Algunos ni sabrán que Gibraltar se perdió por el Tratado de Utrecht (abril de 1713 – julio de 1715). Inglaterra ‘heredó entonces ‘La Roca’ y Menorca, aunque esta última la recuperamos merced a la Guerra por la Independencia de los Estados Unidos de América. Del Peñón, ni noticias… ¡hasta hoy!
Los parlamentarios son nuestros diputados y senadores. Sí, esos caballeretes, sesudos políticos, que nos representan a todos (?) en las Cámaras, tanto la Alta como la Baja y que, apenas vengan mal dadas, ‘patean’ el hemiciclo o profieren desaforadas carcajadas cuando desaprueban una ponencia o, simplemente, no escuchan lo que desean oír del orador de turno.

¡Espectáculo bochornoso y lamentable! Creo, sin más, que dan rienda suelta a su infantilismo, a ese niño que todos llevamos dentro, liberan energía negativa acumulada y, de paso, nos obsequian con esa muestra palmaria de ‘incivismo’ deplorable, desmedido e impropio de tan ‘selectas’ y excelsas criaturas.
No pienso emular al insigne sátiro, Francisco de Quevedo y Villegas, uno de los padres del conceptismo barroco y erigirme en un mordaz, empecinado o desafiante inquisidor de estos públicos personajes, que después de ponerse como ‘chupa domine’ (insultos, improperios, ofensas, dicterios y demás exquisiteces) se tiñen de morados, gritando la consabida y afamada frase de los mosqueteros ¡“todos a una”! y, ya unidos por el buen yantar ante pantagruélicos ágapes, aligeran algo más nuestros sufridos bolsillos.
¡Cuidado, señores!, recuerden lo escrito por François Rabelais: “Comidas largas crean vidas cortas” o lo que recoge nuestro sabio refranero popular: “Hay que comer para vivir, no vivir para comer” o… “Quien come con cordura, por su salud procura”.
Algunos ni sabrán que Gibraltar se perdió por el Tratado de Utrecht (abril de 1713 – julio de 1715). Inglaterra ‘heredó entonces ‘La Roca’ y Menorca, aunque esta última la recuperamos merced a la Guerra por la Independencia de los Estados Unidos de América. Del Peñón, ni noticias… ¡hasta hoy!
Pues bien, dicho lo dicho, nos vamos a detener en un singular individuo, nefasto para nuestra historia, Carlos II “El Hechizado”, que tras su muerte y al hacerlo sin descendencia, nos abocó a un conflicto bélico conocido como Guerra por la Sucesión al Trono de España. El hecho implicó a múltiples países y provocó, al vencer el ‘pretendiente francés’ Felipe (Casa de Anjou, apoyado por Castilla) al ‘novio austríaco’ Carlos (Casa de Austria, ayudado por Aragón), la entrada de los Borbones en España.
El afortunado fue el mencionado Felipe, lo hizo con el número romano V y finalizó sus días como una ‘regadera’, pues recorría los pasillos de palacio en camisón, se escapaba de sus habitaciones vigiladas por guardianes, andaba el hombre obsesionado con el envenenamiento y hacía ‘huelgas de hambre’ como las del ‘Juana Chaos’ aquel (disculpen que no lo ponga en ‘negrita’ por tratarse de un repelente asesino carente de principios). ¡Sí, el que encogía el ‘costillar’ para que se le señalara el apéndice!
SINGULARIDAD REAL: “CARLITOS II”, REY DE ESPAÑA
Nace un 6 de noviembre de 1661, siendo el sexto hijo de Felipe IV, casado en segundas nupcias con su sobrina carnal, Mariana de Austria. Sus hermanos fueron Margarita, la que aparece en “Las Meninas” del gran Velázquez (1651); María Ambrosia de la Concepción, muerta de epilepsia a los quince días; otra niña que falleció al día siguiente de nacer; Felipe Próspero, que muere de alferecía (epilepsia infantil); y Fernando Tomás (1658), que fallece a los seis meses. ¡Mal comienzo para un peor final!
Tal era la ‘desesperación’ porque naciera un varón, que el cronista
Barrionuevo en sus “Avisos” escribió algo tan machista como: “Dícese que tiene la Reina sospechas de preñada. Dios lo haga, y si ha de ser hija, ¿para qué la queremos? Mejor será que no lo esté, que mujeres hay hartas”.
Estaba el ‘pollo’ en posesión de un árbol genealógico de lo más entretenido, genuino e interesante, no en vano era hijo de tío y sobrina, nieto de parientes próximos, bisnieto de tío y sobrina, y tataranieto de primos hermanos. ¡Único e insuperable! No es de extrañar por lo tanto lo irregular de su naturaleza, habida cuenta la consanguineidad existente y el ‘bodrio’ de niño engendrado.
Fue tal su debilidad que le llevaron hasta su lecho tres espinas de la corona de Cristo, un diente de San Pedro, un pedazo de la manta de Santa María Magdalena, una ‘pluma del ala del arcángel San Gabriel’ y algunas esquirlas de la Santa Cruz. ¿Alguien da más?
Vio la primera luz con signos acusados y evidentes de degeneración, flemones en las mejillas, cabeza con costras y supurando por el cuello. Se dijo de él: “Nació tan enteco, exangüe y de triste figura, que nadie creyó que pasara de unos meses de vida”.
El monarca francés Luis XIV envió a Jacques Sanguin (señor de Livry y de Genitoy) y hombre de su entera confianza para que le informara del estado de salud del bebé. Este escribió:
“El príncipe parece extremadamente débil, ambas mejillas tienen una erupción de tipo herpético, la cabeza está cubierta de costras y debajo de la oreja derecha se ha formado un tipo de drenaje supurante”.
Vamos, ¡un bomboncito! Naturalmente, con tantos ‘obsequios celestiales’, ¡se salvó!, aunque el pueblo le ‘cantó’:
I El príncipe, al parecer
por lo endeble y patiblando
es hijo de contrabando
pues no se puede tener.
II El Rey está mal
el príncipe enfermo
con dolor la Reina;
la Infanta se irá…
¿A quién esta casa
se le alquilará…?
Y es que ya lo dijo Confucio: “Cada cosa tiene su belleza, pero no cada uno puede verla”. ¡Y tanto! Este dechado de la madre naturaleza no dejaba ningún resquicio a lo bello, por lo que resultaba imposible apreciar lo que no existía.
Era cuñado y primo hermano de Luis XIV de Francia, “el rey Sol”, por el casamiento de este con su hermanastra mayor María Teresa, nacida en 1638 del matrimonio entre Felipe IV e Isabel de Borbón, hija de Enrique IV de Navarra. Y era la mayor porque sobrevivió a todos sus hermanos: al que murió en veinticuatro horas (1621); a otros, fallecidos en 1623, 1625 y 1626; a dos abortos; al príncipe Baltasar Carlos (1629); y a una niña muerta prematuramente en 1635. ¡Vaya matanza!
El príncipe Baltasar Carlos murió a los diecisiete años (1646) y hubiera reinado como Baltasar I. El pueblo de Madrid, siempre presto a confeccionar pareados, le ‘dedicó’ una décima (composición métrica de diez versos octosílabos) que hacía alusión a la principal afición del ‘delicado principito’. Esta no era otra que la de capar gatos y dado que a los madrileños les llaman “gatos”, la chanza estaba asegurada:
1 “Príncipe, mil mentecatos
2 murmuran sin Dios ni ley
3 de que, habiendo de ser rey
4 os andéis capando gatos
5 Y es que con sus malos tratos
6 se teme que os ensañéis
7 y cuando a reinar lleguéis
8 en este reino gatuno
9 no quede gato ninguno
10 que luego no le capéis
Volviendo a nuestro personaje central, ahí va una retahíla numérica que merece la pena conocer. Una ‘curiosidad curiosa’ que expongo a continuación:
A los trece años esta ‘perla real’ mamaba de trece nodrizas y contaba con una “reserva lechera” de dieciséis personas más. Se le aguantaba de pie en las recepciones sujetado por tirantes, ya que anduvo a los cuatro años y a los siete completó su primera dentición.
Tuvo sarampión y varicela a los seis; hematurias a los ocho; rubéola a los diez; viruela a los once; pérdida del pelo (alopecia) a los treinta y dos; paludismo a los treinta y cinco; hinchazones a los treinta y ocho; e impotencia, esterilidad (alteración cromosómica por padecer el síndrome de Klinefelter), eyaculación precoz, raquitismo, falta de concentración y el pragmatismo mandibular característico de los Austrias. ¡Bonito cuadro, Aniceto!
Del priapismo (erección prolongada del falo) que padecía Fernando VII, “El Deseado”, se pasa al hipogenitalismo para explicar su ‘no descendencia’, ya que el miembro viril (?) era de minúsculas proporciones y sufría hipospadias, porque la abertura de la uretra (‘meato urinario’) estaba en la mitad o en la base del pene y no al final del miembro.
A lo largo de su vida fue sometido a brutales tratamientos que buscaban poner remedio a su esterilidad y corrieron rumores, que los españoles tomaban cada vez más en serio, de que estaba embrujado o la propia creencia del rey de que la falta de hijos era un castigo divino por sus pecados. El embajador inglés en España negaba tales creencias:
“Los médicos no saben ya que decir, por eso se pretende que el Rey está hechizado. Para un inglés resulta ridícula semejante suposición, pero en España hay mucha gente que está convencida de ello”.
Murió el 1 de noviembre de 1700 cuando le faltaban cinco días para cumplir los treinta y nueve años. ¡Vaya regalito!, aunque convendrán conmigo en que los médicos de la Corte se frotarían las manos con este Manual de Patología médica ambulante que les tocó en suerte.
Cambiemos de tema y pasemos a sus amores, los propios y los impuestos. Fueron sus amantes el conde de Guiche, Armand de Gramont, del que ‘paseaba’ por toda la Corte su ‘alianza de boda’, y Felipe de Lorena. ¡Un fichaje!
Lo ‘cazaron’ con María Luisa de Orleáns. El rey tenía dieciocho años y ella uno menos, pero esta falleció el doce de febrero de 1689 a los veintisiete, quedando Carlos II ‘viudo’ seis meses.
Ya era bastante desgracia que la ‘emparejaran’ con este ínclito ‘pimpollo’; pero, por si esto fuera poco le asignaron como Camarera Mayor a la duquesa de Terranova, que le amargó la vida. Se trajo la princesa de Francia una cotorra que ‘hablaba’ en francés, siendo “gorda” la única acepción conocida en castellano por la rapaz. Casualidad o no, cada vez que la susodicha condesa aparecía por las dependencias de María Luisa, el animal soltaba la palabreja. Un buen día la interfecta le retorció el pescuezo y la de Orleáns la sorprendió con el “corpus delicti” entre sus regordetas manos. Acto seguido le propinó una sonora bofetada en pleno rostro y aceptó su dimisión de inmediato.
A la bella francesita también le ‘cantaron’:
“Parid, bella flor de lis,
que, en aflicción tan extraña,
si parís, parís a España;
si no parís, a París”.
Para su segundo enlace se fijaron, por proceder de una familia prolífica de veintitrés hermanos y por si fuera capaz de ‘transmitir’ algún gen en condiciones o ‘aceptar’ cualquier lunático, malévolo o inquieto espermatozoide, en una ‘jaquetona’ alemana, Mariana de Neoburgo (Baviera). La ‘pobre’ mujer, que solo quería dinero fácil y medrar políticamente, fingió once abortos en connivencia con el médico de la Corte para que no la ‘pasaportaran’ y estaba en posesión de un sueño utópico: ¡dar un heredero! Murió en 1740 a los setenta y siete años de gangrena seca y está enterrada en el Panteón de los Infantes de El Escorial, ¡frente a la primera esposa de Carlos II! ¡Todo un ‘papelito’ que diría la instruida y cultivada ex primera ministra Fernández de la Vega!
Sus validos ya saben, esos ‘figurones’ característicos de la España del XVII, que gobernaban por los reyes y se enriquecían a costa de sus cargos, prebendas y privilegios, fueron:
1.- Juan Everardo Nithard, jesuita austríaco, cardenal, inquisidor, político y confesor de Mariana de Austria de quien fue también valido y a quien acompañó a Madrid para su boda con Felipe IV. Era un hombre poco popular y con importantes corrientes de oposición ya que llegó a prohibir las corridas de toros y la representación de comedias. Duró cuatro años al frente del gobierno.
2.- Fernando Valenzuela, que entró de caballerizo en palacio, le apodaron el “duende de palacio” por sus espionajes a gente de la Corte y murió en México (antes Nueva España) de una coz de caballo después de ser desterrado a Filipinas. Su esposa, Ambrosia de Uceda, criada de Mariana de Austria, terminó sus días en la toledana Talavera de la Reina presa de la locura.
3.- Juan Francisco de la Cerda, duque de Medinaceli, quien continuó las medidas adoptadas por el anterior y consiguió una de las mayores deflaciones de la historia, perjudicial para las arcas públicas pero muy beneficioso para los súbditos.
4.- Manuel Joaquín Álvarez de Toledo-Portugal y Pimentel, conde de Oropesa, es el que coloca en los puestos claves a personas conocedoras de la materia y no a nobles, crea la Superintendencia General de la Real Hacienda, quiso conocer el techo de gastos elaborando un presupuesto desde cero, condona las deudas a los municipios para su recuperación, reduce los impuestos y termina con los gastos suntuosos.
5.- Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV (uno de los 34) y la actriz María Inés Calderón, “la Calderona”, logró ser virrey de los Países Bajos y gobernarlos durante algo más de dos años y pretendió siempre ser rey de España.
Resulta preceptivo hacer un resumen general de esta ‘singularidad histórica’ que nos ocupa y que incluya aspectos varios de la época:
- Físico: En su complexión enfermiza se acumulaban y confluían los efectos degenerativos de muchos matrimonios interfamiliares anteriores.
B) Social y político: Durante su reinado se pone de manifiesto, de la forma más brutal, la crisis que atravesaba la España setecentista y su oligarquía (control exclusivo del poder por parte de una minoría) era incapaz de atajar los graves problemas que se sucedían. ¡Hoy sería actualidad!
C) Económico: Se devalúa la moneda castellana, que acaba con las actividades industriales y mercantiles, haciéndose más llamativas las riquezas de las clases poseedoras. ¿Les suena de algo?
D) Política exterior: Tiene que soportar la hegemonía de Luis XIV de Francia, las pérdidas en Flandes (Países Bajos) y la entrega a Francia del Franco Condado (región y provincia del este de Francia, lindante con Suiza).
Nosotros, con nuestros ‘entrañables’, por impresentables, ‘Huguito’ Chaves (q.e.p.d), Nicolás ‘Maúro’, ‘Ivito’ Morales o el ayatollah de turno, nos damos por satisfechos.
Sin embargo, durante su mandato el país experimentó una visible mejoría: a partir de 1685 se recuperaron la natalidad y la confianza en la moneda, lo que ayudó al comercio, quiso volver al gobierno de los funcionarios frente a la nobleza, buscó el fortalecimiento de la imagen del valido como ministro real y la presencia del secretario del Despacho Universal, e impulsó y recuperó la actividad científica del país (matemáticas, cartografía, astronomía, navegación…) que se puso a nivel europeo.
Más o menos supuso el inicio del proceso reformista, antesala de la reforma borbónica. ¡Todo no iba a ser tan nefasto y catastrófico!
Acabaremos con Nicolás Boileau y su sentencia: “Lo verdadero puede a veces no ser verosímil”. Resulta incongruente e improcedente que un individuo como el estudiado, pueda llegar a ser rey y encima ‘gobernar’ un país; pero, ya se sabe, ¡España es diferente y aquí todo es posible!
O lo escrito por François de la Rochefoucauld: “La única cosa que nos debe sorprender es que todavía hay algunas cosas que nos pueden sorprender”.
P.D.: Nuestra HISTORIA bien merece recordatorios como el de este modesto artículo.
Recuerden siempre que las extraordinarias viñetas son obra de Francisco Javier
Ruiz Bustos. Aquí se representa la caricatura del Rey, el Peñón, y sus singulares
‘macacos de Berbería, mono de Gibraltar o mona rabona’.
Juan de León Aznar, febrero’2022
