La Columna de Don Juan León | “Acompáñenme en esta correría histórica sexitana”


A manera de resumen y para satisfacer la curiosidad y la inquietud cultural de cualquier visitante, Almuñécar muestra la impronta y las huellas del asentamiento de esas civilizaciones que nos escogieron como morada en el pasado

“No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños” escribió en su día Marco Tulio Cicerón. Así es que seguimos interesándonos por nuestra historia y lo acontecido en este bello paraje tropical desde tiempo inmemorial, desglosando esta correría histórica en tres apartados: romano, árabe y cristiano… aunque en esta primera incursión me centraré en los dos primeros.

Empezaré por comentar la evaluación del censo aportando los siguientes datos por años: en 1751 contaba con 2570 habitantes; en 1877, con 9100; en 1985, con 17500; y ya, en la primera veintena del siglo XXI, se acerca a los 30000 residentes.

Como curiosidad, destacar que los censos antiguos se hacían por “vecinos” (cuatro habitantes por vecino), que se dieron unas terribles epidemias que diezmaron nuestra localidad (la peste en el siglo XVII, la fiebre amarilla, que tuvo lugar en 1801, y dos de cólera, entre 1833 – 1840 y 1860 – 1870), y que las masivas emigraciones (más de doscientas familias)de nuestros convecinos a América del Sur (Tucumán en Argentina, Bahía en Brasil…) por culpa de la “filoxera” que arrasó sus cultivos, se produjeron en 1920, siendo embarcados en la playa de La Caletilla, que también fue testigo de la llegada de las plantas tropicales, que representaban el futuro más esperanzador y, a su vez prometedor, para esta tierra por entonces castigada.

        A manera de resumen y para satisfacer la curiosidad y la inquietud cultural de cualquier visitante, Almuñécar muestra la impronta y las huellas del asentamiento de esas civilizaciones que nos escogieron como morada en el pasado. Fenicia, aunque no existiera como nación, Roma y el mundo árabe nos hacen mostrar con orgullo unos restos difícilmente equiparables en su conjunto: factoría de salazón de pescado; acueducto; museo arqueológico; castillo; necrópolis (ya comentadas); columbarios  (Torre del Monje de base cuadrangular, cerrado al exterior y comunicado con una cercana villa romana por medio de un conducto subterráneo, y el derruido de la La Albina” en Taramay, ambos del siglo I a. C., encontrándose en su interior los nichos rectangulares donde se colocaban las urnas, vasos o recipientes con las cenizas de los familiares); Parroquia de la Encarnación; pilar renacentista del siglo XVI de la calle Real (Felipe II); aljibes; bóvedas (siglo I a.C.); vasijas; monedas; pedestales; torres-vigías; terracotas; ajuares; escarabeos (amuletos); orzas… ¡toda una joya arquitectónica y arqueológica!

        Tanto el acueducto como el primer columbario fueron declarados Monumentos Nacionales en 1931. El otro, “La Albina”, en 1983.

        Ampliaré la información sobre dos de los tres primeros legados, ya que el cuarto, el de la Almuñécar cristiana, se tratará en profundidad más adelante:

           La factoría de salazones “El Majuelo” recibe el nombre de la finca de subtropicales, que fue adquirida en su día por el Ayuntamiento.

           El funcionamiento de esta comprende desde el siglo IV a. C. hasta finales del IV d. C. y está emplazada junto a la ladera oeste del Cerro de San Miguel, descubriéndose en la zona central un núcleo de piletas o tanques de salazón, donde se maceraba el pescado con sal y que estaban agrupadas por recintos. Solían ser de pequeñas proporciones comparadas con las destinadas a otras funciones.

           Las mismas piletas eran utilizadas para la salazón de las carnes de los peces (‘salsamenta’ en la Antigua Roma) y las distintas salsas de pescado, como el garum (salsa, condimento o pasta elaborada con huevas de caballa y asaduras de atún, batidas con huevo y puestas en salmuera, dejándolas macerar en aceite con vino durante meses, servía para aliñar otros manjares, se le atribuían propiedades afrodisíacas, combatía el raquitismo y era un gran potenciador de sabores). Su origen es, posiblemente, fenicio o púnico. Este proceso duraba entre veinte días y tres meses y sus productos representaban exquisitos presentes en las selectas mesas patricias romanas. Otros sucedáneos, que han sido nombrados por antiguos autores, son el halles (con pequeños peces), el liquamen (muy parecido al garum) o el muria, nombrado por Columela, autor del siglo I d.C. (preparado que también podría realizarse con carne, aunque hay pocas certezas al respecto).

           Dentro de los tanques se batían todos los ingredientes y se obtenía una pasta, que por la acción del calor quedaba concentrada, se filtraba y se separaba el garum, que era transportado por mar en ánforas puntiagudas de barro y en las que se marcaba su contenido, clase y calidad. En Pompeya, hace pocos años, aparecieron en unas excavaciones una serie de ánforas con un contenido parcialmente conservado (“bottega del garum”), pudiéndose identificar el atún o el boquerón.

           Esta industria motivó la creación complementaria de salinas y talleres de alfarería. Se han identificado zonas destinadas a la construcción de ánforas que contendrían la jugosa salsa y sus derivados. Después se transportaban por mar hasta los mercados de todo el Mediterráneo.

            Aunar entrañas de pescado, salmuera y dejarlo todo al sol durante mucho tiempo parece la mejor idea para crear un alimento sano y sabroso.

            En la zona sur se hallan restos de las estancias destinadas a dependencias administrativas y en la zona norte cabe destacar la abundancia de materiales cerámicos, monedas y artes de pesca encontrados, amén de una escultura de la diosa Minerva (?).

            Los romanos remodelaron y ampliaron la factoría fenicia de su subsuelo que data del siglo IV a. C. y se cree que fue el emperador Antonino Pío el promotor de estas obras en el siglo I d.C., aunque parece ser que años antes los emperadores hispanos Trajano y Adriano yahabríanordenado algunas mejoras.

            Otras factorías se encuentran en la playa del Alamillo en Mazarrón (Murcia), Carthago Nova (Cartagena) y alrededores, nombrada por Plinio el Viejo en su “Historia Natural”, o Baelo Claudia (Bolonia en Cádiz)

            La cronología del acueducto puede situarse en el siglo I d.C. y se atribuye también a Antonino Pío. De construcción, por tanto, romana, es el más largo de España, con una longitud de ocho kilómetros y de pobre material, aunque posee una alta ingeniería. El sólido aparejo es de mampostería de pizarra con mortero de cal. 

            Consta de una galería enterrada, un canal sobre muros, obras de arcadas, un túnel de trasvase de cuenca, arquetas, sifón y depósito (estos dos últimos elementos ya desaparecidos).

            Tiene cinco tramos:

  1. En Torrecuevas con 19 arcos en una longitud de 130 metros.
  2. Un solo piso y 6 arcos
  3. Dos pisos y 10 arcos
  4. Dos pisos y 11 arcos (emisión especial Turismo’77 en un sello de 2 pesetas).
  5. 17 arcos (cinco a la izquierda, cuatro centrales derruidos y ocho a la derecha) encontrados recientemente en La Carrera (de ahí su nombre) y en pleno casco urbano. Tiene 100 metros de longitud, una altura máxima de 6,10 metros y un arco principal de 4,20 metros de luz.

Los tramos b, c y d se encuentran en la margen izquierda del río Seco (finca “El Cercado”).

      Las termas que completan el conjunto fueron descubiertas en 1996 por el arqueólogo municipal Federico Molina Fajardo. Cuatro habitaciones destinadas a viviendas o dependencias, quince estructuras correspondientes a los circuitos de calor y frío, un aljibe, un hipocausto u horno (túneles y tubos subterráneos) y, al menos, seis piscinas. El suelo era una mezcla impermeable de cal, arena y fragmentos de cerámica, opus signimum, que también se utilizó en las piletas de la factoría de salazones de “El Majuelo”.

La Almuñécar romana gozaba de un puerto de gran importancia estratégica y una considerable población, así es que precisaba de grandes y amplios servicios, como una segura conducción de aguas, que se logró gracias a este acueducto.

El museo arqueológico, ubicado en la Cueva de Siete Palacios, es un monumento romano con una gran bóveda longitudinal y siete naves transversales (de ahí su nombre). Data de la segunda mitad del siglo I a. C., y tiene forma rectangular. El material empleado en la obra es de lajas de pizarra trabadas con mortero, relleno de mampostería en las bóvedas, sillarejo en los muros y sus pilares se asientan directamente sobre la roca del peñón.

Se trata de una ‘subconstrucción’ que pudo servir de almacenamiento y sobre ella se realizaron otras construcciones civiles. El conjunto formaba parte de una edificación más amplia, que hacía de criptopórtico o redes de galerías subterráneas. Las excavaciones han evidenciado que la zona donde está situado el citado monumento fue ocupada por un hábitat, al menos en la segunda mitad del siglo VIII a. C., como lo demuestran los hallazgos de cerámica de le Edad del Bronce final y fenicia.

Ha estado habitada hasta hace relativamente poco tiempo, pasando por poblaciones autóctonas, fenicias, púnicas, romanas (Bajo Imperio), musulmanas y relativas a la Edad Moderna.       

Recientemente, han sido instaladas en su interior las dependencias del Museo Municipal, donde podemos admirar los ya citados vasos canopos de Apofis I ((5º faraón hicso de la dinastía XV, 1574 – 1534 a.C., con la cartela sobre la superficie del vaso y que contiene el texto escrito más antiguo conservado en la Península Ibérica o el de Laurita, amén de bellas ánforas fenicias y romanas, extraordinarias monedas, fragmentos de ajuares funerarios, piezas de cerámica y un pedestal romano, datado del siglo II d.C., encontrado en 1983 durante la campaña de excavación de la factoría de salazones del Majuelo, realizado en piedra caliza marmórea de color blanco de Macael (Almería) o de Almadén de la Plata (Sevilla) y con un texto epigráfico de doce líneas en el que figura el nombre del hijo del famoso filósofo cordobés Lucio Anneo Séneca de la familia de los Anni – Senecae:

“A Cayo Emilio Nigro Annio Arvaco, hijo de Séneca, de la tribu Galeria, natural de Sexi, Sacerdote de los Divinos Augustos de la Provincia de la Bética, amigo incomparable. Los también ‘Emilios’, Ligurio, Itálico y Delio le erigieron este monumento por su extraordinaria generosidad”.

      En la inscripción sobre el borde superior su texto dice: “El Dios bueno, señor del doble país, cuyo poder alcanza las fronteras de las fortalezas victoriosas, puesto que Tuab no está al servicio de él, el rey del Alto y Bajo Egipto, Auserre, Hijo de Re, Apophis, dotado de vida y la hermana real Charudiyet, viviente” (traducción de J. Padró).

      Este vaso albergaba las vísceras del faraón, lavadas, embalsamadas y extraídas antes del proceso de momificación.

      Su epigrafía nos revela el importante panorama religioso que existía en nuestro municipio en época romana, ya que a los sacerdotes se les confiaba el mantenimiento del culto imperial en la ciudad, siendo un cargo de gran prestigio.

      Cuando terminaban sus servicios, solían recibir obsequios de personas de la localidad, familiares o amigos, como en el caso del pedestal. También nos manifiesta que Sexi estaba dentro de las tribus ‘Galeria’de Hispania, a las que se unían los romanos para tener derecho a voto en las asambleas y que la familia de los ‘Emilios’, entroncada con el sacerdote, era una de las más importantes de la ‘Bética’ romana.

      Otro símbolo romano lo representa, en menor escala, el llamado “Puente Viejo de Cotobro”, cerca de la playa de su nombre y en la calle “El Molino”. En textos de Ingeniería Romana se le denomina “Alcantarilla de Cotobro”, en alusión a los puentes de un solo arco y ojo. Está datado entre los siglos I y III d.C., y tanto los estribos como la bóveda de medio punto, de 4,90 metros, son romanos. Mide 17,50 metros de largo por 6 metros de altura.

Del paso de los árabes podemos establecer unas puntualizaciones históricas de gran interés:

Abd Al-Rahman Ben Mu Awiya, “El Inmigrado”, el único Omeya que sobrevivió a la matanza de Abú Futrus en el 750 por los Abasidas, desembarcó el 15 de agosto de 755 d.C., por Almuñécar acompañado por mil caballeros camino de su destino cordobés, donde se proclamaría emir, fundando el Emirato Independiente de Al-Ándalus. Lo cierto es que lo llevó a efecto por la bahía de La Herradura, según el códice anónimo “Kitab Fath Al-Andalus Wa-Umana Iha” del siglo XIII, en el 138 de La Hégira.

Más tarde lo conoceríamos por Abderraman I. Hoy disponemos de un monumento en bronce fundido, cincelado y patinado de casi cinco metros de altura dedicado a su figura en la plaza de San Cristóbal, a los pies del Peñón de “El Santo”, y realizada por el escultor Miguel Moreno Romera.

En 1016, el almorávide Ali Ben Hammud concentró aquí sus tropas para restablecer a los Omeyas sobre el trono de Córdoba.

Los reyes moros de Granada guardaban con frecuencia tesoros en nuestro Castillo, ya que les servía de trampolín para sus salidas y ocupaciones hacia África. En dicho castillo vivió mucho tiempo Muley Hacen, padre de Boabdil, “El Chico”, que fue rey de Granada y de quien dice la leyenda que quiso a su muerte ser enterrado en el pico más alto de Sierra Nevada, dando nombre al Mulhacén. A la muerte de este, su hermano “El Zagal”, en quién había abdicado, se refugió en Almuñécar después de la caída de Vélez-Málaga el 27 de abril de 1487 cuando la comarca de La Axarquía (Comares, Cómpeta, Frigiliana, Canillas, Nerja…) fue ocupada por las tropas cristianas.

En diciembre del año 1489 finaliza la historia islámica de Almuñécar. Su caíd Al-Hay entrega la ciudad, previa capitulación (adjunto una foto de la toma de la ciudad, inmortalizada en la parte alta del respaldo de una de las piezas que componen la sillería baja del coro de la Catedral de Toledo esculpida por Rodrigo Alemán). La toma de Almuñécar tuvo lugar el 26 de junio de 1490 y la instantánea me la envió el deán de la catedral, al que mostré mi profundo agradecimiento. El nombre de Almuñécar figura en la segunda torre a la derecha.

Posteriormente, por este puerto partieron para el norte de África el Zagal y sus seguidores, así como los del sultán Boabdil, calculándose, según fuentes escritas, un contingente de unas 1130 personas.

Este documento escrito, que muestro a continuación, alude a nuestra localidad. Es de Ibn Al–Jatib, político y erudito hispanomusulmán nacido en Loja (Granada) en 1313 y que fue visir (ministro) de Muhammad V. La oposición de una parte de la nobleza le obligó a huir a África en 1371, donde murió asesinado en 1374. Entre sus obras históricas destacan: “Círculo acerca de la Historia de Granada” (repertorio de biografías) y “Resplandor de la luna llena acerca de la dinastía nazarí”.

Se refiere a esta ciudad en los siguientes términos (se hace constar la dificultad de la traducción del texto por estar en árabe muy antiguo, la complicada caligrafía y sus giros poéticos):

     Comparto y suscribo lo escrito por el británico Gilbert Keith Chesterton: “Uno de los extremos más necesarios y más olvidados en relación con esa novela llamada Historia, es el hecho de que no está acabada”. Así es que tenemos que seguir ahondando en ella y sumergirnos y bucear en sus raíces… ¡que son las nuestras!

                     Juan de León Aznar… ya en el cálido otoño del 2022


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