¡Creo que nos estamos enredando en demasía con el tan manido cambio climático!
Está muy bien hablar sobre el calentamiento global, de la temperatura de los océanos y mares, del yoduro de plata que fumigan las avionetas para la destrucción de las nubes, del CO2, de la capa de ozono, de la sequía, de los anticiclones y borrascas, de la subida del nivel del mar, de las calimas y el polvo sahariano en suspensión, de los huracanes y ciclones, de las DANAS, de las grandes multinacionales, del deshielo polar, de los ecosistemas, de las nefastas y aberrantes políticas estatales sobre la agricultura y la ganadería…
Pero, si utilizamos la actual memoria democrática (?), esa que nos lleva a aceptar a asesinos en las listas electorales por un puñado de votos, vemos que, hace muchos años, ‘disfrutábamos’ de temperaturas infernales y no existían los ventiladores (suelo y techo), ni el aire acondicionado, ni las bombas de calor. Y si me apuran… ¡ni neveras!
En esos pueblos de Dios de la campiña andaluza, extremeña, manchega o murciana la única arma de destrucción calorífica era… ¡el botijo!, arropado por mecedoras y sillas que se ubicaban en las aceras o en los patios donde se originaban amenas tertulias, que se daban por acabadas cuando una ligera brisa hacía su aparición sobre las tres de la madrugada, aunque con mala suerte, a veces, llegaba al amanecer.
¿Los signos de las primigenias canículas estivales?: el que las vacas miraran de reojo a la luna de Valencia, que las hormigas volaran, que el topo sacara de su galería en demasía el hocico, que las cabras ventosearan de más, que la miel de las abejas fuera más fluida, que los pájaros buscaran ramas más frescas para depositar sus nidos de amor, que a las ovejas les costara subir las cuestas, que las aves tropicales cambiaran sus plumas por el sofocante veranillo, que si las cabañuelas, que si la noche de San Juan, que si el Día de la Estrella… ¡todo, tan natural!
Y con este exordio me he adentrado, como el que no quiere la cosa, en el anecdotario setenta y seis; pero, ¿qué dice nuestro sabio refranero al respecto?:
Existen un sinfín de adagios muy ligados a la climatología, que auguran drásticos cambios meteorológicos (lluvia, viento, buen tiempo, borrasca…), que ya existían antes de la hecatombe climática que se avecina y que, además, se asocian a los colores:
“Atardecer rojo, mañana gris: viajero te puedes ir”; “Atardecer gris, mañana rojo; saca el paraguas que te mojas”; “Luna con cara roja viento sopla”; “Blanco hielo es de lluvia mensajero”; “Blanca helada, mensajera es del agua”; “Norte, claro, sur oscuro, aguacero seguro”; “Sol amarillo, agua o granizo” o “Cielo rojo al amanecer es que el mar se ha de mover”.
En el anterior anecdotario (nº75) me referí al ‘Canciller de Hierro’, Otto von Bismarck (1815 – 1898) y aquí y ahora repito personaje.
Esta anécdota merecería comenzar con la alocución italiana ‘se non è vero, è ben trovato’, cuya traducción es ‘si no es verdad, está bien encontrado’ ya que, aunque no está totalmente constatada, no deja de ser jugosa.
“Cómo hace usted para desembarazarse de los inoportunos”, le preguntó el político, escritor y aristócrata británico Benjamin Disraeli (1804 – 1881), que fue dos veces primer ministro del Reino Unido, durante una visita que le hizo en su domicilio.
“Muy sencillo. Mi mujer los reconoce no bien verlos y, cuando considera que han molestado lo suficiente, envía un criado que me dice que me requieren con urgencia de palacio”, respondió el canciller.
“Muy ingenioso…”, empezaba a decir el noble inglés, cuando entró presuroso un criado, diciendo:
“Perdón Excelencia, pero es que lo requieren con urgencia en palacio”.
El papa número 225º de la Iglesia católica, Antonio Michele Ghislieri, Pío V (1504 – 1572), tenía tantos enemigos en el Vaticano que, a poco de su elección, dijo:
“Con la ayuda de Dios, espero actuar de tal suerte que haya más tristeza por mi muerte que por mi elección”. ¡Y así fue!
Un sacerdote de los alrededores de París invitó al célebre actor de teatro francés Pierre-Thomas Levassor (1808 -1870) a tomar parte en una función benéfica el domingo de Pascua.
Su fama atrajo gran concurrencia, y el sacerdote, agradecido, tomó dos monedas de oro y las metió en un huevo de Pascua, que entregó al actor. Éste lo tomó y, partiéndolo, vio las monedas.
“Gran idea señor cura; a mí me gustan con delirio los huevos”.
“Me alegro”, fue la respuesta.
“Pero como sólo me como las claras, dejaremos la yema para los pobres” y devolvió generosamente las monedas.
El importante militar y político británico de origen irlandés Lord Horatio Herbert Kitchener (1850 – 1916) revistaba un regimiento durante la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918) y se fijó en un caballo:
“¿Cuál es el mejor caballo de este regimiento?”. El militar consultado le contestó:
“El cuarenta mi general”. “¿Y a quién pertenece?”, continuó el interrogatorio.
“A Tom Jones, mi general”.
La curiosidad del mandamás aumenta: “¿Y quién es Tom Jones?”.
“El mejor sargento del ejército, mi general”. “¡Señálamelo!”, ordenó el superior.
“Soy yo, mi general”.
Y como quiera que el cambio climático se ha convertido en uno de los mayores desafíos que afronta la humanidad en el siglo XXI, bueno será que recojamos algunas opiniones o impresiones de enjundia, que nos alerte sobre sus funestos efectos:
“La tierra provee lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada hombre, pero no la avaricia de cada hombre” del indio Mahatma Gandhi (1869 – 1948, asesinado), el activista y pacifista que practicó la desobediencia civil no violenta.
“¿Cómo es posible que la especie con la mayor capacidad intelectual de la historia esté destruyendo su único hogar?” de la inglesa de 90 años Jane Goodall, Mensajera de la Paz de la Organización de las Naciones Unidas.
Juan de León Aznar … felicita a todas las CARMEN en este precioso día de 2025
