vivir ochenta años?”. Cambiando la oración por pasiva… si me lo prohíben todo para qué vivirlos.
René Descartes (Descartes, Francia, 1596; Estocolmo, Suecia, 1650), reputado filósofo, matemático y físico francés del siglo XVI y muy admirado por ser el padre de la filosofía moderna y de la Geometría analítica, tenía algunas ideas de lo más extravagantes y entre las más jocosas estaba esta teoría:
“Los monos y los simios poseen la capacidad de hablar, pero la ocultan para que no los pongan a trabajar”. Ocurrente, ¿no?
La reina de Castilla Isabel, “La Católica” (Madrigal de las altas Torres, Ávila, 1451; Medina del Campo, Valladolid, 1504) no soportaba el olor a ajo y un día que le sirvieron una comida que contenía ajo mezclado con perejil, exclamó: “Venía el villano disfrazado de verde”.
Tal vez fuera una alusión al color del uniforme de los cuadrilleros de la Santa Hermandad, de los que se decía que siempre llegaban tarde al lugar de los crímenes y de ahí el popular dicho: “A buenas horas, mangas verdes”. Claro que, si lograsen llegar antes del crimen, éste no se habría cometido… ¡lo lógico y razonable era llegar después! Por criticar que no quede.
Pienso, sinceramente, que hay que tener muy en cuenta lo escrito por William Makepeace Thackeray (Calcuta, India, 1811; Londres, Reino Unido, 1863):
“El buen humor es una de las mejores prendas que se pueden vestir en la sociedad” … ¡sobre todo en este mundo tan encorsetado por el que deambulamos!
Juan de León Aznar… en el post San Valentín’2024
